Lujuria. Instagram. Compras. Candy Crush. Comida. Heroína. ¿Qué tienen todos estos en común?
Creo que muchos de nosotros no nos percatamos de la parte importante de la Palabra de Sabiduría. Aunque el incidente que inició la revelación pudo haber involucrado reuniones sagradas realizadas en pisos manchados de saliva entre asfixiantes nubes de humo, la revelación en sí, no enumera amonestaciones sobre sustancias perjudiciales para la salud como propósito principal del Señor. Él no se centra inmediatamente en los males del alcohol, las bebidas calientes o el tabaco. Por el contrario, Él nos previene:
“Por motivo… de las maldades y designios que existen y que existirán en el corazón de hombres conspiradores en los últimos días, os… prevengo, dándoos esta palabra de sabiduría…” D&C 89:4
La amonestación se trata de conspiración y no de fisiología. El Señor nos advierte que en los últimos días los hombres conspirarán de diversas maneras para seducirnos y renunciar a nuestro albedrío. Las sustancias serán el medio de la conspiración.
Si definimos adicción de manera muy superficial, reemplazamos la sabiduría por satisfacción vanidosa. Pensamos que nuestros “pequeños” hábitos no se parecen en nada a los de los drogadictos ni a los consumidores indecentes de pornografía. Empecé a creer que, si bien nuestras distintas adicciones podrían diferir en grado, tienen exactamente el mismo tipo de costo.
Definamos adicción, como:
Cualquier hábito que restringe nuestro albedrío por medio del intercambio de impulsos por bendiciones.
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Con la definición anterior en mente, ¿Cuáles son algunas de tus adicciones? ¿Qué hábitos altamente impulsivos tienes? Y, ¿Qué precio exigen las bendiciones perdidas?
Gozamos plenamente de la Palabra de Sabiduría cuando abrimos nuestros ojos a las innumerables maneras en que aquellos que buscan el poder y las ganancias nos invitan al cautiverio. Las adicciones a sustancias químicas son solo una pequeña muestra de las opciones agradables de servidumbre disponible en nuestros días. Nos engañamos cuando limitamos nuestra definición a sustancias que inyectamos, fumamos, bebemos o consumimos.
Por ejemplo, pocos de nosotros compararíamos nuestra relación con la tecnología con el vínculo de un adicto al opio. Sin embargo, la investigación del cerebro demuestra que son exactamente lo mismo. Cuando abrimos Instagram y vemos 30 likes en la foto de nuestras vacaciones que acabamos de publicar, nuestro cerebro libera repentinamente dopamina, la sustancia química del placer de nuestro cuerpo. Esto es precisamente lo mismo que sucede cuando un drogadicto fuma. Con el tiempo, nuestros cerebros aprenden que este insignificante comportamiento crea una sensación de bienestar, así que lo repetimos. Una y otra vez. De modo que, nace una adicción. Tu cerebro comienza a considerar comportamientos como revisar correos o responder compulsivamente a mensajes de texto como una necesidad no como una elección. Si esa última oración suena vergonzosamente cierta, eres un adicto.
No quiero convertir esto en una campaña contra la tecnología sino que deseo enfatizar que todos nosotros estamos bajo ataques adictivos de diferentes formas. Nadie está exento. Permítanme explicarlo un poco más con el siguiente ejemplo:
Cuando te despiertas en la mañana, ¿revisas tu celular antes de saludar a tu familia? ¿Recibir un mensaje de texto o un like te provoca una inexplicable sensación de placer? Si dejas tu celular en casa ¿sientes ansiedad? ¿Nunca sales de casa sin tu celular? ¿Usas la tecnología para aliviar sensaciones de aburrimiento, ansiedad o soledad? ¿Los momentos de tranquilidad te conducen inevitablemente a utilizar la tecnología? ¿Cuándo fue la última vez que pasaste toda una reunión de la iglesia sin tocar un aparato? ¿Es tu forma de comodidad cuando evitas una tarea difícil? ¿Excusas su uso en momentos inapropiados como cuando estás en una cena con tus amigos, la Sacramental, la naturaleza, etc.? ¿A veces te escabulles para echar un vistazo a algo? ¿Te resentirías si alguien te llama adicto? Si es así, entonces tienes una adicción.
Nuestra relación con la comida, apariencia, compras, ejercicios, trabajo, dinero, hobbies, pertenencias, popularidad, poder, juegos y demás comportamientos pueden producir el mismo tipo de cautiverio. La adicción se ha convertido en una industria. Los dueños de las industrias contratan una gran cantidad de científicos sociales para desarrollar productos con características que inciten el uso compulsivo repetitivo. Y, el resultado es el mismo: obtener placer a corto plazo al incrementar el costo del aislamiento de nosotros mismos, el Espíritu y más.
Hablando espiritualmente, las compras y los juegos pueden ser menos dañinos que la pornografía y la heroína, pero el autor de la adicción y el mal intencionado, son precisamente lo mismo.
Artículo originalmente escrito por Joseph Grenny y publicado en ldsmag.com con el título “Addiction: The Spiritual Battle of Our Time.”