Cuando conocemos a personas con habilidades especiales, nos damos cuenta de que son seres de luz y que tienen mucho para enseñarnos.
Ese es el caso de Lara Weston, una mujer Santo de los Últimos Días, con síndrome de Down que inspira.
Lara terminó la escuela, se graduó de Seminario, recibió una bendición patriarcal, se invistió, sirvió en el coro de la Sociedad de Socorro y obtuvo un empleo.
A simple vista puede parecer que Lara siempre tuvo una gran fe en Dios. Sin embargo, no siempre fue así. Ella también tuvo desafíos para creer en Él.
En una reunión sacramental, Lara fue muy sincera al compartir su testimonio. Ella habló sobre el Señor y sus desafíos para creer en Él y entender por qué permitió que naciera con síndrome de Down.
Comenzó diciendo:
“En Juan capítulo 4 versículo 19 dice: ‘Nosotros le amamos a Él, porque Él nos amó primero’. Jesús siempre me amó. Él me amó cuando viví con Él en el cielo antes de nacer. Él creó este hermoso mundo para mí.
Jesús me amó tanto que me dio una familia maravillosa.
Amo a Jesús y al Padre Celestial porque me dieron abuelos y una familia que se preocupa por mí. Incluso, [me bendijo con] la mejor mamá y el mejor papá”.
Luego, agregó algo que me conmovió mucho:
“Me siento agradecida de que Jesús me amó tanto que me permitió venir a la Tierra con un cuerpo con síndrome de Down.
Solía pensar que tener síndrome de Down era algo malo. Pensé que me lo habían quitado cuando tenía 2 años y me operaron a corazón abierto.
Ahora sé que [el síndrome de Down] es una gran bendición. Sé que, si hago mi mejor esfuerzo, volveré a vivir con Jesucristo.
Jesús me ama e incluso cuando me equivoco, Él desea que esté con Él”.
Lara tuvo que atravesar por varias pruebas para creer en Dios y Su hijo, Jesucristo.
Antes de que su abuelo falleciera, le hizo una llamada. Él la amaba mucho y le preguntó si ella creía en Dios. Lara respondió que “sí”, pero eso no era cierto.
Cuando su abuelo murió, Lara se sintió mal por haberle mentido. Así que, comenzó a orar para saber si el Padre Celestial era real y como no obtuvo respuesta, dejó de hacerlo.
Más adelante, soñó con su abuelo y tuvo la oportunidad de decirle la verdad. Eso hizo que ella supiera que el Padre Celestial y Jesucristo eran reales.
Finalmente, Lara compartió una experiencia difícil, que tuvo durante su adolescencia, que la ayudó a volver a la Iglesia.
Cuando Lara vivía en Australia, debido a que su padre era presidente de la Misión Australia Adelaida, sufrió de bullying.
Unos compañeros de la escuela se burlaban de ella por tener síndrome de Down.
Un día, el élder Matsamora, que era asistente de su papá en la misión, la escuchó llorar. Entonces, habló con su mamá para decirle que él y su compañero la llevarían a la escuela al día siguiente. Ambos eran hombres muy grandes.
“Al día siguiente, los dos élderes me llevaron a la escuela y caminaron conmigo por el pasillo hasta mi aula de clases.
Hablaron con los compañeros que me habían estado molestando. Les dijeron que yo era su amiga y que debían ser amables conmigo.
Después de eso, las cosas fueron mucho mejor.
Creo que Jesús envió ayudantes especiales para que volviera a la escuela y me sintiera mejor allí. Así que, no me volvieron a molestar”.
Cuando Lara volvió a casa, en Estados Unidos, se hizo muy cercana a una familia de su barrio. Los amó tanto que les pidió que fueran sus “padres adoptivos”.
El amor era recíproco. Ellos la ayudaron a activarse en la Iglesia y gracias a ello, Lara pudo saber aún con más firmeza que Jesucristo la amaba.
“Lo más importante que tenemos es el amor. Jesucristo nos amó primero y nos amará para siempre. Yo lo amo”.
En nuestra vida siempre habrá momentos difíciles y nunca faltarán las pruebas de fe, tal como sucedió con Lara. Pero, lo que siempre debemos recordar es que el amor del Señor por Sus hijos siempre está presente e, incluso más, en los desafíos.
Fuente: Meridian Magazine