Creo que soy un humano bastante típico. No me gusta el cambio.
Hace algunos años, mi esposa y yo vivíamos en el área de la bahía de San Francisco. No podíamos pagar los precios astronómicos de vivienda. Sin tener la intención de idear un plan ingenioso para sobrevivir sin una vivienda que fuera nuestra o la alquiláramos, nos topamos con la oportunidad de cuidar casas de otros durante nuestros años en el área de la bahía.
Cada 3 – 6 semanas nos mudamos a una casa diferente. En menos de 30 meses, vivimos en aproximadamente 25 casas diferentes en casi una docena de ciudades diferentes, desde Mountain View hasta Palo Alto y desde Belmont hasta San Carlos y todo lo demás.
Guardamos la mayoría de nuestras pertenencias personales en almacenes. Solo llevábamos con nosotros lo que podíamos guardar en dos autos pequeños. Todo eso se complicó más cuando adoptamos a nuestro primer hijo, cuando básicamente estábamos sin hogar, y las pertenencias que teníamos que transportar se multiplicaron por dos. Todavía no estoy seguro de cómo funcionan las matemáticas en eso.
Claro, aprendimos mucho sobre estilos arquitectónicos de vivienda, esquemas de decoración de interiores y el ambiente de varios barrios y ciudades. Pero, para el momento en que descubrimos dónde estaban todos los interruptores de luz en cada casa, cuánto esperar por el agua caliente, dónde evitar las grietas en la acera y cómo andar en la oscuridad en la casa de otra persona, ya estábamos partiendo hacia nuestra próxima aventura.
Los científicos nos dicen que las nuevas experiencias y los desafíos son muy importantes para la salud de nuestro cerebro. Cuando nos encerramos en los patrones y la monotonía, nuestro cerebro comienza a eliminar conexiones neuronales. Solo al experimentar el cambio y la novedad podemos desarrollar nuestro cerebro, crear nuevas conexiones y crecer.
El cambio duele.
También te puede interesar: Cuando los desafíos parecen venir en los peores momentos de nuestra vida
Cuando hacemos cambios en nuestro cerebro, las conexiones antiguas literalmente se rompen y otras nuevas se forman. Si alguna vez tuviste una experiencia de aprendizaje intensivo y, después, te sentiste cansado física y mentalmente, es porque el cerebro ha trabajado mucho.
Asimismo, incluso, mientras hacemos cambios, los patrones antiguos son sumamente persistentes. ¿Alguna vez intentaste romper un viejo hábito solo para descubrir que días, semanas o meses después, la lucha sigue ahí? El cerebro se aferra fuertemente a los patrones “viables” del pasado.
El esfuerzo de crear nuevos patrones y conocimientos en nuestros cerebros requiere trabajo constante.
El cambio geográfico regular que mi esposa y yo experimentamos puede haber sido una bendición para el pensamiento innovador. Después de algunos meses sentí que me había llenado de cambios. Deseaba normalidad y estabilidad.
Ahora, he estado cómodamente instalado en mi propia casa durante más de 10 años. Cada vez que alguien me pregunta si me gustaría mudarme, le digo: “¡De ninguna manera!” Si llegara la llamada para regresar a Misuri, podría estar en el último vagón.
El cambio es difícil. Como humanos caídos, nos gusta la estabilidad, la monotonía – sin cambios.
Entonces, cuando leí acerca del cambio revolucionario y revelador que ocurrió en la Iglesia primitiva para invitar a los gentiles al redil, sentí simpatía por la resistencia de los cristianos judíos, como Pedro (Hechos 10 – 15).
Mi esposa me recordó que Jesús ya había actuado y enseñado de tal manera que este cambio revelador para acoger a los gentiles debía haber sido un cuestión de rutina.
Consideremos algunos ejemplos de cómo Jesús rompió el pensamiento tradicional (igual) y alentó el cambio (revelación).
Cuando el intérprete de la ley le preguntó a Jesús, “¿Y quién es mi prójimo?” (Lucas 10: 25 – 37), Jesús respondió contando la historia del “Buen Samaritano”. Observa que Jesús no contó la historia del “Buen judío” o del “Buen sacerdote judío” o el “Buen intérprete de la ley judío”. Todos ellos, por tradición, ya estaban en el redil de Dios. Lo que era inusual es que Jesús incluyó a los samaritanos y los pintó de manera positiva.
Los judíos consideraban a los samaritanos marginados como seres inferiores, indignos de Dios y Su reino. La parábola del “buen Samaritano” fue reveladora y abrió camino para difundir por todas partes las buenas nuevas, más allá del convenio de los israelitas con los gentiles.
Luego, tenemos la historia de la mujer que padecía de flujo de sangre (Lucas 8: 43 – 48). A menudo, en el tiempo de Jesús, las mujeres eran tratadas de manera similar a como las sociedades árabes extremadamente tradicionales tratan a las mujeres: no estén en público a menos que estén acompañadas por un pariente masculino, no hablen con hombres en público y, definitivamente, no toquen a un hombre en público.
En su desesperación por recibir el toque sanador de Dios, la mujer que padecía de flujo de sangre rompió todas estas tradiciones.
Sorprendentemente, Jesús no le gritó. No reiteró normas ni tradiciones sociales. No le dijo, “¿Por qué no estás en casa bajo la protección de un pariente masculino?” o “¿por qué me tocaste en público? ¿No sabes que es un delito punible?” En cambio, después de plantearle un desafío de fe para identificarse en un entorno público, Él la envió por su camino con una hermosa bendición, “Hija, tu fe te ha sanado; ve en paz”.
Podríamos dar múltiples ejemplos de las palabras y los hechos de Jesús. Él sabía que el Evangelio se extendería a todas las tribus, lenguas y pueblos. Él sabía que los judíos tendrían que recibir revelación (cambio) para dar cabida a un redil más grande, que las tradiciones de los judíos tendrían que ceder al cambio, incluso si era incómodo.
Lo mismo se aplica a todos nosotros. Si creemos en la revelación moderna, creemos y aceptamos el cambio. Estamos dispuestos a dejar las tradiciones para adaptarnos al crecimiento que se consigue a través del cambio revelador.
Somos un pueblo que cree en la revelación moderna. Aspiramos a estar dispuestos al cambio. La Expiación de Jesucristo hace que todo cambio sea posible. En ese sentido, Jesús es el inicio y el fin, el Alfa y la Omega. Él nos da el llamado a cambiar (revelación) y el poder para hacer ese cambio (Expiación).
Esta es una traducción del artículo que fue escrito originalmente por el Dr. Taylor Halverson y fue publicado en ldsliving.com con el título “Difficult Changes in the Early Church + How Jesus Teaches Us to Accept Similar Change Today”.