Mi esposo sirvió como misionero en Managua Nicaragua hace ya 30 años. Desde el primer día de casados supe de su gran amor por la bella Nicaragua y su gente, han sido 30 años de escuchar sobre los santos de esas tierras, las historias de muchos de ellos pero sobre todo de los padecimientos que vivieron en el pasado a causa de la guerra, la historia de su fe ante ese tipo de adversidades siempre conmovió mi corazón.
En estos 30 años mi esposo ha tenido oportunidad de viajar en dos ocasiones a su Nicaragüita como él le dice con ternura, la última fue hace un mes, un viaje a donde iríamos los dos pero en último minuto tuve que quedarme en México a atender algunos asuntos laborales. Se fue mi esposo muy contento a su reunión de ex misioneros y tras una semana regreso a casa nuevamente lleno de historias felices por haber visto a sus compañeros, presidentes de misión pero sobre todo por haber vuelto a ver a muchos hermanos y conversos que siguen manteniéndose firmes y fieles.
A lo largo de los días que pasaron, encontré a mi esposo revisando su agenda misional y otros recuerdos de la misión, estaba un tanto triste y me dijo: ¿sabes? Nicaragua ha crecido mucho, todo está mucho mejor y la iglesia es fuerte, sin embargo, no hay un Templo todavía y los hermanos lo desean como pocas cosas, ojalá algún día podamos ver en Nicaragua un Templo y desde ese momento comencé a notar que en sus oraciones comenzaba a agradecer con más frecuencia las bendiciones que los santos en Nicaragua estaban recibiendo y las que el Señor seguramente tenía preparadas para ellos.
El domingo 1 de abril, la hermana Antonieta Molina de Loisiaga de Matagalpa, se despertó a las 3 de la madrugada con el sentimiento de que algo importante sucedería ese día para Nicaragua y luego con claridad tuvo el sentimiento de que el Templo de Nicaragua sería anunciado. Despertó a su esposo y le contó la clara impresión que había recibido. La hermana Antonieta se fue vestida de blanco a la capilla para escuchar la conferencia. Conforme los discursos pasaban, su esposo le decía que no sucedería pero ella con toda confianza le dijo que sería el anuncio final.
Y así ocurrió.
En cuanto el Presidente Nelson anunció el Templo de Nicaragua estallaron gritos de júbilo entre las congregaciones de aquel país ¡Nicaragua tendrá un Templo! La fe y sacrificio de los santos nicaragüenses han sido vistos por el Señor.
La historia de la hermana Molina fue compartida entre muchos hermanos y llegó hasta nosotros en México como testimonio de revelación y fe de todo un pueblo.
Mi esposo lloró y gritó como todo buen nicaragüense y la hermosa bandera de Nicaragua ondea en nuestro hogar desde aquel día.
Ahora los ex misioneros jóvenes y viejos que sirvieron en aquel país están planeando nuevamente reunirse para ir a unir sus manos en el trabajo del Templo, hay planes de acompañar a sus conversos a sus sellamientos, hay sueños, hay alegría entre todos, pero sobre todo, hay un sentimiento de agradecimiento y reverencia al Señor.
El ahorro para ese viaje ha comenzado y esta vez, bajo ninguna circunstancia me perderé de ir a la bella Nicaragüita.
Los milagros siguen siendo entre los hijos de los hombres porque Él vive y esta es Su iglesia.