El sábado anterior al golpe del huracán Sandy, fui a la tienda de comestibles. No tenía necesidad de suministros de tormenta, pero sólo tengo el coche una vez a la semana y tenía que hacer mis compras regulares. Aunque esperaba que estuviera un poco llena, incluso temprano en la mañana, me sorprendió la gran cantidad de gente en la tienda y el nivel de ansiedad que estaban experimentando. El pasillo de líquidos estaba vacío de suministros. Los suministros más necesarios para la tormenta habían desaparecido y parecía que la mayoría de la gente se había resignado a vivir de refrescos y galletas por su tiempo de duración.
Pensé con gratitud en el agua que tenía en mi sótano, en los alimentos que pueden ser consumidos sin calentar, y en la estufa de campamento y el combustible listo para ser activado hasta que se acabara. Yo lo tenía sólo porque soy mormona, apodo popular para los miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Desde que me convertí en mormona a la edad de diecisiete años, me habían enseñado una y otra vez a mantener un suministro de alimentos, agua, artículos de higiene y otros suministros necesarios a la mano en caso de emergencia. Algunas personas se ríen de mí cuando me ven comprando grandes cantidades de sopa o suministros de higiene. Presumen que me estoy preparando para algún tipo de escenario apocalíptico, pero no es así. A través de los años hemos utilizado lo que compramos, utilizando lo que está almacenado y almacenando lo que está recién comprado, así que nada se desperdicia. Hemos dependido de esto durante el desempleo, durante las enfermedades que hacían desagradables o imposibles las compras, y durante las emergencias climáticas cuando las tiendas estaban cerradas o agotadas de lo esencial. Simplemente tiene sentido tener más comida a la mano de lo que vamos a comer esta semana, ya que la emergencia podría golpear el día anterior al día de compras.
Al día siguiente, mientras asistía a la iglesia, nos enteramos de que el plan de emergencia había sido activado a petición de la Iglesia. Mucho antes, nuestra congregación se había dividido en grupos geográficos, llamados bloques. (En el este, donde yo vivo, los bloques son realmente códigos postales). Cada “bloque” tenía un capitán. El capitán llamaría a las familias en su grupo esa noche para hacerles saber quién es él o ella y para averiguar si tienen lo que necesitan y si previeron algún problema en particular. Por ejemplo, en una congregación anterior, cuando se corría el riesgo de rotura de la presa, el capitán de bloque notó que yo no tenía coche en casa durante el día y que necesitaría transporte durante una evacuación.
Luego el capitán se ponía en contacto con cada persona de la lista cada doce horas para averiguar si teníamos electricidad, agua (muchos tienen pozos y no tienen agua cuando no hay electricidad) y alojamiento. Si nadie respondía, alguien venía a nuestra casa para asegurarse de que no estábamos echados enfermos o heridos en algún lugar, sin poder llegar al teléfono. Si evacuábamos, informábamos, para que alguien supiera dónde estábamos y que estábamos a salvo. Después de la tormenta, se compartía una lista de personas que no tenían electricidad para que otros pudieran intervenir para ayudar y los que podían se ofrecían para ayudar con los árboles y los sótanos inundados.
En muchas emergencias a gran escala, los medios de comunicación han tomado nota de la increíble organización de los mormones. Ellos saben dónde están sus miembros y cuáles son las necesidades. La Iglesia también interviene para satisfacer las necesidades locales de los que no son mormones. Trabajan con otras organizaciones, como la Cruz Roja, y con los gobiernos locales, para averiguar lo que se requiere. A menudo, los camiones de suministros están estacionados justo en las afueras de las zonas peligrosas con el fin de llevar comida y agua a las áreas afectadas con rapidez. Después del Sandy, la Iglesia respondió a los llamados de auxilio tanto de la Cruz Roja como de Caridades Católicas.
Después que lo peor del peligro ha pasado, muchos mormones se organizan como las Manos Mormonas que Ayudan, vistiendo camisetas amarillas o chalecos, y van a los barrios gravemente afectados. Buscan a cualquier persona de cualquier religión que necesite ayuda. Hacen trabajos de limpieza después de las inundaciones, cortan árboles caídos, y ayudan a mover elementos para tener seguridad. Nuestra congregación pasó una hoja de inscripción para los próximos siete fines de semana como voluntarios en la vecina Nueva Jersey, un proyecto que implicaría acampar y suministrarnos nuestros propios alimentos y agua, para que no se utilicen los ya limitados recursos locales, mientras se realizaba un duro trabajo físico. Nos enteramos de que otras congregaciones ya estaban pasando el fin de semana en albergues comunitarios preparando y sirviendo comidas proporcionadas por la Iglesia o excavando en otras áreas.
Justo antes de perder la energía eléctrica, la página de Facebook de la congregación tenía alegres actualizaciones de estado de los miembros que estaban jugando juegos de mesa, contando historias, y disfrutando de golosinas en las casas frías y oscuras. Al menos un adolescente fue voluntario en el refugio de la Cruz Roja. Todos sabíamos que tendríamos nuestras manos llenas en la mañana, pero por ahora, estábamos preparados y listos para aceptar la tormenta, aunque aterradora, como una aventura y experiencia de aprendizaje que se sumará a nuestros recuerdos de la mortalidad.
Nuestra familia estuvo sin electricidad ni agua durante cinco días. Venían a verificar de forma continua y se nos ofrecía agua, comida y lugares para alojarnos. Sin embargo, ya que podíamos salir de nuestra casa después de unos días, yo quería poner a prueba nuestras provisiones y nuestro plan para que estuviéramos preparados para los tiempos en que no pudiéramos salir de la casa. (Una tormenta de hielo hace unos años nos dejó atrapados en nuestros hogares durante casi una semana, pero teníamos flujo de agua y teléfono en esa casa). Es mucho más seguro poner a prueba su plan cuando no hay mucho en riesgo.
No nos quedamos sin comida ni sin agua, pero sí hice muchos cambios a mi plan de emergencia basándome en mi experiencia. La preparación para emergencias no es algo que se hace una vez y se olvida. Es un proceso constante de perfeccionamiento.
Al estar preparados, nos enfrentamos a la tormenta y las frustraciones de los inconvenientes de la tormenta sin temor. En realidad no importó que muchas tiendas cerca de nosotros estuvieran cerradas debido a la falta de electricidad o que tuvieran suministros limitados a la mano. Teníamos lo que necesitábamos y teníamos una red de apoyo si se hacía necesaria. También teníamos fe y la promesa de Dios de que si estamos preparados, no tenemos por qué temer. Fe y preparación, el plan de Dios para ayudarnos a superar cualquier prueba.
Este artículo fue escrito por:
Terrie Lynn Bittner