Si todo lo que tenemos en común es un desprecio compartido hacia los demás, la estructura dañada de nuestra sociedad pronto caerá de manera irreparable.
El periodo de gobierno de Richard Nixon fue alimentado por la ira, la sospecha, el odio y el desprecio; sin embargo, parte de sus últimas palabras a su personal fueron:
“Siempre recuerden esto: Hay personas que pueden odiarlos, pero aquellos que los odian no ganarán nada a menos que ustedes los odien, y entonces, se destruyan a sí mismos”.
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La destrucción se vuelve el destino de las personas, instituciones y naciones cuando el odio y el desprecio son las fuerzas impulsoras compartidas.
La agitación política y los disturbios civiles que se han estado anidando en los corazones de los estadounidenses, se han extendido a las calles de los Estados Unidos y han irrumpido con desdén en el Capitolio de aquella nación.
Los principios de la libertad exigen un mejor comportamiento por parte de todos los ciudadanos y una mayor responsabilidad por parte de quienes lideran dichas causas.
El 15 de enero, la Primera Presidencia y el Quórum de los Doce Apóstoles de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días emitieron la siguiente declaración:
“Los principios de gobierno que permiten a los hijos de Dios mantener la dignidad y la libertad humana pertenecen a toda la humanidad. (véase Doctrina y Convenios 98: 5).
Observamos con gran preocupación las divisiones políticas y culturales en los Estados Unidos y en todo el mundo. Condenamos la violencia y el comportamiento ilegal, incluida la violencia reciente en Washington, D.C. y cualquier sugerencia de más violencia.
Si bien La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días es neutral en asuntos de política partidista, recordamos a nuestros miembros, sean cuales sean sus opiniones políticas individuales, que estén unidos en nuestro compromiso con el Salvador, Jesucristo y Sus enseñanzas.
Como Sus seguidores, debemos tratarnos unos a otros y a todos los hijos de Dios con respeto, dignidad y amor. Ninguna afiliación política o de otro tipo debe reemplazar ese convenio y esa responsabilidad sagrada.
Instamos a todas las personas a recordar la naturaleza preciosa y frágil de la libertad y la paz. Mientras los ciudadanos de los Estados Unidos esperan que el nuevo presidente asuma el cargo, instamos a nuestros miembros a honrar las instituciones y los procesos democráticos, y a obedecer, honrar y defender la ley (véase Artículos de Fe 1:12)”.
Estos 15 líderes religiosos comprenden que la libertad y la paz son aspectos sumamente frágiles dentro de una sociedad. El civismo y la unidad entre las personas son igualmente delicadas.
Preservar las instituciones, proteger nuestra libertad y mantener la armonía en las comunidades requiere un esfuerzo conjunto y concertado y un entendimiento mutuo.
En Estados Unidos, la unidad no es igualdad, y los lazos que nos unen en civismo y unidad se ven fortalecidos por nuestra diversidad.
La ex primera dama de esta nación, Michelle Obama, habló de esta diversidad de la siguiente manera:
“Aquí, en los Estados Unidos, no dejamos que nuestras diferencias nos dividan. Aquí no. Porque sabemos que nuestra grandeza proviene de apreciar las fortalezas de los demás, de aprender los unos de los otros, de apoyarnos los unos a los otros, porque este país nunca ha sido individualista. No, todos estamos juntos en esto. Siempre ha sido así”.
Es hora de poner un alto a los que esparcen discordia y a los que con frecuencia se aprovechan de este odio con un gesto el cual transmite que “ese no es su problema”. También es hora de pedirle a los ciudadanos que cesen de unirse a la multitud permisiva que se encuentra cada vez más a gusto con la cultura de desprecio.
Es hora de tomar valor, poner un alto al odio, darle un giro al dialogo y cambiar la cultura. Comencemos valorando nuestras diferencias, demostrando civismo y celebrando todo lo que nos une.
En su discurso a la Convención Nacional de la NAACP en Detroit en 2019, el presidente Russell M. Nelson de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días concluyó diciendo:
“Sigamos haciendo todo lo posible por ejemplificar los dos grandes mandamientos: amar a Dios y amar a cada uno de Sus hijos. Brazo con brazo y hombro con hombro, podemos esforzarnos por elevar a nuestros hermanos y hermanas en todas partes, en todo lo que podamos y así, este mundo nunca volverá a ser el mismo”.
¡El mundo nunca volverá a ser el mismo!
Ese es un objetivo que todos los ciudadanos del mundo deberían procurar alcanzar, empezando ahora mismo.
El reverendo Amos Brown, pastor de la histórica Iglesia Bautista de San Francisco describió una vez el camino hacia el civismo, la diversidad y la unidad de esta manera:
“Cada uno de nosotros tiene algo que ofrecer. Solíamos cantar esa antigua canción de niños: ‘Cuanto más nos unamos, más felices seremos. Porque tu canción será mi canción y mi canción será tu canción, cuanto más nos unamos, más felices seremos’. Yo agregaría: ‘Cuanto más unidos trabajemos, más felices seremos’”.
Actuar con civismo, valorar la diversidad y luchar por la unidad vendará las heridas de cada nación, sanará sus divisiones y fomentará la felicidad.
Unámonos, a partir de hoy, para poner a nuestra patria, sin importar en donde te encuentres, en un camino que protegerá la preciosa y frágil naturaleza de la libertad y la paz a medida que aumenta nuestra determinación colectiva de ser mejores ciudadanos.
“Saber que todos somos hijos de Dios nos proporciona una visión divina del valor de todas las personas y la voluntad y la capacidad de elevarnos por encima de los prejuicios y el racismo”. -Dallin H. Oaks
Fuente: deseret.com