El hecho de encontrarnos con conflictos en nuestras vidas, especialmente en el Evangelio, puede hacer que deseemos esquivar la ambigüedad para no tener que lidiar con la tensión que crea. Sin embargo, como José Smith dijo una vez, “al poner a prueba los contrarios, la verdad se manifiesta.”
Cuando se encuentran con la ambigüedad, algunos simplemente prefieren volver a la comodidad de un punto de vista por encima de la incomodidad necesaria de investigar y, finalmente, ser iluminados por una paradoja continua, como la justicia y la misericordia. A fin de superar nuestra confusión, debemos permanecer receptivos, aprender a respetar los principios en conflicto, aceptar la tensión y vencer la mentalidad parcial. De ese modo, la tensión se vuelve productiva.
Vencer la mentalidad parcial
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Durante mi época como decano de la Escuela de Derecho de la Universidad Brigham Young en 1987, el Presidente Ezra Taft Benson se dirigió “A Las Madres de Sion” en una transmisión para los padres de toda la Iglesia. Describió la maternidad como “el llamamiento más noble de todos.” De hecho, “en la maternidad radica el mayor potencial para influenciar en la vida humana, ya sea para bien o para mal.” Después de enfatizar la importancia de tener hijos y criarlos, el Presidente Benson dijo que debido a la muerte, el divorcio y otras “circunstancias especiales”, tal vez, las madres “deban trabajar por un tiempo.” Pero, instó a los padres “a hacer todo lo posible por permitir que su esposa se quede en casa al cuidado de los hijos.” Y, expresó una sincera empatía por mujeres fieles, solteras y sin hijos.
La mañana después de la charla, cuando comenzó mi clase de derecho de familia, Mitzi Collins, una estudiante, levantó la mano. “Decano Hafen”, dijo, “¿Podemos discutir el mensaje del Presidente Benson de la noche anterior?” Asentí y sugerí que habláramos después de clases. Mitzi agitó la cabeza ligeramente en señal de negación, “¿Podríamos hablar de eso ahora?” En verdad necesitamos hablar, ahora.
Conocía y respetaba a Mitzi. Era la presidenta de la Asociación Femenina de Estudiantes de Derecho, una excelente alumna y una fiel Santo de los Últimos Días. Luego, vi a casi todas las demás estudiantes asintiendo y mostrándose de acuerdo con ella.
Así que comenzamos con una conversación muy sincera sobre el mensaje del Presidente Benson, que duró hasta que terminó el periodo de clases. Me enteré por estas estudiantes que esa mañana algunas de las mujeres encontraron notas en sus mesas de estudio con mensajes como, “La admisión a la escuela de derecho es muy competitiva. Por favor, deja que un hombre ocupe tu lugar en nuestra clase.”
Después de la clase, acepté tener una discusión similar con todas las estudiantes de derecho esa tarde en la sala de estudiantes. Algunos estudiantes hombres, incluidos aquellos que colocaron las notas en las mesas de estudio de las mujeres, se sintieron justificados por su corta interpretación de algunas de las palabras del Presidente Benson. Los hombres estaban preocupados por el incremento del número de estudiantes mujeres. A veces, las juzgaban de no vivir según las enseñanzas de la Iglesia. Ahora, incluso estaban más decididos a permanecer impasibles.
Los demás representaron el punto de vista opuesto, tendiendo generalmente a restar importancia a lo que dijo el Presidente Benson si no estaban de acuerdo con eso. Pero, Mitzi y muchas de sus amigas representaron un tercer punto de vista, sintiéndose atrapadas en la brecha de lo ideal y lo real. Se habían inscrito en nuestra escuela de derecho con visiones idealistas de lo que podían hacer con su educación legal, como solteras o casadas. Pero, ahora, debido al respeto que sentían por el presidente de la Iglesia, se preguntaban si habían hecho algo malo. Deseaban sinceramente seguir al profeta. Esta escuela de derecho había sido su esperanza. Ahora, esa esperanza se sentía frustrada.
Primero les dije a las estudiantes que durante mis años en BYU-Idaho, había asistido mensualmente a reuniones del Sistema Educativo de la Iglesia con nuestros líderes principales de la Iglesia, incluido el Presidente Benson. Sabia de primera mano cómo se sentían estos líderes con respecto a la escuela de derecho. Dije, “¡Los hermanos las conocen, estudiantes mujeres que están aquí, y están muy contentos!” Tanto en público como en privado, las escuché expresar muchas variaciones positivas sobre el consejo que el Presidente Gordon B. Hinckley repetía a menudo para las mujeres Santos de los Últimos Días:
“Obtengan toda la educación académica posible. La vida se ha vuelto tan compleja y competitiva. No deben asumir que se les deben privilegios. Se espera que hagan grandes esfuerzos y que utilicen sus mejores talentos para labrarse el futuro más maravilloso del que sean capaces.”
Al mismo tiempo, los principios generales que el Presidente Benson enseñó sobre las madres terminó coincidiendo con el tema clave de “La Familia: Una Proclamación para el Mundo” de la Iglesia, publicada en 1995:
Por designio divino, el padre debe presidir la familia con amor y rectitud y es responsable de proveer las cosas necesarias de la vida para su familia y de proporcionarle protección.
La madre es principalmente responsable del cuidado de sus hijos. En estas sagradas responsabilidades, el padre y la madre, como compañeros iguales, están obligados a ayudarse el uno al otro. La discapacidad, la muerte u otras circunstancias pueden requerir una adaptación individual. Otros familiares deben brindar apoyo cuando sea necesario.
Quería que supieran que estos principios verdaderos se aplicaban tanto a la sociedad como a la Iglesia.
Basándome en mi propia investigación del derecho de familia de los Estados Unidos, expresé mi preocupación personal por el hecho de que nuestra sociedad devalúa cada vez más la maternidad, a pesar de que las investigaciones en ciencias sociales han demostrado durante años que la buena maternidad es de vital importancia. No recuerdo las ilustraciones que compartí en ese entonces, pero esos datos fueron similares a los hallazgos de las investigaciones más recientes. Un estudio de 2005, por ejemplo, encontró que el 81% de las madres estadounidenses consideraba que su rol como madre era lo más importante que hacía, aunque solo la mitad de las madres se sentían valoradas en ese rol por la sociedad.
Otros datos demuestran que las madres son los mejores modelos para ayudar a los niños en crecimiento a pasar por todas las etapas necesarias de desarrollo cerebral. Por eso, la maternidad ausente o ineficaz puede dificultar el desarrollo del cerebro infantil, afectando negativamente tanto a la familia como a la sociedad.
Los matrimonios y los padres estables, tanto madres como padres, son factores clave que determinan el bienestar de un niño.
Agregué que las perspectivas del Evangelio de nuestros estudiantes los capacitan para entender el matrimonio y la crianza de los hijos mucho mejor que la mayoría de personas en la actualidad. Si se les pidieran a nuestros estudiantes de ambos sexos que les dijeran a otros estudiantes estadounidenses de derecho qué es lo más importante en sus vidas; probablemente, sus prioridades generales sonarían muy parecidas a las del Presidente Benson.
Eso hizo que fuera aún más importante para las mujeres en ese grupo obtener una buena educación legal y las habilidades analíticas necesarias para ayudar a una sociedad que está confundida con respecto al matrimonio y la vida familiar.
En resumen, dije, casi nada es más importante que la maternidad y la paternidad. Al mismo tiempo, la Iglesia anima a las mujeres a obtener toda la educación que puedan, incluyendo, si así lo desean, la escuela de derecho. Todos necesitamos aplicar en oración estos principios que a veces se muestran contrarios a nuestras propias circunstancias. Los Hermanos confían en nuestra capacidad para hacer eso.
La manera en que muchos de nuestros estudiantes estuvieron de acuerdo con solo uno de estos principios ilustra la tendencia actual de vivir solo en un extremo de un mundo bipolar. A veces, juzgamos a los miembros de la Iglesia con demasiada dureza, sin darles el espacio para emitir juicios personales. Aprender a comprender y vivir con principios verdaderos diferentes es una habilidad esencial, no solo para los estudiantes de derechos sino para el resto de nosotros. A medida que hagamos eso, aprenderemos por nosotros mismos que “al poner a prueba los contrarios, la verdad se manifiesta.”
Ejemplos de las Escrituras
También podemos sentir la incomodidad de la ambigüedad en nuestras decisiones de hacer sacrificios para el Señor o la Iglesia ante la incertidumbre de los posibles resultados.
A menudo, probablemente, con demasiada frecuencia, hablamos de los sacrificios reales con demasiada agilidad, sin reconocer la ambigüedad y la ansiedad que podemos sentir sinceramente antes de inclinar la cabeza ante Dios, especialmente cuando no podemos entender todas las razones por las que a veces debemos dar tanto cuando sabemos tan poco.
Como John Tanner dijo al describir los sacrificios heroicos de una familia de miembros semejantes a los pioneros, “En historias como estas es fácil, demasiado fácil, ver la fe y perder el miedo. Pero, no podemos perder el miedo y el estremecimiento cuando es tu propia historia.”
Las Escrituras ilustran en repetidas oportunidades este proceso, que es parte central de la doctrina de andar por la senda de la fe (1 Nefi 3:7). Piensa en la profunda ambigüedad en el momento en que Abraham se paró con un cuchillo levantado sobre su amado hijo Isaac, sabiendo que el sacrificio solicitado contradecía todo lo que le importaba: las promesas acerca de su único hijo, su posteridad, su tierra prometida, todo, es decir, excepto su amor incondicional por el Señor.
Ester sabía que su pueblo estaba ayunando y orando por ella, pero también sabía que estaba arriesgando su vida al acercarse al rey. Con total fe, Ester dijo, “así entraré a ver al rey, aunque no sea conforme a la ley; y si perezco, que perezca” (Ester 4:13-16). Los tres jóvenes israelitas se acercaron al horno de fuego ardiente en Babilonia con la misma mentalidad, “Nuestro Dios… puede librarnos… él nos librará… oh rey. Y si no… no serviremos a tus dioses” (Daniel 3: 17-18)
Moroni enfrentó la aparente contradicción de que se le encomendara la tarea de escribir un testimonio final en las planchas sagradas, pero “a causa de la debilidad de sus manos” se sintió incapaz de escribir con poder y dijo “temo que los gentiles se burlen de nuestras palabras.” Entonces, el Señor le enseño que si se humillaba, Él convertiría la debilidad en fortaleza (Éter 12: 24 – 30).
El Señor tiene cierta manera de ayudarnos a resolver nuestras ambigüedades de tal forma que nos moldea y fortalece. Si podemos resolver las ambigüedades con una actitud creyente, nuestras elecciones de fe nos conducirán finalmente a nuestra santificación. Para aquellos cuya fe no es ciega, “vean con los ojos, y oigan con los oídos, y entiendan con el corazón.” Y, ese uso completo de nuestros sentidos de fe un día nos llevará a los pies de Aquel que dijo, “y los sané” (Mateo 13: 15).
Este es un extracto del libro “Faith Is Not Blind” de Bruce C. Hafen y Marie K. Hafen y fue publicado originalmente en ldsliving.com con el título “Why Ambiguity in the Gospel Is a Good Thing.”