Debido a que la pandemia de COVID-19 sigue en pie, todavía hay lecciones que continuamos aprendiendo. A pesar de lo frustrada que me he sentido en estos últimos cinco meses, también me han asombrado las lecciones que he recibido de esta pandemia, aún a mis 65 años.
Permítanme compartir con ustedes lo que aprendí, debo recalcar que creo que todos podemos permitir que esta pandemia nos ayude en nuestro propio crecimiento espiritual, podemos considerarla como una fuente de lecciones que podemos aplicar en nuestra vida.
Estas lecciones para mí han variado desde ajustes en mi almacenamiento de alimentos hasta aprender a servir y ministrar a los demás mientras me distancio socialmente.
Hoy me gustaría hablar sobre una sola lección que aprendí en este tiempo: ¿Cómo poder enfrentar el miedo que viene de esta pandemia?
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El Miedo
El otro día, llamé a una vieja amiga para ponernos al corriente y hablar sobre cómo resolveríamos los problemas del mundo. Solíamos salir a almorzar periódicamente, pero desde la pandemia, hemos reducido nuestras visitas a una llamada telefónica ocasional.
En el proceso de desahogar nuestras frustraciones por la cuarentena, ella me preguntó: “¿Recuerdas que cuando éramos niñas teníamos el drama de tiranos al piso, agacharnos y cubrirnos [de los atentados]? ¿Recuerdas que todos querían construir refugios antiaéreos?”.
Por supuesto, ¡claro que lo recordaba! ¡Incluso de pequeña era lo suficientemente inteligente como para darme cuenta de que esconderme debajo de mi pequeño escritorio en la escuela no me iba a salvar de una bomba atómica!
Luego hablamos sobre el estado del mundo (particularmente de los Estados Unidos) y la forma en que trata de poner una curita sobre una pierna rota. En nuestros esfuerzos por solucionar el problema, hemos perdido de vista todo sentido común.
No me malinterpretes, hay un problema real y deberíamos hacer todo lo posible para encontrar una solución. Desafortunadamente, nuestro miedo ha reemplazado a la ciencia y al sentido común.
Después de la conversación telefónica con mi amiga, leí esto:
“Después del [atentado del] 11 de septiembre, la seguridad física se convirtió en una obsesión nacional, especialmente en los aeropuertos, en donde la Administración de Seguridad en el Transporte revisaba a innumerables abuelas en busca de posibles explosivos. Mi colega Jim Fallows se refirió repetidamente a esta bonanza despilfarradora como una “pantomima de la seguridad”.
El COVID-19 ha vuelto a despertar el espíritu estadounidense de una ansiedad mal dirigida, inspirando a las empresas y familias a obsesionarse con los rituales de reducción de riesgos que nos hacen sentir más seguros, pero que en realidad no hacen mucho para mitigar el riesgo incluso cuando aún están permitidas actividades más peligrosas. Esta es la pantomima de la higiene”. –Derek Thompson, The Atlantic, 27 de julio de 2020).
El punto del Sr. Thompson fue que estamos invirtiendo grandes cantidades de dinero, tiempo y esfuerzo limpiando todo lo que podemos tocar en lugar de concentrar nuestra energía en controlar cómo se propaga realmente el COVID-19, que es por partículas de aire.
Es la naturaleza de los seres humanos tener miedo. Un peligro que ni siquiera podemos ver, como el COVID-19, puede ser aterrador. ¿Cómo podemos luchar contra algo que no podemos ver? El ejército desarrolló lentes para poder ver en la oscuridad por esta misma razón. No podían luchar contra lo que no podían ver.
Del mismo modo, es simplemente ilógico pensar que podamos pasarnos todo el día con microscopios a la mano para analizar las cosas que tocamos y el aire que respiramos para protegernos de este virus mortal. A cambio, nos encontramos usando pañitos desinfectantes por toda superficie que tocamos.
El miedo es real y es una muy buena lección que podemos aprender en medio de una pandemia. Eso significa que debemos aprender a controlar nuestro miedo antes de que éste comience a controlarnos. No es un objetivo fácil. Debo admitir que en los primeros días de esta pandemia, desinfecté todo lo que encontraba a la vista.
Luego, para evitar las risas y las burlas de mi esposo que sabía antes que yo que me había excedido un poco, comencé a desinfectar la casa después de que él se iba a dormir. Sin embargo, a medida que la información sobre cómo se propaga este virus se hizo más evidente, mis esfuerzos de desinfección se hicieron menos frecuentes.
Quedó claro que el distanciamiento social es mucho más importante para mantenernos a salvo. Fue necesario que cambiara mi manera de pensar para evitar que el miedo me hiciera poner una curita sobre una pierna rota.
Todavía me sigo esforzando para controlar mi miedo. Ésta puede ser la lección más difícil que pude aprender. Mi mayor temor es que mi esposo o yo nos enfermemos (con cualquier cosa, no necesariamente con COVID-19) y muramos solos en un hospital debido a las restricciones de la cuarentena.
Francamente, este pensamiento me paraliza de puro terror. Estoy trabajando en ello porque el miedo es real.
Conversaciones difíciles y decisiones difíciles
Esta lección sobre el miedo me ha hecho reevaluar en diferentes ocasiones durante los últimos cinco meses qué tan “segura” deseo estar. Mi esposo cumplirá 78 años en septiembre y yo cumpliré 66 en diciembre. Cuanto más dure esta pandemia, mayor será el porcentaje que tiramos por la ventana de “lo que nos queda de vida” .
¿Qué tan seguros queremos estar?
En algún momento, tenemos que sopesar si es más importante tener a un nieto en nuestro regazo o estar solos hasta que fallezcamos.
Queremos proteger a nuestros nietos para que no contraigan el coronavirus, pero ¿los estamos privando de la experiencia de tener abuelos en el proceso? Y si mantenemos contacto con nuestros nietos, ¿estamos siendo egoístas al querer pasar tiempo con ellos? ¿Cuál es el punto medio? Estas han sido conversaciones reales que he tenido con mi familia.
Todos los veranos organizo un “Campamento de abuelitas” para nuestros nietos, que incluye actividades de una semana y una reunión de primos. Fue una decisión difícil cancelar campamento de abuelitas este verano. En un par de semanas, quizá podamos reunirnos en un parque para un picnic siguiendo el distanciamiento social adecuado.
Esta fue una decisión difícil para toda nuestra familia. Todos queremos proteger a nuestros seres queridos y respetamos el derecho de cada familia de proteger a sus hijos de la mejor manera que pueden y, en ultima instancia, ninguno de nosotros sabe con certeza cómo hacer eso.
Una vez más, no podemos luchar contra lo que no podemos ver. Solo tenemos que escuchar la información que se nos ha dado, evaluar nuestras circunstancias y tratar de usar la ciencia, el conocimiento, el sentido común y las impresiones de espíritu para gobernar nuestras decisiones en lugar de dejar que el miedo lo haga.
El lado positivo de las cosas
Si algo bueno sale de COVID-19, serán las lecciones pandémicas que aprendamos, espero que estemos prestando atención.
El Espíritu Santo está aquí para guiarnos y protegernos. Él nos guiará todos y cada uno de los días de esta pandemia si tan solo estamos prestos a escucharlo y a aprender las lecciones de este tiempo singular.
Fuente: Ldsblogs.com