Una mañana de junio, la tragedia sacudió la vida de un grupo de jóvenes mujeres en Lesotho, África. Un accidente automovilístico cobró la vida de 15 personas, entre ellas seis adolescentes y cuatro líderes de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, quienes se dirigían a una actividad de Mujeres Jóvenes. 

Un mes después, bajo el sol del invierno africano, siete sobrevivientes se reunieron para recordar, llorar y, sobre todo, testificar de su fe en Jesucristo.

Una actividad esperada que terminó en duelo

Créditos: Jeffrey D. Allred, para Deseret News

La actividad nacional de Mujeres Jóvenes en Maseru, la capital de Lesotho, era una tradición. Las adolescentes del distrito de Maseru, compuesto por ocho ramas, se preparaban cada año para viajar desde distintas partes del país, aprender del Salvador, compartir con sus pares y disfrutar juntas.

Qolesoe Mokhosi, de 17 años, invitó a muchas amigas a unirse al viaje desde la rama Maputsoe. El entusiasmo era evidente. Veinte jóvenes, junto a líderes y conductores, subieron al bus rumbo a Maseru. Cantaron himnos y canciones de los álbumes de jóvenes, listas para una jornada inolvidable.

Pero en el trayecto, un automóvil que intentó adelantar en sentido contrario impactó al bus, lo que causó un accidente devastador. Algunos vehículos se incendiaron. En cuestión de segundos, la alegría dio paso al horror. Quince personas perdieron la vida.

Créditos: Jeffrey D. Allred, para Deseret News

Un mes después, las sobrevivientes aún luchan por sanar física y emocionalmente. Algunas permanecen hospitalizadas; otras, como Qolesoe, recuperan lentamente la movilidad entre vendajes y tratamientos.

“He sentido tristeza, culpa, depresión y esperanza”.

Las jóvenes compartieron cómo algunas sobrevivieron gracias a que otras cayeron sobre ellas durante el accidente, protegiéndolas del fuego. 

Nthabiseng Morasenyane, que aún usa un corset por lesiones en la espalda, compartió: 

“Tal vez no habría salido con vida si no fuera por eso”

Créditos: Jeffrey D. Allred, para Deseret News

Malehlohonolo Sekoala, de 14 años, confesó que le duele no haber visto a sus amigas salir de la van en llamas. 

“Duele mucho, sé que Dios tiene un plan. ¿Quién soy yo para luchar contra Él?”.

La música se ha convertido en un consuelo constante. Las jóvenes entonan himnos como “Secreta Oración” y canciones del álbum de jóvenes de 2024.  Sin necesidad de app o partituras, sus voces se unen para calmar el alma.

Setso’ana Selebeli extraña la voz de su hermana hospitalizada. 

“Nadie canta en casa ahora. Ella siempre lo hacía”.

En el hospital, Mapule Joyce Takane y Qolesoe comparten cuarto. Juntas estudian las Escrituras y completan gráficos de lectura del Libro de Mormón.

“Últimamente leemos en Moroni. Es como si él supiera lo que siento. Sus palabras son para mí. Me consuelan”.

De no creer en Dios a amarlo profundamente

Créditos: Jeffrey D. Allred, para Deseret News

Takane no creía en Dios. Pero al escuchar a su novio hablar de sus experiencias espirituales y luego conocer a su presidente de rama, su corazón se abrió. Hoy dice:

Solía pensar que amaba a Dios, pero ahora lo amo de verdad. Es mi prioridad”.

Antes del accidente ya se preparaba para recibir su investidura y asistir al templo en Johannesburgo. Ahora, su deseo es servir una misión. 

“Quiero acercarme más a Dios. Tengo que hacerlo”.

Las siete jóvenes coinciden en que su experiencia no ha sido común, y que muchos ahora las observan. Ante la pregunta de cómo han soportado tanto, su respuesta es unánime:

“Tener fe en Jesucristo. Amarlo con todo el corazón”.

Créditos: Jeffrey D. Allred, para Deseret News

El pasaje de Doctrina y Convenios 6:36 se ha convertido en un ancla: “Miradme en cada pensamiento; no dudéis, no temáis”.

¿Volverán a participar en actividades de Mujeres Jóvenes? 

“¡Sí!”.

Respondieron al unísono, antes de que siquiera terminaran de hacerles la pregunta.

“Dios sabía lo que iba a pasar y lo que pasará. No debemos tener miedo”.

Ninguna ha ido aún al templo, pero anhelan hacerlo para sentirse cerca de quienes fallecieron. Sienten el Espíritu al estudiar las Escrituras, y recuerdan cómo sus líderes insistían en leer a diario.

La muerte puede llegar en cualquier momento. Quiero aprender ahora”.

Unidas por la fe, movidas por el amor

Créditos: Jeffrey D. Allred, para Deseret News

Solo dos de las siete asistieron a la Primaria en su infancia. Ninguna nació en una familia Santos de los Últimos Días. Su conversión es reciente, pero profunda.

Qolesoe reflexionó: 

“Antes leía porque me decían que lo hiciera. Ahora lo hago y siento las Escrituras en mi alma. Las entiendo diferente. Más fuerte. Más real”.

Aunque cada una tiene sueños distintos, todas tienen un objetivo en común: servir una misión.

“Quiero que otros sientan lo que siento ahora. Dios vive. Está ahí siempre. En lo bueno y en lo malo”.

Para Qolesoe, la lección más profunda es esta: “Dios es verdaderamente misericordioso. Pase lo que pase, Él nos ama”.

Y con lágrimas sinceras pero esperanza firme, ofreció su consejo para todos:

“Aférrate a Él. Dios conoce el final del dolor. Solo sigue aferrándote a Él”.

Fuente: Church News