3 maneras en las que el Libro de Mormón te hará sentir que todo estará bien

EL LIBRO DE MORMÓN

¿Qué sentiste la primera vez que le preguntaste a Dios si El Libro de Mormón es verdadero?

Para Sofía, la respuesta llegó cuando menos lo esperaba.

Su padre las había abandonado, su mamá estaba desempleada y su hermanita de cinco años sufría de serios problemas en los huesos.

Imagina que tienes 19 años, se acerca la navidad, estás intentando hallarte a ti misma y de pronto sientes que todo lo que creías perfecto se derrumba.

Sofia solo quería sentir que todo saldría bien.

Los misioneros tocaron su puerta 3 semanas después y ella se aferró a esa esperanza como nunca antes se había aferrado a algo.

Comenzó a asistir a todas las actividades, se relacionó con amigos de la Iglesia, se bautizó y comenzó a apoyar a las mujeres jóvenes.

Sin embargo, nunca preguntó directamente si El Libro de Mormón realmente es la palabra de Dios.

Cinco años después, su vínculo social con la Iglesia no fue suficiente para sostenerla en momentos muy complicados. Abandonó los convenios que hizo al bautizarse y se inactivó.

Trece años más tarde, los misioneros la volvieron a encontrar.

Entre lágrimas, ella replicaba: “Es que yo nunca supe si todo esto es verdad, élderes, yo nunca lo supe, solo quiero sentir que todo estará bien”.

Esa tarde, 18 años después de su bautismo y leyendo El Libro de Mormón, Sofía recibió su respuesta.

Toda buena dádiva viene de Cristo

El Elder Santana la miró y preguntó:

Después de la separación de sus padres, ¿Qué significó para usted que los misioneros tocaran su puerta?

Sofía, con la voz entrecortada, respondió: “ellos fueron nuestro regalo, fueron mi regalo de Navidad”.

Los misioneros abrieron El Libro de Mormón y le pidieron que leyera en voz alta:

“Y quisiera exhortaros, mis amados hermanos, a que tengáis presente que toda buena dádiva viene de Cristo” (Moroni 10:18)

            “¿De quién vino ese regalo, hermana?” – preguntaron los misioneros

“Fue un regalo de Cristo” – respondió.

Yo soy Dios; y soy un Dios de milagros

Pese a su respuesta, ella comenzó a mover la cabeza y dijo: “La vida me ha golpeado tanto, no creo que vuelva a ver un milagro así en mi vida, Dios ya me dio un regalo y lo desprecié”.

Los élderes la miraron con ternura y le pidieron que lea:

 “Porque he aquí, yo soy Dios; y soy un Dios de milagros; y manifestaré al mundo que soy el mismo ayer, hoy y para siempre” (2 Nefi 27:23)

Hubo silencio. Después, ellos preguntaron: ¿Usted cree que esto es verdad? Ella no respondió por un buen tiempo y comenzó a sollozar.

He aquí, por estos he dado mi vida

Los élderes solo permanecieron callados, observándola.

Ella levantó la cabeza y preguntó: ¿Entonces podré ser perdonada? ¿Dios me perdonará por haber rechazado el regalo que me dio?  

 Ellos sin pronunciar palabra, le entregaron el libro y Sofía leyó:

Por tanto, al que se arrepintiere y viniere a mí como un niño pequeñito, yo lo recibiré (…). He aquí, por estos he dado mi vida, y la he vuelto a tomar. (3 Nefi 9:22)

Una chispa de esperanza nació en los ojos de Sofía, no pudo contenerse y comenzó a llorar como una niña pequeñita.

Los élderes preguntaron: ¿Siente usted que todo lo que ha leído es la mismísima palabra de Cristo?

Sofía finalmente respondió:

“Después de 18 años, sé que el libro es real, lo sé hasta lo más profundo de mi ser”.

Cuéntanos, ¿Lo sabes hasta lo más profundo de tu ser?

 

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