Uno de los momentos más clave en la vida de todo joven es cuando se aproxima a servir una misión. Jamás olvidaré la gran ilusión y emoción que sentí al llenar mis papeles misionales. Sin embargo, también debo admitir que hubo momentos en los que me cuestioné: ¿Realmente estoy listo?

Si tú también estás luchando con esa pregunta mientras te preparas para ir al campo misional, déjame decirte que es normal. Incluso los grandes profetas tuvieron dudas como Moisés quien, luego de recibir el llamado de Dios de dirigir a Israel, dudó de su capacidad para lograrlo:

“Entonces dijo Moisés a Jehová: ¡Ay, Señor! Yo no soy hombre de fácil palabra, ni en el pasado, ni desde que tú hablas a tu siervo, porque soy tardo en el habla y torpe de lengua”. (Éxodo 4:10)

Nadie ha dicho que servir al Señor es fácil, pero aunque tengas dudas, lo más importante es hallar la fe para superarlas. Estas son diez preocupaciones más comunes de un futuro misionero junto con ideas que pueden ayudarte. 

1. ¿Confieso ahora o lo hago en la misión?

presidente de estaca
Si hay algo que debas confesar, hazlo ahora. Imagen: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días

Esta es posiblemente una de las preguntas más polémicas y debatibles en la mente de un futuro misionero. Sin embargo, el consejo del Señor es claro:

“Hoy es el tiempo y el día de vuestra salvación; y por tanto, si os arrepentís y no endurecéis vuestros corazones, inmediatamente obrará para vosotros el gran plan de redención”.

La misión es una mejor experiencia cuando tienes la paz mental de una vida en orden con el Señor. Si hay algo que debas confesar, hazlo ahora. El pesar que sientas al hacerlo no se compara con tu carga emocional al saber que tienes pendientes por resolver con Dios.

Si escoges esperar hasta la misión para confesar, es como si estuvieras escondiendo tus pecados, y el Señor nos da esta advertencia:

“¡Ay de aquellos que procuran con afán esconder sus designios del Señor!… He aquí, dice el Señor de los Ejércitos, les mostraré que conozco todas sus obras”.

2. ¿Y si me llevo mal con mi compañero(a)?

El amor que expreses a tus compañeros te definirá como discípulo de Cristo. Imagen: Más Fe

Como misionero retornado puedo asegurar que aunque no todos los compañeros serán tus mejores amigos, pero sí aprenderás mucho de ellos. Servir junto a alguien con quien difieres es una oportunidad para aprender a amar como Cristo, incluso cuando no es fácil.

“Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado… En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tenéis amor los unos por los otros”. (Juan 13: 34-35)

El amor que expreses a tus compañeros incluso cuando no te lleves bien con ellos te definirá como discípulo de Cristo. Si tienen diferencias, actuar con humildad y comunicarte sinceramente siempre será la mejor opción.

3. ¿Y si no hablo el idioma?

Puede que la misión te requiera aprender un nuevo idioma, pero ¿y si no logras aprender ese idioma antes de llegar al campo misional? Para eso está el mejor intérprete: el Espíritu.

Si te preocupa tu falta de dominio del idioma en el que servirás, recuerda la promesa que el Señor extendió:

“Abrid vuestra boca y será llena, y seréis como Nefi el de antaño, que salió de Jerusalén al desierto”.

Haz tu parte estudiando, practicando y orando con fe por el don de lenguas y el resto lo hará el Señor. Incluso si no dominas el idioma, recuerda que hasta el más sencillo gesto de amor vale más que mil palabras juntas.

4. ¿Y si no bautizo a nadie?

El éxito misional no se mide por la cantidad de bautismos. Imagen: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días

Muchos tienen la idea de que una misión exitosa es una en la que hayas bautizado a varias personas y familias. Pero aunque escuches lo contrario, la realidad es que el verdadero éxito no está en la cantidad.

El élder Dieter F. Uchtdorf enseñó:

“El Señor nunca ha exigido esfuerzos misionales de expertos ni perfectos, sino que el Señor requiere el corazón y una mente bien dispuesta”.

Tu misión puede bendecir generaciones aun cuando no lo veas. Más que bautismos, tu verdadero éxito como misionero radica en cuántas personas ayudas a sentir el amor de Cristo, incluyendo a ti mismo.

5. ¿Qué pasa si no sé enseñar bien?

La iglesia en la India
El mejor maestro en el campo misional es el Espíritu.

No necesitas un vocabulario elocuente para ser un buen maestro. El mejor maestro en el campo misional es el Espíritu, así que déjate guiar por Él.

El élder Richard G. Scott, del Cuórum de los Doce Apóstoles, declaró:

“Su capacidad de enseñar mejora por la dirección que reciben del Espíritu Santo”.

Si te preparas cada día buscando con humildad la guía del Espíritu, Él compensará con Su poder lo que le haga falta a tus palabras. Eso es enseñar a la manera del Salvador.

6. ¿Y si me cuesta la disciplina?

Sí, lo sé, la rutina misional puede sonar abrumadora, pero aunque al principio te cueste acostumbrarte a ciertos hábitos misionales, trata de ser disciplinado poco a poco. Mientras te esfuerzas, puedes decir así como Nefi:

“Iré y haré lo que el Señor ha mandado”. (1 Nefi 3:7)

Aunque te cueste ser obediente al pie de la letra, tu voluntad de obedecer es un buen punto de partida. Incluso pequeños cambios diarios pueden ayudarte a adaptarte al ritmo misional.

7. ¿Qué hago si extraño mucho a mi familia?

familia; familia en el templo
Si extrañas mucho a tu familia, ora por ellos y para sentir el consuelo y la fortaleza del Señor. Imagen: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días

Durante mi misión, sobre todo al inicio, sentí nostalgia y extrañé a mi familia. Sentir eso es normal, pero recuerda que al dejar a tu familia, los estás encomendando al Señor mientras tú sirves a Sus hijos.

Los hijos del rey Mosíah tuvieron que separarse de su padre e incluso entre ellos para predicar el evangelio. Sin embargo, pese a la lejanía, el Señor los fortaleció:

“Y sucedió que cuando hubieron llegado a las fronteras de la tierra de los lamanitas, se separaron unos de otros, confiando en el Señor en que se volverían a reunir”. (Alma 17:13)

Si extrañas mucho a tu familia, ora por ellos y para sentir el consuelo y la fortaleza del Señor.

8. ¿Y si me desanimo rápidamente?

En algún momento, todos los misioneros sienten desánimo, pero se puede superar con la ayuda del Señor.

En algún momento, todos los misioneros sienten desánimo y tú no serás la excepción. Pero en esos momentos, recuerda lo que el Señor prometió:

“Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. (Mateo 28:20)

El desánimo desaparecerá a medida que busques al Señor en oración y recuerdes que Él trabaja a tu lado. Tu misión es un llamado a experimentar la compañía constante del Maestro y Él te ayudará a vencer todo desánimo.

9. ¿Si no soy lo suficientemente espiritual?

¡No te confundas! La misión no es para perfectos sino para dispuestos. Aunque no te sientas demasiado espiritual, puedes trabajar en eso día a día tratando de vivir y actuar como lo hizo Jesucristo.

Predicad mi Evangelio enseña que:

“Como misionero, y durante toda su vida, es esencial que se esfuerce por tener los atributos semejantes a los de Cristo”.

Si te esfuerzas por cultivar los atributos de Cristo cada día, el Espíritu hará el resto.

10. ¿Y si al regresar no soy lo que todos esperan de mí?

La misión no te cambia de la forma en que los demás esperan, sino de la manera que el Señor desea. Imagen: Midjorney

Quizás esa sea la pregunta más seria de todo futuro misionero, pero la misión no te cambia de la forma en que los demás esperan, sino de la manera que el Señor desea. Él ha dicho:

“Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas”. (Juan 8:12)

Si lo sigues con sinceridad, volverás siendo tu mejor versión. Alguien más compasivo, más fuerte y más como el Salvador.

El Señor no te llama porque ya seas perfecto, sino porque en la misión te ayudará a llegar a serlo. Cuando eliges servir al Señor, estás siendo parte de algo eterno y eso, más que cualquier temor, lo cambia todo.

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