El amar mi cuerpo, en ocasiones, me resultaba difícil, pero aquí hay sólo algunas ideas que me han enseñado a amar mi cuerpo tal como es, sin reservas, gracias al Presidente Nelson.
Me encanta el sentimiento vigorizante de un nuevo comienzo que viene con un nuevo año. Lo imposible de repente parece posible. Ya no me fijo en errores pasados, sino en las infinitas posibilidades que tengo ante mí.
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Pero es también durante esta época del año que la insatisfacción puede asecharnos.
Si bien la insatisfacción puede inspirarnos a cambiar nuestra vida espiritual, emocional, mental y física para mejor, la insatisfacción también puede causar ansiedad cuando intentamos alimentar esa mentira cada vez más grande y hambrienta que nos decimos: la mentira de que no somos lo suficientemente buenos.
Se establece con la comparación, la desesperanza, la obsesión y la negatividad. Lo que fue un año prometedor de repente se convierte en un año de decepción y fracaso.
El año pasado, Statista informó que las tres resoluciones principales de Año Nuevo eran comer de manera más saludable, hacer más ejercicio y ahorrar más dinero. Como muchos recurren a estas convicciones año tras año, me pregunto qué motivación nos obliga a tomar estas resoluciones.
¿Será acaso el deseo de ser más saludable, encontrar un balance, vivir la vida de manera más libre y plena? ¿O podría ser que hay problemas de imagen corporal en juego aquí? En mi caso, estoy en la última categoría más de lo que me gustaría admitir.
El año pasado estuve leyendo “Las Enseñanzas de Russell M. Nelson”, y no hay nada como un cirujano cardíaco convertido en Profeta para que te des cuenta de la gracia y el milagro inherentes a cada respiración y latido. Aquí hay sólo algunas ideas que me han enseñado a amar mi cuerpo tal como es, sin reservas.
“En un sentido muy real, cada uno de nosotros es un templo de Dios. Su templo personal es un don de Dios. Es santo. Por favor, protéjanlo como tal. El hecho de que su cuerpo es un santuario sagrado también lo sabe Satanás. A él, que no tiene un cuerpo, le gustaría que destruyeran y profanaran el suyo.” (“Part of the Heart of the Church”, Conferencia de Colorado, Montana y Wyoming transmitida a cincuenta y ocho estacas, 21 de octubre de 2012).
“Cuando cantan “Soy un hijo de Dios”, piensen en el regalo que Él les da a través de su propio cuerpo físico. Los muchos atributos asombrosos de su cuerpo atestiguan su propia naturaleza divina. (2 Pedro 1:4)…
Con frecuencia, pasa inadvertida la maravilla de nuestro cuerpo físico. ¿Quién no ha tenido pobres sentimientos de estima propia debido al físico o a la apariencia? Muchas personas desearían que sus cuerpos se parecieran mas a lo que ellas prefieren: algunas personas con cabello lacio natural lo desean rizado; otras con cabello rizado lo desean lacio…
Su cuerpo, cualesquiera que sean sus dones naturales, es una magnífica creación de Dios. Es un tabernáculo de carne, un templo para su espíritu. Un estudio de su cuerpo atestigua su diseño divino…
Cada órgano es un regalo maravilloso de Dios. Los ojos tienen un lente de autoenfoque. Los nervios y los músculos controlan que los controlas brindan una sola imagen tridimensional. Los ojos están conectados al cerebro, el cual registra lo que se visualiza. No hacen falta cables o baterías.
El corazón es una bomba increíble. Tiene cuatro válvulas delicadas que controlan la dirección del flujo sanguíneo. Estas válvulas se abren y cierran más de 100,000 veces al día, 36 millones de veces al año. Sin embargo, a menos que la enfermedad las altere, pueden resistir esta tensión casi indefinidamente. Ningún material hecho por el hombre hasta la fecha se puede ejercitar con tanta frecuencia ni por tanto tiempo sin descomponerse.
Cada día, un corazón adulto bombea suficiente líquido para llenar un tanque de casi 7600 litros. Esta labor es equivalente a levantar un hombre adulto a la parte más alta del edificio Empire State en Nueva York, con un gasto de energía de sólo 4 vatios de energía. En la parte superior del corazón se encuentra un generador eléctrico que transmite energía a través de líneas especiales, lo que hace que miles de fibras musculares trabajen en conjunto.
Se puede decir mucho sobre cada uno de los otros órganos preciosos del cuerpo. Funcionan de una manera maravillosa, más allá del tiempo que tengo o de mi capacidad para describirlos.” (“Somos hijos de Dios”, Liahona, noviembre de 1998).
La maravilla que siente el Presidente Nelson por la ciencia y el cuerpo humano me han ayudado a entender mi propio cuerpo de una manera diferente. Me di cuenta de que si quieres sentirte cómodo en tu propio cuerpo, necesitas reconocerlo como tu mejor amigo y desarrollar una relación real. ¿Criticaría y haría sentir mal a mi mejor amigo? ¿Mataría de hambre, manipularía y distorsionaría a mi mejor amigo, o incluso a mi peor enemigo, simplemente para querer sentirme mejor? Definitivamente no.
Entonces no debería actuar de esa manera con mi cuerpo. Como en cualquier relación, se necesitará esfuerzo, actitud positiva, escuchar con atención y oración para lograr un cambio duradero.
Algunas preguntas útiles que me hago a mí misma son: ¿Escucho honestamente a mi cuerpo y respondo a él como lo haría con una amiga? ¿Soy paciente con mi cuerpo? ¿Me esfuerzo por ayudar a mi cuerpo a mejorar y alcanzar su potencial eterno? ¿Estoy complementando conscientemente mi cuerpo como lo haría con una amiga?
Me encanta este consejo del presidente Nelson:
“En una noche triste, si tienen problemas para dormir, en lugar de contar ovejas, pueden tratar de contar sus muchas bendiciones. Entre esas bendiciones, podrían mencionar cada una de las partes de su cuerpo, de pies a cabeza.” (“Part of the Heart of the Church”, Conferencia de Colorado, Montana y Wyoming transmitida a cincuenta y ocho estacas, 21 de octubre de 2012)
Si luchas por amar tu cuerpo, cada noche o mañana en tus oraciones, tómate el tiempo para agradecerle al Padre Celestial por el cuerpo con el que Él te ha bendecido y todo lo que te permite hacer.
La imagen corporal puede ser algo volátil a veces, pero al amar mi cuerpo y escuchar las palabras de nuestro Profeta, he encontrado paz en lo que soy y todo lo que tengo ahora.
¿Y sabes de lo que me he dado cuenta? Nuestros cuerpos nos acercan a nuestro Padre y Madre Celestiales, lo que nos permite comprender mejor lo que saben y experimentan a través de Sus cuerpos inmortales y divinos.
Debido a mi cuerpo, puedo obtener la gloria y el poder celestiales, crear vida y un día crear mundos. Ese es un poder que Satanás nunca poseerá, y debido a eso, hará todo lo que esté a su alcance para distorsionar mi relación con mi cuerpo y crear resentimiento y odio por este glorioso regalo de Dios. Pero no lo dejaré.
Mi cuerpo es divino y me ha enseñado sobre el amor, la conexión y las gloriosas posibilidades de la eternidad.
Este artículo es una adaptación y fue originalmente por Danielle B. Wagner y fue publicado originalmente por ldsliving.com bajo el título “How President Nelson’s Insights Helped Me Love My Body as It Is”