A lo largo de los años, muchas ideas erróneas han distorsionado la historia de Adán y Eva. Se les ha visto como ingenuos, rebeldes o culpables de una “gran caída”, cuando en realidad su historia es una de coraje, visión y confianza en Dios.
Cada vez que se comprende mal ese principio, también se distorsiona la forma en que hombres y mujeres se ven a sí mismos y entre sí.
La manera en que pensamos sobre la Caída impacta cómo construimos nuestras familias, cómo valoramos la identidad divina y cómo entendemos nuestro propósito. Por eso vale la pena volver al principio con ojos limpios.
Comprender la Caída cambia nuestra visión espiritual

Muchos problemas culturales, desde la desvalorización de la mujer hasta la competencia entre géneros, nacen de una mirada equivocada sobre el rol de Eva. La revelación moderna aclara que ella actuó con entendimiento, no con engaño. Su decisión abrió la puerta a la experiencia mortal que todos necesitamos para crecer.
La escritura enseña que
“Adán cayó para que los hombres existiesen, y existen para que tengan gozo” – 2 Nefi 2:25.
La Caída nunca fue un accidente trágico, fue parte del plan.
Cuando se reconoce que Eva actuó guiada por luz, la percepción cambia. Deja de ser vista como culpable y se reconoce como la madre de toda vida, una mujer de visión eterna.
Una guerra espiritual que empezó en la familia

La familia siempre ha sido el núcleo del plan divino. Por eso, desde el principio, Satanás ha atacado todo lo que construya unidad, identidad y eternidad. Una de sus estrategias ha sido distorsionar la historia de nuestros primeros padres para dividir, confundir y degradar lo sagrado.
Ha sembrado ideas como:
- Que Adán y Eva eran inferiores o irracionales.
- Que cometieron una gran desobediencia.
- Que fueron maldecidos.
- Que uno dominaba y el otro debía someterse.
Estas mentiras han afectado relaciones, culturas enteras y hasta sistemas religiosos. Pero al mirar la historia desde la revelación moderna, todo cambia.
Nuestros primeros padres fueron creados en la gloria

Desde Génesis se describe algo profundo:
“Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó” – Génesis 1:27.
Adán reflejaba la imagen del Padre. Eva reflejaba la imagen de la Madre Celestial. Eran seres completos, amados y preparados para una misión eterna. Su unión no comenzó con fragilidad sino con poder, propósito y una alianza eterna. Eran, desde el inicio, una pareja sellada por Dios mismo.
Dios les dio la responsabilidad de presidir sobre la familia humana. Adán honró a Eva desde el principio llamándola “madre de todos los vivientes” (Génesis 3:20).
Los profetas han enseñado que sin ella, toda la creación habría sido en vano. Ambos fueron esenciales, iguales en valor, complementarios en función.
La palabra “ayuda idónea” nunca fue sinónimo de subordinación. Significa alguien capaz, suficiente y equivalente. Eran compañeros de obra, no asistentes.
Vivían el Evangelio desde el inicio

Adán y Eva no fueron expulsados por ira divina. Ellos comenzaron una nueva fase del plan. Recibieron mandamientos, hicieron sacrificios, fueron bautizados y recibieron el Espíritu Santo. Vivían en revelación constante.
Su hogar, después del Edén, se convirtió en un lugar de enseñanza, oración y decisiones sabias. Eran padres que enseñaban “un idioma puro” (Moisés 6:6) y buscaban a Dios con sinceridad.
Uno de los conceptos más importantes es reconocer que no pecaron. Ellos “transgredieron” una ley menor para cumplir una mayor. La Caída no fue una caída hacia abajo sino una transición hacia adelante, un acto deliberado que permitió el crecimiento humano.
Eva lo expresó con claridad:
“De no haber sido por nuestra transgresión, nunca habríamos tenido posteridad, ni hubiéramos conocido jamás el bien y el mal, ni el gozo de nuestra redención” – Moisés 5:11.
No fue tragedia fue visión eterna.
Un legado que sigue invitando a avanzar

Lejos de ser figuras de debilidad, Adán y Eva son ejemplos de valentía, obediencia, fe en la promesa del Redentor, amor por la familia y compromiso con el propósito eterno.
Su historia demuestra que las decisiones difíciles pueden acercarnos más al plan de Dios y que la mortalidad no es un castigo sino un espacio para crecer, aprender y prepararnos para regresar a Él.
Seguir su ejemplo puede ser más simple de lo que parece. Algunas formas de ponerlo en práctica son:
- Elegir lo correcto aunque sea difícil.
- Construir hogares donde la voz de Dios tenga espacio.
- Honrar las diferencias entre hombres y mujeres sin competir.
- Ver la vida como progreso, no como castigo.
- Confiar en que Dios transforma nuestras decisiones valientes en crecimiento real.
Cuando se comprende su historia con claridad, se entiende por qué debemos honrar a Padre Adán y Madre Eva. Gracias a su visión y fe, tenemos mortalidad, redención y posibilidad de vida eterna.
Fuente: Leading Saints
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