Como gemelas idénticas, siempre hemos tenido mucho en común. De pequeñas, a las dos nos encantaba nadar y nos unimos a un equipo de natación a los seis años.
Sentir como mi corazón se aceleraba antes de cada carrera era muy emocionante.
Desafortunadamente, ese sentimiento de emoción se convirtió rápidamente en temor por cómo nos veíamos en nuestros trajes de baño. Para ambas, nuestra apariencia comenzó a tomar el centro de todos nuestros pensamientos.
En la secundaria, cada una llenaba diarios con metas que se enfocaban en la pérdida de peso, registros de todo lo que comíamos y nuestras ideas más centradas y obsesionadas con la belleza respaldadas por el estándar de belleza que las revistas del momento habían señalado.
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A los 15 años, ambas dejamos el equipo de natación, no porque nos dejó de gustar, sino porque detestábamos cómo nos veíamos en nuestros trajes de baño.
Nuestros años tratando implacablemente de cambiar nuestros cuerpos no habían dado frutos.
Lo que no entendimos en ese entonces fue que nuestros cuerpos nunca fueron el problema. El problema era la imagen corporal que teníamos, es decir, la forma en que veíamos nuestro cuerpo o lo que se supone “tenía” que ser.
Nos habíamos dejado llevar por todo tipo de influencias, incluidas las películas, la televisión, las revistas e incluso amigos y familiares que aprendieron lo mismo de las mismas fuentes.
Después de años de lucha, las cosas cambiaron. Incluso retomamos la natación.
Pero no fue la dieta o los cambios de imagen lo que lograron eso, fue aprender cómo nuestras visiones sesgadas de nuestros cuerpos nos habían limitado en todos los sentidos.
Nuestra investigación nos ha demostrado que desarrollar una imagen corporal positiva, o sentirse bien con nuestro cuerpo, tanto por dentro y por fuera, es clave para la salud, la felicidad y para vernos a nosotros mismos como Dios nos ve.
El origen de la imagen corporal negativa
Nuestra cultura tiende a tratar como objetos tanto el cuerpo de la mujer como el del hombre. Nos enseña a ver primero el cuerpo de las personas y después su personalidad, lo que nos lleva a juzgar y valorar a todos solo por su apariencia.
Esto nos lleva a una imagen corporal negativa porque se nos enseña que nuestros cuerpos son las cosas más importantes de nuestra persona y que necesitamos “eliminar nuestros defectos” para ser felices.
Muchos de nosotros nos comparamos con influencers de las redes sociales y celebridades que se ajustan a todos los “ideales” actuales. Lo que no vemos es la edición detrás de una foto o video, los entrenadores y la cirugía estética que con frecuencia se requieren para lograr ese aspecto.
Este tipo de mensajes en nuestra cultura nos dice que pensemos en nuestros propios cuerpos desde una perspectiva externa. A esto se le llama auto objetivación.
Los estudios demuestran que cuando las jovencitas empiezan a enfocarse solo en su apariencia, empiezan a decaer en su rendimiento escolar.
El dolor de ser cosificado y pensar en uno mismo como un objeto con frecuencia conduce a trastornos alimenticios, ansiedad y depresión, e impulsa a las personas a participar de situaciones nocivas como autolesiones, abuso de drogas y relaciones poco saludables.
Hace que las personas dejen de participar en la escuela y los deportes (como lo hicimos nosotras), de servir a los demás y de buscar oportunidades de liderazgo.
La auto objetivación es parte del origen de la imagen corporal negativa porque pone todo el enfoque en cómo se ven nuestros cuerpos en lugar de cómo nos sentimos o lo que somos capaces de hacer.
Nos impide vernos a nosotros mismos como Dios nos ve, como hijos de Padres Celestiales con un valor inherente e inmutable.
Cambiando tu imagen corporal
En nuestra investigación, descubrimos que un punto significativo para mejorar la imagen corporal personal está en la “resiliencia de la imagen corporal”.
Ser resiliente significa poder recuperarse de las experiencias negativas.
Nuestra cultura superficial puede crearnos pruebas y desafíos, pero con la resiliencia de la imagen corporal, esas pruebas pueden convertirse en oportunidades para crecer y mejorar la forma en que nos enfrentamos a ellas.
Podemos volvernos más informados, compasivos y sentirnos mejor con nuestro cuerpo debido a cómo respondemos a esos desafíos.
Para desarrollar la resiliencia de la imagen corporal, primero debemos reconocer y reflexionar sobre las formas en que los mensajes distorsionados sobre el cuerpo han dado forma a nuestra visión de nosotros mismos y de los demás.
Después, podemos poner en práctica nuevas estrategias para crecer en respuesta a esos puntos de vista y experiencias negativas.
Una de esas estrategias es comprender nuestra identidad divina como hijos de amorosos Padres Celestiales.
Ver con mayor claridad
Comencemos reconociendo y reflexionando sobre las formas distorsionadas en las que nos sentimos tentados a pensar sobre nuestro cuerpo.
¿Cuántas veces te has visto en una foto o en un video tomado por ti o por otra persona? Ahora piensa en el lente de las cámaras de tus familiares y amigos, de tu propio teléfono, piensa en los filtros e incluso las aplicaciones para “embellecer”.
El apóstol Pablo enseñó:
“Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido”.– 1 Corintios 13:12
El espejo que describió Paul era como un espejo opaco o borroso. Es posible que también estemos viéndonos a través del mismo espejo.
Caemos en esto cuando nos miramos a nosotros mismos a través de lentes mentales que han sido distorsionados por nuestra cultura obsesionada con la imagen y determinamos nuestro valor en base a esa visión deformada y limitada.
Asimismo, las palabras de Pablo implican que un día podremos vernos a nosotros mismos como Dios nos ve.
Dios nos conoce y podemos aprender más de quiénes somos realmente a través de esa lente. Entonces, ¿cómo limpiamos nuestra lente para vernos como Dios lo haría? Aquí hay cuatro cosas que puedes hacer.
1. Mira tu cuerpo como un instrumento, no como algo que se debe decorar
Piensa que tu cuerpo es como una herramienta que te ayuda a experimentar la vida de la manera que Dios quiere, no solo como algo que debe admirarse.
Céntrate en cómo te sientes y en todo lo que puedes hacer gracias a tu cuerpo.
2. Filtra tus redes sociales
Intenta tomar un descanso de las redes sociales y cuando sea momento de retomarlas, fíjate en lo que ves.
¿Las imágenes que ves o las cuentas que sigues te causan ansiedad o te hacen sentir mal? ¿Tratan a las personas como objetos?
Si es así, tienes el poder de dejar de seguir, cancelar tu suscripción y llenar tu feed con bondad y cosas que te animen y eleven.
3. Asume la responsabilidad de tus propios pensamientos y acciones
Independientemente de lo que utilice o haga cualquier otra persona, puedes decidir verla como una persona, no como un objeto. Respeta el albedrío y las decisiones de los demás, aun cuando son diferentes a las tuyas, y trátalos con dignidad.
4. Une fuerzas con otros para expandir tu mensaje
Pídele a tus amigos y familiares que se unan a ti al rechazar contenido y conversaciones objetivantes.
Habla sobre la importancia de vernos a nosotros mismos y a los demás como algo más que un cuerpo, y respalda aquello con la forma en que hablas de tí mismo y de los demás.
Vernos como Dios nos ve
Nuestros Padres Celestiales quieren que seas feliz y que comprendas tu valor, poder y potencial en este mundo. El Espíritu Santo puede ayudarnos a “ver las cosas como realmente son” (Jacob 4:13), no a través de un lente distorsionado.
Tienes mucho para dar en este mundo, no solo con una visión hermosa de ti mismo. El mundo necesita de ti, independientemente de tu capacidad física o apariencia.
Todos somos más que un cuerpo, y cuando podemos ver más en nosotros mismos y en los demás, podemos ser más como nuestro Dios.
“Todos somos diferentes; algunos son altos y otros bajos; algunos son gruesos y otros delgados, y casi todos, en algún momento, quieren ser lo que no son… Toda jovencita es una hija de Dios con un gran potencial, y toda mujer adulta es una poderosa fuerza para el bien”.– Jeffrey R. Holland
Fuente: Church of Jesus Christ