Durante varios años, fui consejero en un obispado. Un consejero suele estar bastante relajado en la reunión sacramental porque el obispo tiene la responsabilidad final de arreglar las cosas si algo sale mal. Sin embargo, eso no pasa cuando el obispo no está.
Sucede que, un domingo, el obispo se encontraba fuera de la ciudad y el otro consejero y yo nos quedamos a cargo de la sacramental. Cuando ya era momento de que iniciara la reunión nos dimos cuenta de que no había pan. Pero, eso no era todo, ese día el Presidente de Estaca había llegado de visita. El otro consejero, le informó lo que sucedía y su respuesta me dejó pensando, dijo:
“Eso es malo, el propósito de la reunión es que los miembros puedan participar de la Santa Cena”.
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Con esa idea en mente, reflexioné un poco más sobre el significado de la Santa Cena. ¿Qué hubiera sucedido si la razón por la que no hubo pan no fue porque alguien se olvidó de traerlo, sino porque no hubo Expiación? Si no hubiese habido Expiación, ¿cuáles serían las consecuencias para cada uno de nosotros? ¿Hubiera importado si no hubiese existido un Salvador? Para entender el significado de esta pregunta, necesitamos preguntarnos si tenemos fe en Jesucristo.
¡Oh! Con respecto a la historia de la Santa Cena, afortunadamente conseguimos pan.
Triunfo sobre la muerte
Para explicar esta parte, haré referencia a un diálogo de la película “El Retorno del Rey”. Hay una gran escena en esta película en la que el personaje sabio y experimentado, Gandalf, le habla a un personaje inexperto y, por lo general, tonto llamado Pippin.
Ellos se encuentran en una ciudad que es atacada por un enemigo muy poderoso y parece que la ciudad y todo lo que hay en ella será destruido. En este momento de desesperación, Pippin recurre a Gandalf:
Pippin: No pensé que terminaría de esta manera.
Gandalf: ¿Terminar? No, el viaje no termina aquí. La muerte solo es otro camino, uno que todos debemos tomar. La cortina de lluvia gris de este mundo retrocede, y todo se transforma en cristal plateado, y entonces lo ves.
Pippin: ¿Qué? ¿Gandalf? ¿Qué ves?
Gandalf: Costas blancas, y más allá, un lejano campo frondoso, bajo un amanecer veloz.
Pippin: Bueno, eso no es tan malo.
Gandalf: No. No, no lo es.
Gandalf no temía a la muerte porque sabía que le esperaba algo mejor. Del mismo modo, si tenemos fe en el poder de la Expiación, no nos debe asustar qué pasará cuando se haya acabado nuestro tiempo en la tierra.
Todos resucitaremos por el sacrificio que Cristo hizo por nosotros y estaremos en un reino más glorioso que nuestra existencia ahora. Pero, si realmente tenemos fe, apuntaremos al reino más alto, o celestial. Eso nos lleva a la segunda parte de la Expiación, la oportunidad de la salvación.
El don divino de la Salvación
Seguimos con las analogías, esta vez hablaré sobre Charlie Brown y Lucy.
Había un tema recurrente entre ambos. Lucy, la vecina de Charlie Brown, le preparaba la pelota de fútbol para que la pateara y cuando Charlie corría para patearla, ella la apartaba para que él fallara. La siguiente vez, Lucy le diría a Charlie que pateara el balón, pero él se negaría al principio. Lucy diría, “solo patea la pelota, esta vez no la apartaré”. Charlie correría para patear la pelota y Lucy la alejaría.
Por eso necesitamos la segunda parte de la Expiación tanto como la primera: Todos somos insensatos en cierto grado. Como Charlie Brown, podemos sentirnos presionados a pecar por nuestros amigos o podemos ser lentos en aprender. El hecho es que todos nos equivocamos y pecamos.
Cada uno de nosotros que ha pecado necesita fe para actuar. Tal como dice en 2 Nefi 25: 23, “sabemos que es por la gracia por la que nos salvamos, después de hacer cuanto podamos”. Entonces, ¿qué debemos hacer? Debemos participar en buenas obras y arrepentirnos.
No queremos desperdiciar esta segunda oportunidad de la Expiación por ser insensatos que se equivocan y se rehúsan a arrepentirse. Como dijo Samuel, el lamanita:
“Aquel que se arrepienta no será talado y arrojado al fuego; pero el que no se arrepienta será talado y echado en el fuego; y viene otra vez sobre ellos una muerte espiritual; sí, una segunda muerte, porque quedan nuevamente separados de las cosas que conciernen a la justicia” (Helamán 14: 16 – 18).
Tener fe durante la mortalidad
Por supuesto, la fe no solo nos beneficiará en la vida venidera, sino que nos ayuda ahora.
¿Cómo podemos obtener fe y fortalecerla? Comencemos con lo que no será suficiente. A menudo, el Élder Quentin L. Cook cita al Señor Jonathan Sacks, el ex director rabino de las Congregaciones Hebreas Unidas de la Commonwealth de Inglaterra, que dijo:
“Si hay una cosa que las grandes instituciones del mundo moderno no hacen, es proporcionar significado. La ciencia nos dice el cómo, pero no el por qué. La tecnología nos da el poder, pero no nos puede guiar a cómo usar ese poder. El mercado nos da opciones, pero no nos instruye con respecto a cómo tomar esas decisiones”.
La ciencia, la tecnología y el mercado son cosas buenas, pero por si mismas, no pueden ayudarnos a tomar decisiones que nos ayuden a hacer que nuestra fe crezca. Entonces, ¿qué nos puede ayudar? El Élder David A. Bednar nos dio un consejo que no fue tan sorprendente para mí hasta que realmente lo consideré:
El Élder Bednar dijo:
El propósito predominante del plan del Padre Celestial es que Sus hijos lleguen a ser más como Él. Por consiguiente, Él nos brinda oportunidades esenciales para crecer y progresar. Nuestro compromiso de aprender y vivir de acuerdo con la verdad es cada vez más importante en un mundo que está “en conmoción” y que cada vez se vuelve más confuso e inicuo. No podemos pretender simplemente asistir a las reuniones de la Iglesia y participar en programas y de ese modo recibir toda la edificación y protección espiritual que nos permitirá “resistir en el día malo”.
El Élder Bednar continuó:
Si todo lo que ustedes o yo sabemos acerca de Jesucristo y Su evangelio restaurado es lo que otras personas nos enseñan o nos dicen, entonces el fundamento de nuestro testimonio de Él y de Su obra gloriosa de los últimos días está cimentado en la arena. No podemos confiar exclusivamente o valernos de la luz y el conocimiento del Evangelio de otras personas, aun de aquellos a quienes amamos y en quienes confiamos.
Cuando se trata de la fe, no podemos depender de la luz del Evangelio de los demás, debemos obtener esa luz por nosotros mismos. Esto requiere que estudiemos el Evangelio y oremos para obtener nuestro propio conocimiento. Esta es la única manera de fortalecer nuestra fe para darnos cuenta de que la Santa Cena y la Expiación realmente son importantes para nosotros.
¿Cómo has llegado a comprender la Expiación y todo lo que hace por ti? Comparte tu experiencia en los comentarios.