Perdonar duele.
Yo tuve que perdonar.
Perdonarme a mí misma.
Perdonar a los que me rechazaron.
Perdonar a personas que me lastimaron.
Perdoné a amigos.
Perdoné a familiares.
Perdoné a compañeros del trabajo.
Perdoné a personas de la Iglesia.
Porque todos somos humanos y nos equivocamos. Por eso, tenemos que aprender a perdonar. Si se puede, ¡ánimo!
Es tiempo de liberarnos de la amargura y las heridas del corazón. El Señor te va a ayudar en este proceso.
Perdonar
Es dejar de pensar en la falta que otra persona te hizo. Perdonar es entregarle a Dios los derechos que teníamos. Es entregar al Padre Celestial el dolor y permitir que sea Él quien se encargue.
Extender perdón es cargar con el pecado de la otra persona como Jesús lo hizo por ti.
Por eso, perdonar a veces duele
Perdonar no es olvidar
Será tu sanidad.
Recordarás la falta, pero ya no te dolerá.
Perdonar no es volver atrás.
Perdonar no es volver con la persona que te lastimó.
Perdonar no es permitir el maltrato.
Perdonar es recordar y no sentir dolor y disfrutar la vida que Dios te regaló.
Si no perdonas…
Estarás en una cárcel de donde no podrás salir.
La falta de perdón te encierra, te aburre y hace que tengas una vida triste.
Asimismo, te ata espiritualmente a la otra persona.
Por tu bien, debes perdonar, todos los días si es necesario.
Entrega a Dios…
Cada cuadro de dolor y pídele que se lleve la rabia, la amargura y la tristeza.
Dios quiere que seas libre y aunque te duela, quiere que tengas libertad.
Presenta tus sentimientos a Dios
Reconoce delante de Dios que tienes rabia, amargura. Llora, desahógate con Dios y pídele que te ayude a perdonar porque en tus fuerzas no lo vas a lograr.
Ya que, perdonar duele, no podrás hacerlo solo, necesitarás al Señor.
Dios se encargará
Te ruego que no tomes venganza por ti mismo, sino deja que Dios sea quien castigue; porque la Escritura dice:
“A mí me corresponde hacer justicia; yo pagaré, dice el Señor”.
Dios en su momento te ayudará. No tomes venganza tú mismo.
Perdonar 70 veces 7
Quizá perdones y te vuelvan a herir.
En aquel tiempo, se adelantó Pedro y preguntó a Jesús:
“Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces?”
Jesús le contesta:
“No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete”.
Así que vuelve el perdón un hábito diario.
Vive en libertad
Aun cuando perdonar duele, nos ayuda vivir en libertad. No pierdas tu vida odiando a otros. Recibe la libertad que Jesús puede darte y disfruta la vida en abundancia.
El presidente Gordon B. Hinckley enseñó…
En su discurso titulado, “El perdón”:
“En nuestra época, el Señor ha dicho en revelación:
‘Por tanto, os digo que debéis perdonaros los unos a los otros; pues el que no perdona las ofensas de su hermano, queda condenado ante el Señor, porque en él permanece el mayor pecado.
Yo, el Señor, perdonaré a quien sea mi voluntad perdonar, mas a vosotros os es requerido perdonar a todos los hombres’. (DyC 64:9–10)
El Señor nos ha hecho una maravillosa promesa al decir: ‘He aquí, quien se ha arrepentido de sus pecados es perdonado; y yo, el Señor, no los recuerdo más’. (DyC 58:42)
Son muchísimas las personas en estos días que no están dispuestas a perdonar y olvidar.
Hay padres y maridos que hacen llorar a sus hijos y esposas al seguir sacando a colación pequeños defectos que en realidad carecen de importancia, y también hay muchas mujeres que de pequeñas palabras o acciones sin mayor importancia hacen una tormenta en un vaso de agua.
Yo sé que este tema del que hablo es muy delicado. Hay criminales feroces que deberían ser echados en prisión. Hay delitos incalificables, tales como las violaciones y los asesinatos, que justifican la aplicación de severos castigos, pero hay quienes podrían ser salvados de largas y embrutecedoras condenas debido a un acto insensato.
De alguna manera, el perdón, acompañado del amor y de la tolerancia, logra milagros que no podrían acontecer de ninguna otra forma.
La gran Expiación fue el acto supremo del perdón. La magnitud de esa Expiación trasciende nuestra capacidad de entender completamente.
Lo único que sé es que en verdad aconteció y que fue tanto para mi provecho como para el de ustedes.
El sufrimiento fue tan profundo y la agonía tan intensa que nadie puede llegar a comprender que el Salvador se hubiera ofrecido como rescate por los pecados de toda la humanidad.
Por medio de Él obtenemos el perdón. Mediante Él recibimos la promesa cierta de que a todos se nos concederán las bendiciones de la salvación y de la resurrección de los muertos. Por medio de Él y de Su extraordinario y supremo sacrificio, se nos brinda la oportunidad, si es que somos obedientes, de la exaltación y la vida eterna.
Ruego que Dios nos ayude a ser un poco más bondadosos, a poner de manifiesto más tolerancia, a perdonar más, a estar más dispuestos a caminar la segunda milla, a mostrar más compasión hacia quienes hayan pecado, pero que hayan mostrado los frutos del arrepentimiento, a hacer a un lado viejas querellas y dejar de alimentarlas.
Fuente: La Iglesia de Jesucristo y Mi diario creativo con Jesús