A veces creemos que el amor verdadero es aceptar a las personas por lo que son.
Que debemos validar lo que piensan.
¿Es esto realmente cierto?
El apóstol Pablo enseñó:
“[El amor puro] es sufrido, es benigno; no tiene envidia, no se jacta, no se envanece; no se comporta indebidamente, no busca lo suyo, no se irrita, no piensa el mal; no se regocija en la maldad, sino que se regocija en la verdad; todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta”.
Queda claro que amar no es siempre decir sí a todo lo que otros piensan por temor a herir sus sentimientos.
Entonces, ¿cómo se ve el amor verdadero?
Amar verdaderamente
Nuestra sociedad actual enseña a creer que si no estamos de acuerdo con la forma de pensar de otros, entonces somos intolerantes, anticuados y que nos falta amor.
Las opiniones e ideas sobre la moda cambian, lo que se considera normal, puede no serlo en el futuro.
Necesitamos una fuente de verdad que no cambie.
Algo, o alguien, superior a nuestros propios pensamientos e ideas.
El evangelio de Jesucristo es esa fuente.
Somos hijos de e hijas amados de un Padre Celestial y una Madre Celestial.
Tenemos valor eterno y si aprendemos a darle nuestros anhelos, deseos y sueños a Dios, tendremos un futuro lleno de gozo por la eternidad.
Enseñar, vivir e incluso defender esas verdades, aún cuando sea difícil, es la forma del amor verdadero.
Fuente: Public Square Magazine