Es el domingo por la mañana y he terminado de comer mi desayuno. Decidí caminar al escuchar al coro del tabernáculo mormón en mi mp3. Después de mi caminata, me baño y me pongo la ropa que planché ayer. Me apresuro a la iglesia porque hoy enseñaré la clase de escuela dominical. Estoy preparado, pero hago un chequeo mental para asegurarme que tengo todo lo que necesito. Al fin, voy a la capilla, saludo a mis amigos, encuentro mi asiento regular y agarro un himnario.
Es posible que esta rutina sea muy similar a tu rutina y a la rutina de millones de miembros de la iglesia mormona en todo el mundo. Te aseguro que mi experiencia es muy diferente.
Estoy en una prisión federal
La jornada que me llevó a este lugar estuvo llena de pecados. Pero, estoy muy agradecido que no hay camino que sea demasiado escuro, situación demasiada dura, que impida recibir el rescate de la expiación. Soy la prueba viviente de esta verdad eterna. Iluminado por la esperanza de la divina invitación “venid a mí”, he sentido que mis cargas han desaparecido. A través de este rescate espiritual, he aprendido varias lecciones cambiadoras de vidas.
El pecado no tiene favoritos
En los ojos del mundo, comencé mi vida como un joven exitoso con una buena carrera. Soy un scout águila, un misionero retornado, y he tenido varios llamamientos. Tengo un título de la universidad. Simultáneamente, tengo un secreto – tenía una adicción a la pornografía.
Esta adicción comenzó como una curiosidad que fue facilitada por el contenido pornográfico virtual. Al igual que muchos que tienen esta adicción, escondí mi problema tras mi éxito mundano. Pensé que mis acciones no eran muy dañinas y que podría parar en cualquier momento. Con el tiempo, mis hábitos me llevaron a cometer una felonía.
“Ninguno puede servir a dos Señores”
Al enfrentar mi adicción, la escritura en Mateo 6:24 tomo un significado más profundo para mí. Sin saberlo, realmente entendí la advertencia del Señor. Mis pecados estaban agotando mi espiritualidad.
Los tumores cancerosos deben quitar los nutrientes del cuerpo para crecer. Muchos tumores, al igual que el pecado, están muy escondidos. Muchas veces, estos tumores son muy difíciles de detectar en el principio. De la misma manera, mis pecados me estaban quitando mis nutrientes espirituales. Sin embargo, un experto – un hermano que estaba cerca del espíritu santo – pudo detectar que estaba sirviendo al maestro incorrecto.
Durante mi primer día en un barrio en Inglaterra, mi presidente en el quórum de élderes me pidió si podíamos tener una pequeña entrevista. Le dije que sí y nos reunimos en la capilla varios días después.
Nos sentamos en un aula y comenzamos la reunión con una oración. Después de varias preguntas sobre mi familia, educación, intereses, me preguntó sobre mis llamamientos en la iglesia. Me acostumbré a evitar preguntas sobre mi lectura y oraciones personales y le dije que todo estaba bien.
Al fin de la entrevista, este hermano que solo había conocido por dos días me dijo algo que todavía recuerdo claramente: “Siento que tienes dificultades internas y que no estas suficientemente cerca del espíritu”. Me sorprendió. Por un momento, contemple el camino que estaba tomando y el daño espiritual que había recibido.
En el bus, después de la entrevista, tome mucho tiempo contemplando mi situación. Me di cuenta que cada paso que tomaba hacia las aguas sucias de la pornografía, dejaba atrás las “aguas vivientes” de Cristo. Estaba sirviendo a un maestro diferente al que nos protege, nos guía, y nos salva. A través de una experiencia dolorosa, aprendí que no podía servir a dos señores.
Lamentablemente, estaba estancado en mis pecados y no estaba listo para cambiar.
La expiación es aplicable detrás de las rejas.
Una vez tuve la oportunidad de participar en una maratón. Recuerdo la satisfacción que sentí al llegar a una estación de auxilio. En mi vida personal, he aprendido que el Señor pone estaciones de auxilio en nuestro camino. Me he dado cuenta que la ayuda (muchas veces en forma de advertencias) solo funcionan cuando las aceptamos. Cuando mi líder en el sacerdocio me ofreció ayuda, no tenia el deseo ni el valor para aceptarla. Como resultado, sus palabras no pudieron tomar raíces en mi corazón.
Mi adicción a la pornografía me llevó a la cárcel. Afortunadamente, mi historia no termino allí. Mis padres me buscaron; buscaron a su hijo pródigo. Mi padre me dijo que la reacción a mi situación determinaría mi futuro.
Bajo ayuda divina y varias oraciones, comencé a cambiar. Comencé a buscar las sendas iluminadas por aquel que salva, en vez de la pequeña luz de la pantalla de mi computadora. Irónicamente, tuve que ser encarcelado antes de poder romper las ligaduras del adversario y realmente ser libre.
A través de esta experiencia personal, aprendí que el arrepentimiento significa un cambio en cómo pensamos del pecado. Me convertí en un hombre feliz. Realmente sentí la libertad en mi corazón y en mi mente.
No puedo recalcar con eficacia el daño que la pornografía tiene en el alma. El repartir una hierba mala en el jardín floral que es nuestra mente. Al convertirse en una adicción, sofoca la luz dentro de ti. Las buenas nuevas de evangelio nos ensañan que la expiación no tiene límites. Con el Señor, todo es posible.
Los pequeños milagros existen en los lugares obscuros
La cárcel es un lugar obscuro. Afortunadamente, no tiene nada que ver con lo que dice Hollywood. Realmente, la falta de luz y esperanza fueron mucho más peligrosas. Sentí la obscuridad y la falta de esperanza sofocando mi alma.
Aprendí que el Señor siempre esta cerca de nosotros. Al acordarnos de él, puede aliviar nuestras cargas. Los pequeños milagros no quitan la adversidad. En realidad, nos ayudan a cargar nuestros pesares. Los pequeños milagros que tuve en la cárcel vinieron de la bondad de mis semejantes.
Antes de estar en la cárcel, estuve en una unidad de detención central con 30 presos. No puedo explicar mi temor, mi falta de esperanza, y el sentimiento que este no era mi lugar. Muchas veces quise cesar de vivir. Muchas oraciones fueron respondidas, y recibí un pequeño milagro a través de uno de los oficiales.
Este oficial era un miembro de la iglesia y traía un espíritu calmante al caos que me rodeaba. Una tarde, estaba sentado en mi celda, apesadumbrado con el peso de la depresión. El oficial mormón apago la televisión llenando nuestras celdas de silencio. Después de unos minutos, el puso un CD en el pequeño equipo de sonido y las voces angélicales del coro del tabernáculo mormón llenó todas las celdas cantando “Be Still My Soul”.
Esta música llenó mi alma de paz. En mi desesperación, el señor me mandó un pequeño milagro. Aunque me sentía tan solo en esa celda obscura, una gran paz se apoderó de mí.
Tenía miedo que los otros presos se quejarían de la música, pero pidieron que el oficial subiera el volumen. Este momento de paz se convirtió en una gran tradición para nosotros. Este tiempo fue un refugio espiritual para mí. Este milagro no quitó la adversidad, pero me dio fuerza para perseverar. Lo más importante fue que este tiempo creó un ambiente en cual podía sentir el amor de mi salvador.
Aprendí que siempre estamos cerca de Dios. No importa lo que hemos hecho, nuestro Padre Celestial anhela nuestro regreso. Aunque mis dificultades fueron creadas por mis propias decisiones, cuando empecé a cambiar encontré la ayuda divina a través de pequeños milagros que iluminaron mi alma.
El uso de la expiación nos brinda libertad
Aunque mi libertad física esta limitada por cercas y púas de metal, siento que estoy libre gracias al evangelio de Jesucristo y su expiación. Mi cautividad física tiene menos importancia al ser librado de las cargas del pecado. Las malas decisiones tienen grandes consecuencias, pero testifico que la expiación es más fuerte. El Señor puede cargar nuestras cargas si le damos el permiso.
Gracias a la esperanza del evangelio, no dejo que mi pasado ni mis alrededores dicten quien soy. He decidido seguir adelante con fe y compartir el evangelio aunque estoy en la cárcel. En este lugar, una clase de escuela dominical podría cambiar una vida para siempre.