La obediencia es la primera ley de los cielos, y se espera que todos los hijos de Dios puedan seguirla.
Para ello el Señor ha detallado con simplicidad la naturaleza de esta ley:
“Si me amáis, guardad mis mandamientos”. -Juan 14:15
Si bien hay muchas cosas que amamos en nuestra vida, como pueden ser los deportes, las películas, los videojuegos y las fiestas, el Señor nos pide ponerlo a Él en primer lugar.
Esto no es porque sea un egoísta, sino porque está ansioso por bendecirnos, y solo podrá hacerlos si somos obedientes a Sus mandamientos.
Inclusive los niños pueden hacerlo. Aquí te compartimos la pequeña historia de Isaac, un niño mexicano que compartió su experiencia y ejemplo con nosotros.
Mi mayor pasión siempre ha sido el fútbol. Me encanta jugarlo, sobre todo con mi equipo en la escuela.
Lo que no me agrada es que muchos de los partidos se llevan a cabo los domingos, y yo quiero santificar el día de reposo.
Mis padres siempre me han enseñado que la obediencia es la primera ley de los cielos, y que mediante ella las bendiciones nos son dadas.
Yo no quería desobedecer, ni mucho menos quería que Dios se ponga triste o se decepcione de mí. Yo lo amo.
Un día, mi entrenador me preguntó por qué no asistía a los partidos los domingos.
Con valor le expliqué que soy miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, y que el domingo es un día super importante para mí.
Le expliqué además, que ese día solamente hago cosas que me ayuden a recordar a Jesucristo y a acercarme más a Él.
Algunos días después, el entrenador me dijo que había un partido el domingo siguiente, y le dije que no estaría.
Tuve que tomar valor para decírselo, sin embargo, el entrenador no se incomodó y me comentó que todo estaba bien, que no debía preocuparme.
Y aquí el milagro sucedió.
Unos minutos después, el entrenador nos llamó a todos para comunicarnos algo.
¡El partido se había cambiado al sábado! Estaba saltando de alegría.
Después del entrenamiento, un niño se acercó y me dijo:
“¡Muchas gracias!
Le pregunté por qué agradecía, y me dijo:
“También voy a la Iglesia los domingos. Estoy agradecido de que le hayas hablado al entrenador acerca de tus creencias. Yo tampoco habría ido al juego”.
Después de ese día, él y yo nos hicimos muy buenos amigos.
Gracias a esta experiencia, hice nuevos amigos y pude ir al partido para jugar.
Al año siguiente, me escogieron como el capitán del equipo de fútbol de mi escuela, pero lo que se quedó grabado en mi corazón es que fui fiel al Señor.
Si soy fiel a Jesucristo, Él siempre me bendecirá.
Para leer la historia completa, visita la revista “El Amigo” del mes de marzo aquí.