Cuando somos bendecidos con el poder y la paz que las investiduras del templo nos brindan, realizamos la promesa de seguir los siguientes convenios con el Señor:
- La ley de la obediencia
- La ley de sacrificio
- La ley del Evangelio
- La ley de castidad
- La ley de consagración
Todos estos convenios, un acuerdo sagrado entre Dios y una persona, son realizados durante nuestras investiduras, una de las experiencias más sagradas para los Santos de los Últimos Días en el templo, la Casa del Señor.
1. La ley de la obediencia
En la ley de la obediencia hacemos convenio de obedecer al Señor y Sus leyes.
Necesitamos tiempo y experiencia para tener una obediencia como la de Nefi. Él no murmuraba ni se demoraba en obedecer. Si alguna vez hubo un ser humano que ejemplificara la obediencia, definitivamente sería Nefi.
De manera obediente dejó Jerusalén con su padre y recorrió el camino ida y vuelta para recuperar las planchas de bronce.
Reconociendo la voz en la cual confió, la del Espíritu Santo, obedeció y mató a Labán; y tampoco dudó cuando el Señor le mandó realizar un nuevo registro. Construyó un barco, y cuando el Señor se lo mandó, se separó de Lamán y Lemuel y de aquellos que los seguían.
Él literalmente vivió las siguientes palabras:
“Porque así me lo ha mandado el Señor, y yo debo obedecer”. – 2 Nefi 33:15
Lo hizo una y otra vez hasta el final de sus días. Si necesitamos alguna ayuda para trabajar con nuestra obediencia, Nefi nos da un patrón a estudiar y seguir. Esta obediencia nos protegerá del enemigo.
2. La ley de sacrificio
En la Guía para el estudio de las Escrituras, se define al sacrificio de esta manera:
“Renunciar a algo o sufrir la pérdida de lo mundano por el Señor y Su reino”.
Esto es algo maravilloso, ¿de qué otra manera podríamos demostrar nuestra devoción, discipulado y voluntad?
No podemos obtener el poder de las investiduras del templo o las bendiciones de ser miembro del reino de Dios sin sacrificios significantes de nuestra parte.
José Smith declaró:
“Una religión que no requiere el sacrificio de todas las cosas, nunca tiene el poder suficiente con el cual producir la fe necesaria para llevarnos a vida y salvación”.
El sacrificio de todas las cosas cultivará e incrementará una interminable fe en Cristo de una forma en que, mediante la gracia de Cristo, los méritos y misericordia, seremos exaltados.
Al final, todo sacrificio que hagamos por Jesucristo y Su evangelio dejarán de parecernos sacrificios en comparación con el gozo que recibimos al seguirlo.
3. La ley del Evangelio
Cuando Jesucristo vino a la tierra, Él consumó la Ley de Moisés y estableció una ley más elevada.
La Ley del Evangelio es la ley más elevada que Jesucristo instituyó. Esta ley esta conformada por otras más, pero todas juntas comprenden la Ley del Evangelio.
Esta ley nos protege del mundo y sus enfermedades, tales como la depresión, la cual podemos afrontar al cumplir otras leyes, como la Palabra de Sabiduría, que nos ayuda a no ser llevados por un camino de oscuridad e inseguridad.
4. La ley de castidad
Cuando vivimos la ley de castidad, el Señor nos brinda protección, nos mandará al Espíritu Santo, o a otras personas, a advertirnos de los posibles problemas que puedan venir y amenacen nuestra moralidad.
Muchas personas toman la decisión de comenzar una vida sexualmente activa antes del matrimonio. Esto, a largo y corto plazo, afecta negativamente el estado emocional y mental de aquellas personas.
Cuando dejamos de lado esta sagrada ley, la lujuria toma poder sobre el verdadero amor sobre el cual debemos edificar nuestras relaciones.
El élder Holland enseñó:
“La lujuria, por otro lado, no es para nada piadosa y celebra la autocomplacencia. El amor trae consigo manos extendidas y un corazón abierto; la lujuria sólo trae consigo un apetito voraz”.
5. La ley de consagración
La ley de consagración nos pide algo más que “lo que nos sobra”, nos pide la totalidad de nosotros mismos, nuestro tiempo, nuestros talentos y todo con lo que somos bendecidos.
Jesucristo se humilló totalmente y nosotros estamos invitados a hacer lo mismo al unirnos a Él en convenio y usar la Expiación de Jesucristo para vencer al mundo.
En el proceso nos convertimos en seres consagrados y santificados capaces de vivir una gloria celestial.
Los convenios de las investiduras en el templo no crean una relación monótona con Dios, sino, una relación directamente relacionada con Él.
No se trata simplemente de una relación verbal ni tampoco estamos simplemente comprometidos con Él, nosotros le pertenecemos por convenio.
Estamos unidos y sellados el uno al otro. Somos Suyos y podemos confiar en que Él es nuestro poderoso Dios.
El presidente Nelson enseñó:
“Cuando hacemos un convenio con Dios, abandonamos el terreno neutral para siempre. Dios no abandonará Su relación con aquellos que han forjado tal vínculo con Él. De hecho, todos los que han hecho convenio con Dios tienen acceso a un tipo especial de amor y misericordia. En el idioma hebreo, ese amor del convenio se llama hesed (חֶסֶד)”.
Las leyes de las investiduras del templo nos brindan protección contra el enemigo de nuestra alma y nos ayudan a progresar en nuestra jornada en esta vida.
Mantener un convenio de por vida puede ser difícil, pero la recompensa lo vale todo y mucho más.
El Señor está de acuerdo en darnos más de lo que nuestras mentes pueden comprender.
Fuente: Meridian Magazine