“Aquí hay un reino de sacerdotes levantado por el poder de Dios para sostener y edificar el reino de Dios. El mismo Sacerdocio existe al otro lado del velo. Todo hombre que sea fiel en su quórum aquí se unirá a su quórum allá.”
El siguiente es un extracto del discurso del presidente Wilford Woodruff en la Conferencia General de octubre de 1881 publicado en el “Journal of Discourses, Volumen 22”.
Ahora, habiendo dicho tanto sobre ese tema, quiero decir a mis hermanos y hermanas, que somos puestos sobre la tierra para edificar a Sión, para edificar el reino de Dios. La mayor parte de los miembros varones de Sión, que han llegado a los primeros años de la edad adulta, llevan una parte del Santo Sacerdocio. Aquí hay un reino de sacerdotes levantado por el poder de Dios para sostener y edificar el reino de Dios.
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El mismo Sacerdocio existe al otro lado del velo. Todo hombre que sea fiel en su quórum aquí se unirá a su quórum allá. Cuando un hombre muere y su cuerpo es enterrado en la tumba, no pierde su posición.
El profeta José Smith tenía las llaves de esta dispensación en este lado del velo, y las poseerá durante las innumerables eras de la eternidad. Fue al mundo de los espíritus para abrir las puertas de la prisión y para predicar el Evangelio a los millones de espíritus que están en tinieblas, y a cada apóstol, a cada setenta, a cada élder, etc., que murió en la fe; tan pronto como él pasa al otro lado del velo, entra en la obra del ministerio, y hay que predicar miles de veces más allá que acá.
Últimamente me sentí como si nuestros hermanos del otro lado del velo hubiesen realizado un concilio, y que le hubieran dicho a aquel, y ese: “Cesa vuestra obra en la tierra, venid aquí, necesitamos ayuda” y han llamado a aquel hombre y a ese hombre. Me ha parecido así al ver últimamente a los muchos hombres que han sido llamados de nuestro lado.
Tal vez se me permita relatar una situación que conozco en relación con el Obispo Roskelley, de Smithfield, Cache Valley.
En una ocasión, de manera repentina él se encontró muy enfermo, cerca de la puerta de la muerte. Mientras yacía en esta condición, el presidente Peter Maughan, quien había fallecido, se le acercó y le dijo:
“Hermano Roskelley, sostuvimos un concilio en el otro lado del velo. Tengo una tarea muy grande que hacer, y tengo el privilegio de venir aquí para nombrar a un hombre que venga a ayudar. Me han dado tres nombres en el consejo, y tú eres uno de ellos. Quiero saber tus circunstancias.”
El obispo le dijo lo que tenía que hacer, y conversaron juntos como un hombre conversaría con otro. El presidente Maughan le dijo:
“Creo que no te llamaré. Creo que te quieren aquí más que quizás uno de los otros.”
El Obispo Roskelley se recuperó después de esa hora. Poco después, el segundo hombre se enfermó, pero al no poder ejercer la fe suficiente, el hermano Maughan no fue a verlo. Poco después este hombre se recuperó, y al encontrarse con el hermano Roskelley le dijo: “El hermano Maughan vino a verme la otra noche y me dijo que lo habían enviado a llamar a un hombre del barrio”, y nombró a dos hombres como se le había hecho al hermano Roskelley. Unos días después el tercer hombre se enfermó y murió.
Ahora, digo esto para mostrar un principio. Ellos tienen trabajo al otro lado del velo; y quieren hombres, y los llaman. Y esa era mi opinión con respecto al Hermano George A. Smith.
Cuando estaba a punto de morir, el hermano Cannon le administró, y en treinta minutos se había levantado y había desayunado con su familia. Trabajamos con él de esta manera, pero al final, como saben, murió. Pero me enseñó una lección. Sentí que aquel hombre fue necesitado detrás del velo. Así mismo trabajamos con el hermano Pratt; él, también, fue necesitado detrás del velo.
Este artículo fue escrito originalmente por Wilford Woodruff y es un extracto del libro “Journal of Discourses, Volumen 22” y fue publicado por ldsliving.com bajo el título de “We Need Help”: When an Angel Called a Man to Work on the Other Side of the Veil”