Ward Miller, un piloto de combate estadounidense, se estrelló en las fronteras de Corea del Norte durante la Guerra de Corea. Cuando Ward se eyectó del avión y cayó a tierra, se rompió los tobillos y fue capturado e interrogado por los soldados comunistas.
Después de varios meses de prisión, Ward pudo escapar. Él avanzó toda la distancia que pudo a pesar de su mala condición de salud hasta que la seguridad militar lo capturó nuevamente.
El soldado norcoreano que lo capturó, recibió la orden de ejecutarlo al instante. Cualquier otro soldado comunista hubiera seguido la orden sin cuestionarla, pero este él se resistió. Su fe no le permitió cometer tal acto.
Kim Jae Pil, el soldado que salvó a Ward, era, en secreto, un devoto cristiano a quien obligaron a enlistarse en un ejército bajo el régimen que estaba determinado a aniquilar a cualquiera que, al igual que él, tuviera otra religión o ideología diferente a la del gobierno comunista.
La fe de Kim sobrepasó las órdenes que había recibido y decidió proteger al soldado Ward Miller. Irónicamente, Ward se cuestionaba si había un Dios que escuchara sus oraciones.
Los dos eventualmente se volvieron amigos después de aprender a comunicarse y realizaron un milagroso escape a las tierras surcoreanas donde consiguieron su libertad.
Ward Millar eventualmente regresó a Oregon, su ciudad natal, con su esposa y su pequeño bebé. Su fe comenzó a crecer gradualmente.
Kim, lamentablemente, fue tratado por los soldados surcoreanos como un espía y lo mandaron a un campo de prisioneros de guerra en la Isla Geoje.
El campo estaba dividido en dos grupos hostiles: los simpatizantes comunistas y los guardias surcoreanos.
Mientras que los comunistas lo detestaban por considerarlo como un traidor y soplón, los guardias surcoreanos lo consideraban como un peligro para la seguridad nacional. Durante su estadía, fue acorralado y agredido, incluso por los soldados.
Posteriormente, fue liberado del campo de prisioneros y recibió una condecoración y una recompensa de parte del Ejército Estadounidense por haber salvado a un soldado norteamericano.
Después de varios años, Kim conoció a los misioneros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días en una transitada avenida en Corea del Sur, el país que ahora lo acogía.
Él nunca había escuchado algo sobre la Iglesia, pero recibió a los misioneros y sus enseñanzas, así como los principios únicos que compartían.
Cuando finalmente llegaron a la doctrina del templo, se sintió sorprendido por lo que aprendió sobre el matrimonio eterno, que podría ver a su familia nuevamente y sellarse todos para estar juntos siempre.
Esto le dio la esperanza de volver a ver a sus padres y a su hermana, que seguían atrapados en Corea del Norte y que probablemente jamás volvería a ver en vida.
Después de haber escuchado el mensaje de los misioneros, y haber tenido ese sentimiento de esperanza, el Espíritu conmovió su alma de una manera que nunca había sentido.
Él simplemente entendió que lo que había escuchado en ese momento era una profunda verdad. Él supo que había encontrado la manera perfecta de reunirse con su familia para siempre.
Kim se bautizó, fue un fiel miembro de la Iglesia, sirvió en el obispado y toda su familia continuó en el evangelio.
Esta historia está basada en hechos reales y se ha recopilado en el libro titulado “Praying with the Enemy”, escrito por Steven T. Collis.
Fuente: Moroni Channel y LDS Living