Los mensajes que nos animan a seguir adelante en la vida y nos inspiran a superar las pruebas siempre son de gran ayuda.
Por eso, hoy compartiré contigo 3 cosas que debes recordar cuando sientas que no eres suficiente.
1. Ver las cosas desde una perspectiva más amplia
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Todos estamos destinados a nacer en un mundo imperfecto, lleno de decepciones y preguntas sin respuesta. Es natural, en estas circunstancias, preocuparse por el futuro.
Nos preguntamos si las cosas saldrán bien en nuestras vidas y en las vidas de nuestros seres queridos.
A menudo, tratamos de darle sentido a la vida basándonos en una perspectiva muy limitada, que es como intentar comprender la trama de un libro después de leer solo una página.
Una perspectiva que se limita a lo que podemos ver, sentir, tocar y explicar en ese mismo momento nos dejará insatisfechos y ansiosos por algo más profundo.
Una perspectiva más amplia, incluso eterna, nos enseña que el bien puede venir del mal, la fuerza puede venir de la debilidad y la alegría puede acompañar la tristeza.
Estamos llamados a superar obstáculos de diversa índole. Esto es necesario para que podamos cumplir el propósito de nuestras vidas. Cada desafío que enfrentamos aquí puede prepararnos para algo mucho más grande en el futuro.
Esta vida es un laboratorio para la eternidad: Aprendemos y crecemos, con el tiempo nos volvemos mejores, más sabios y más compasivos.
Las preguntas que nos angustian finalmente son respondidas, las injusticias de la vida finalmente se resuelven y lo que parecía imposible se convierte en realidad.
Entonces, trata de resaltar lo positivo y aférrate a la certeza de que vendrán cosas buenas. No podemos simplemente rehuir el miedo o perder la esperanza.
2. Un paso es suficiente
La vida debe vivirse un paso a la vez. Si somos pacientes, aprenderemos a dar un paso de fe tras otro.
En 1833, John Henry Newman estaba viajando a su casa en Inglaterra. Estaba enfermo y nostálgico cuando fue atrapado por un brote de malaria. Para empeorar las cosas, los vientos del este dejaron de soplar, se acercó la niebla y su barco quedó atrapado en el mar.
Newman añoraba su tierra, su hogar y estaba muy frustrado por la demora. Mientras estaba atrapado en el mar, su corazón se volvió al cielo.
En el pasado, el orgullo y el interés habían debilitado su fe. Pero, no en ese momento, se sentía desmotivado, y necesitaba consuelo y seguridad.
Estaba envuelto en la niebla y necesitaba una luz del cielo. Durante esos días en el mar, Newman escribió las palabras por las que sería recordado durante mucho tiempo:
Divina Luz, con esplendor benigno, alúmbrame.
Oscuras son la noche y la senda; mi Guía sé.
Muy lejos de Tu pabellón estoy,
y al hogar de las alturas voy. (Himno 48)
Con frecuencia, un paso es suficiente. Puede que estemos paralizados por el orgullo o el temor, sin querer dar otro paso a menos que sepamos exactamente a dónde nos dirigiremos. O, podemos trazar toda nuestra ruta, llena de puntos de referencia a lo largo del camino.
Establecer metas y tener determinación pueden mejorar nuestra vida y ayudarnos en nuestro progreso. Pero, como aprendió John Henry Newman, la paciencia y la resignación pacífica también son necesarias.
Pararse en el mar puede ser tan difícil como ser arrojado al mar. No siempre podemos poner en movimiento el barco de la vida según nuestra propia voluntad y obstinación. A veces, solo tenemos que esperar y vivir el presente.
Durante estas etapas de la vida, la inspiración y la belleza pueden nacer y la fe en lo eterno puede reavivarse.
Podemos encontrar consuelo en las palabras del salmista:
“Espera en Jehová; esfuérzate, y él alentará tu corazón. Sí, espera en Jehová”. (Salmo 27:14)
3. Eres una obra maestra en progreso
Una obra maestra es algo que demuestra talento, habilidad artística o una habilidad extraordinaria: un logro intelectual o artístico supremo.
Históricamente, una obra maestra representa la mejor obra de un artista. Es una prueba de que él o ella, después de años de perfeccionar un oficio, ha alcanzado la posición de maestro.
Sin embargo, cuando vemos, leemos o escuchamos una obra maestra, rara vez pensamos en el tiempo, el esfuerzo o incluso los errores que acompañaron su creación.
Ya se ha dicho que cada uno de nosotros es una obra maestra en progreso. Esta afirmación puede parecer cliché. Sin embargo, es algo que nos tranquiliza en esos momentos en los que nos sentimos cualquier cosa menos una obra maestra.
Es inevitable pasar por esos momentos. Incluso, aquellas personas que se ven perfectas, que por supuesto no lo son, también lo experimentan.
Todos tenemos fortalezas y debilidades, características y hábitos positivos y negativos.
Todos tenemos ocasiones en las que estamos, o no, en nuestro mejor momento.
Aunque nuestro pasado pueda estar marcado por errores y decepciones, nuestro futuro encierra la promesa de crecimiento y mejora.
Considera el siguiente consejo del élder Dieter F. Uchtdorf:
“Dios desea ayudarnos a cambiar todas nuestras debilidades por fortalezas con el tiempo, pero Él sabe que se trata de una meta a largo plazo…
“Muchos de ustedes son infinitamente compasivos y pacientes con las debilidades de los demás. Por favor recuerden también ser compasivos y pacientes con ustedes mismos”.
Ninguna obra maestra se crea de la noche a la mañana. Así que agradece los pequeños éxitos, las simples alegrías, los buenos momentos e incluso los momentos difíciles.
Cada una de estas vivencias es otra pincelada, otra estrofa, otra etapa en el camino hacia el producto final. Cada uno de ellos nos da experiencia, nos enseña y nos fortalece para lo que está por venir.
La vida es un proceso de cambio y mejora: Volverse un poco más bondadoso, un poco más fuerte, un poco mejor.
Así que ten paciencia con el proceso y recuerda que cada uno de nosotros es una obra de arte en progreso, una obra maestra en construcción.
Aquí te dejo un bonus:
“Cuando soy débil, entonces soy fuerte”
La Biblia registra que el apóstol Pablo tenía lo que él llamó “un aguijón en la carne”, una prueba o dificultad que lo ayudó a permanecer humilde y firme. Le pidió al Señor tres veces que se lo quitara, pero no pasó nada.
Sin embargo, Pablo llegó a ver el propósito divino en sus debilidades y adversidades, y declaró con gran sabiduría: “Cuando soy débil, entonces soy fuerte” (2 Corintios 12:10).
A veces, para cada uno de nosotros, el camino de la vida se parece a escalar una montaña empinada, llena de obstáculos y peligros. Sin embargo, estas dificultades no pretenden desviarnos ni desanimarnos. Su propósito es cambiarnos.
Si afrontamos nuestros desafíos con todo el coraje, la paciencia y la fe que tenemos, llegaremos a la cima de esta montaña y descubriremos algo importante: En el camino de la vida, el destino no es tan importante como aquello en lo que nos convertimos en el camino.
Desde una perspectiva elevada, nos daremos cuenta de que nuestras dificultades eran exactamente lo que necesitábamos para ser mejores y más fuertes.
Con frecuencia, convertirnos en nuestra mejor versión sucede debido a circunstancias desfavorables, y no a pesar de ellas. Nuestras mayores pruebas pueden convertirse en nuestros mejores maestros.
Fue esta verdad la que inspiró a un autor anónimo a escribir estas palabras:
“Le pedí a Dios fuerza para poder lograrlo.
Estaba muy débil como para aprender a obedecer con humildad.
Pedí salud para conseguir grandes cosas.
Recibí una enfermedad para conseguir cosas mejores.
Pedí riquezas para poder ser feliz.
Recibí pobreza para ser sabio.
Pedí poder para recibir los elogios de los hombres.
Recibí debilidad para poder sentir la necesidad de Dios.
Pedí todas las cosas para disfrutar de la vida.
Recibí la vida para poder disfrutar de todas las cosas.
No obtuve nada de lo que pedí, pero recibí todo lo que necesitaba.
Las oraciones que no pronuncié fueron respondidas.
Fui bendecido grandemente”.
Fuente: LDS Living