Si bien cada uno de nosotros alcanzamos diferentes niveles de estatura, capacidad e inteligencia como hijos espirituales de Dios en la esfera premortal, un velo del olvido nos separa de los recuerdos que tenemos de ese lugar y ese momento. Entramos a la mortalidad pura e inocente, con un mundo de aprendizaje por delante.
La doctrina restaurada enseña que Adán y Eva, igualmente, pasaron por el mismo velo tan pronto como recibieron sus cuerpos físicos. Sin embargo, su papel como nuestros primeros padres requirió una transición que incluyó un período de tutela divina en el templo del Jardín de Edén.
Algunas descripciones del jardín nos hacen pensar que su estadía ahí fue breve, probablemente debido a una combinación de recursos literarios para avanzar con el relato.
Desde los primeros días de la Restauración, las declaraciones proféticas confirmaron en repetidas oportunidades que la vida en el jardín, aunque transitoria, fue un período de gran aprendizaje, un momento especial de preparación para todo lo que estaba por venir.
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El Profeta José Smith explicó:
“Dios conversó con [Adán] cara a cara; en Su presencia, se le permitió ponerse de pie, y de su propia boca, se le permitió recibir instrucciones, escuchó Su voz, caminó ante Él y contempló Su gloria, mientras que la inteligencia irrumpía su comprensión”.
El Presidente Brigham Young reiteró esta verdad y la personalizó, agregando:
“Adán estaba tan familiarizado con su Padre como nosotros estamos familiarizados con nuestros padres terrenales”.
Por otro lado, el Presidente Joseph Fielding Smith agregó su poderoso testimonio:
“Cuando Adán estuvo en el Jardín de Edén, estuvo en presencia del Padre y recibió instrucción de Él. Aprendió Su idioma. Estaba tan familiarizado con nuestro Padre Eterno en ese jardín como nosotros con nuestros padres en la vida terrenal”.
Claramente, la inocencia y el conocimiento no se incluyen mutuamente, como dejan en claro estas declaraciones proféticas. Se estaba aprendiendo algo crucial en el jardín. Pero, ¿qué les enseñaron Adán y Eva durante sus interacciones sagradas con la Deidad?
La respetada erudita del Evangelio y escritora, Beverly Campbell, en su libro “Eva y la elección en el jardín”, presentó este tema para instarnos a una reflexión más profunda:
“Debido a que eran los únicos que podían dar inicio a la vida mortal, para que las propias promesas de Dios a todos sus hijos pudieran cumplirse, podemos sentirnos seguros de que Dios no los visitó para hablar sobre asuntos de poca importancia. Cada reunión fue, sin duda, un momento importante de instrucción”.
Realmente, no se les enseñó sobre asuntos menos importantes que el plan de salvación durante este momento crucial de aprendizaje. Es fundamental para nuestra comprensión integral del plan del Evangelio que comprendamos esta verdad crucial: la Deidad les enseñó a Adán y Eva sobre el Evangelio mientras residían en el jardín.
Saltando un poco más adelante en la cronología de la historia, consideremos cuidadosamente los pensamientos del Élder Jeffrey R. Holland sobre este detalle que a menudo se ignora en la historia de Adán y Eva:
“Ellos, como nosotros, fueron capaces y estuvieron dispuestos a pasar por los [terribles riesgos de la tristeza y la muerte] solo sabiendo que al final del día habría seguridad para quienes la quisieran y vivieran para obtenerla”.
“Estaban dispuestos a transgredir intencional y conscientemente (la única forma en que podrían “caer” en las consecuencias de la mortalidad, ya que Elohim ciertamente no podía expulsar a personas inocentes del jardín y seguir siendo un Dios justo), y eso es solo porque tenían pleno conocimiento del Plan de Salvación, que les daría un camino de regreso después de su lucha contra la muerte y el infierno”.
El Élder Holland habla sobre el alcance del aprendizaje que tuvo lugar en el jardín, Eva y Adán eran inocentes, pero no ignorantes. El conocimiento es un requisito previo para el albedrío.
Esta es una doctrina simple, que se repite cada vez que un niño de ocho años se bautiza: la responsabilidad se basa en la comprensión.
Este principio tan fundamental para nuestra fe, ha sido cierto desde el comienzo del mundo. Se aplicó en el jardín como se aplicó en el mundo premortal y como se aplica a cada uno de nosotros ahora en la mortalidad.
Debemos tener al menos una comprensión básica, quizás teórica, de nuestras opciones para tomar una decisión.
La distancia entre la inocencia y el conocimiento tiene que ver con la falta de experiencia, y la vida en el jardín sería un ejemplo perfecto de esto, como explicó el Presidente Joseph Fielding Smith.
Haciendo referencia específicamente a Adán, como era costumbre en ese tiempo, aunque cada uno de estos puntos se aplica claramente a Eva también, el Presidente Smith declaró:
“No tenía conocimiento del bien y del mal. Era consciente, por supuesto. Él pudo hablar. Él podía conversar. Había muchas cosas que podía aprender y le enseñaron; pero en las condiciones en que vivía en ese momento, era imposible visualizar o comprender el poder del bien y del mal. No sabía qué era el dolor. No sabía qué era la tristeza; y miles de otras cosas que nos han pasado a nosotros en esta vida que Adán no conoció en el Jardín de Edén, y que no podría haber entendido y no habría sabido si se hubiera quedado ahí”.
En este punto de su historia, la pieza que faltaba en el rompecabezas era la experiencia, y se requeriría abandonar el jardín para encontrarla.
Aunque su conocimiento fue más teórico que práctico, Adán y Eva entendieron el plan. Imagina la paz que sintieron en el jardín, al recibir instrucción por parte de mentores divinos, que tenían la intención de expresar su amor y garantizar su seguridad.
Al igual que nuestra experiencia en la vida premortal, en la que construimos una relación con Jehová que nos permite confiar en su papel como nuestro Salvador, el coraje que Eva y Adán cultivaron durante este período de aprendizaje fue fundamental para el éxito de todo lo que estaba por venir.
Aunque se aplica en una escala y magnitud diferentes que normalmente podemos enfrentar en la vida cotidiana, Adán y Eva estaban preparados para actuar debido a su confianza en el Salvador.
El Élder David A. Bednar explicó la conexión poderosa entre la confianza, la fe y la acción, y señaló:
“La seguridad y la esperanza nos permiten caminar hasta el límite de la luz y dar unos pasos hacia la oscuridad, esperando y confiando en que la luz se moverá e iluminará el camino. La combinación de seguridad y esperanza inicia la acción en el presente”.
Eva y Adán conocieron el propósito de la vida y se sintieron fortalecidos, a través de la combinación de la seguridad y la esperanza, para ejercer su albedrío para decidir dar inicio a la mortalidad de todos los hijos de Dios, abriendo así la puerta a la experiencia.
Incluso en este punto de su historia, entendieron que la vida en el jardín no era el objetivo, sino que los objetivos eran la exaltación y la gloria celestial.
Esta es una traducción del artículo que fue escrito originalmente por Melinda Wheelwright Brown y fue publicado en LDS Living con el título “The Lessons Eve and Adam Learned in the Garden before Partaking of the Fruit”.