Hay recompensas increíbles para aquellos que buscan a sus antepasados y realizan la obra del templo.
A medida que damos de nuestro tiempo para ayudarlos, nos convertimos en sus ángeles y ellos en los nuestros. En ese proceso simbiótico, los ayudamos y a ellos se les permite bendecirnos de muchas maneras.
Una de las fascinantes características en las personas que hacen la historia familiar es que están completamente motivadas por la necesidad de realizar esta labor.
Una puerta al velo
Ann Laemmlen Lewis siente que es la única esperanza para un pequeño pueblo en el sur de Alemania pues es una de las pocas personas que puede leer los antiguos registros en alemán.
Ella compartió:
“Cuando me encuentro enfocada haciendo la historia familiar, la palabra ‘compulsión’ viene constantemente a mi mente, es una urgencia absoluta que requiere toda mi atención.
Es como si estuviera detrás de una puerta cerrada y al otro lado hubiera miles de personas empujando y luchando por acercarse lo más que puedan a la puerta.
Es como si tomara la llave y abriera la puerta lo suficiente como para que todos al otro lado luchen con todas sus fuerzas para llegar hacia donde estoy, porque saben que finalmente se ha abierto el camino.
Me da mucha felicidad saber con certeza que lo que estoy haciendo es importante para ellos”.
Ann es un ángel para aquel pequeño pueblo alemán. Hasta el día de hoy, ha h¡logrado encontrar más de 18,000 nombres.
Testigo de ángeles
Helen Condon tuvo una experiencia espiritual al buscar personas de un apellido en particular. Ella expresó:
“Durante un viaje a.. Nueva Zelanda, llevé el nombre de mi amado tío Albert al Templo de Hamilton y pedí que un hombre hiciera la obra por él mientras estaba allá.
Al sentarme a ver su confirmación, observé a los dos testigos mortales y al mismo tiempo sentí que había dos testigos espirituales a mi lado. Ese día supe que verdaderamente lo que se registra en la Tierra se registra en los cielos”.
Los antepasados de Helen son bendecidos por su trabajo.
“¡No me olvides!”
Larry James compartió una experiencia maravillosa que lo motivó a buscar el nombre de un familiar al Templo de Mount Timpanogos.
Él escribió:
“Estaba sentado en una de las sillas para los testigos cuando la sala se tornó silenciosa. Escuché una voz femenina hablar a mi mente, me dijo: “No me olvides”.
Era la voz de mi hermana menor y aquello nunca me había pasado. Comencé a llorar, mi hermana había fallecido hace cuatro años.
Se bautizó a la edad de 8 años, pero nunca estuvo activa en la Iglesia. Se había casado 5 veces y tenía 6 hijos de diferentes hombres.
No había hecho la obra por la decisión que tomó [en vida] en cuanto al evangelio de Cristo. Debido a que escuché su voz, mi esposa y yo hicimos la obra por ella en una semana”.
Cuando nuestros seres queridos están listos, somos como ángeles que los ayudan a seguir progresando y cuando los ayudamos, nos abrimos a una experiencia espiritual asombrosa.
Conexiones eternas
Crear conexiones eternas, ¡de esto se trata la obra en el templo!
La hermana Wendy Nelson extendió la siguiente invitación:
“Tómense el tiempo para ayudar a aquellos que están al otro lado del velo a hacer convenios con Dios. A medida que lo hagan, el poder de Dios fluirá en su vida de una manera nunca antes vista” (Covenant Keepers, pág. 58).
El poder de Dios fluye en aquellos que buscan y realizan la obra del templo a favor de aquellos que ya no están.
El élder Holland afirmó:
“Testifico que aún se envían ángeles para ayudarnos, así como se enviaron para ayudar a Adán y a Eva, a los profetas y, en efecto, al mismo Salvador del mundo…
En el proceso de orar para que esos ángeles nos acompañen, ruego que todos nos esforcemos por ser un poco más angelicales mediante una palabra amable, un brazo fuerte, una declaración de fe y “el convenio que [hemos] hecho el uno con el otro”.
Al ayudar a nuestros antepasados y amigos del otro lado del velo creamos una conexión eterna, les permite ayudarnos a tener experiencias espirituales y a interceder en nuestras vidas.
Tanto ellos como nosotros nos volvemos ángeles en ambos lados del velo.
*Imagen de portada: “Welcome Home” por Annette H. Edwards
Fuente: Meridian Magazine