Todos, de una forma u otra, pasaremos por momentos en nuestro tiempo en la tierra en donde nuestras vidas estarán en peligro.
Es la naturaleza de la condición humana el estar ocasionalmente sujeto a un peligro mortal en algún tipo de accidente o trastorno. En estas coyunturas, Dios a veces manda la intervención de Sus ángeles para protegernos.
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Un suave aterrizaje
Janet Johnson recuerda una hermosa experiencia que tuvo con su hijo cuando era pequeño, él fue protegido de una lesión mayor. Ella compartió:
“El menor de mis hijos, un niño de seis, se había subido a un altillo abierto, a tres metros y medio por encima del piso de nuestro garaje. Estaba inclinado sobre el borde del altillo dejando caer a sus muñecos del ejército al piso de abajo. Él se inclinó demasiado y se cayó del desván. Se golpeó el hombro con un estante mientras caía, y cayó en el suelo llorando de miedo y de dolor.
Corrí al garaje y lo encontré, tenía el hombro ensangrentado y la piel rasgada, pero lo que me sorprendió fue que no se hubiera golpeado la cabeza contra el piso del garaje. Estaba tan sorprendida mientras lo sostenía en mi regazo que comenté ese hecho con él.
Aunque nunca le habíamos enseñado, ni hablado sobre los ángeles de la guarda, o la posibilidad de que nuestros seres queridos que han fallecido fueran ángeles en nuestras vidas, me miró a través de sus lágrimas y dijo: “Es porque caí sobre el ángel. Él era suave””.
¿Cuántos niños sobrevivirían a su infancia sin la ayuda de los ángeles? De hecho, ¿cuántas de las personas adultas pueden sobrevivir sin su ayuda?
¿Podría ser que a los ángeles se les dé la misión de mantenernos a salvo hasta que nuestro tiempo en esta tierra llegue a su fin?
Una protección contra el peligro
Delores Pack recuerda una experiencia que convirtió su temor en asombro. Ella compartió:
“Mientras manejaba a unos 60 kph, se reventó la llanta delantera derecha de mi auto. Con el impacto, mis brazos dejaron del volante. ¡Mi auto empezó a girar a la derecha dirigiéndose hacia una cerca al costado de la carretera! Me cubrí la cara con los brazos sabiendo que iba a chocar con la cerca.
De repente, todo dejó de moverse. Abrí los ojos y vi que mi auto estaba perfectamente estacionado al costado de la carretera. Alguien del otro lado del velo había conducido mi auto y lo había aparcado. Evitó que tuviera un accidente terrible”.
Delores fue salvada por alguna razón. Un ángel había sido enviado justo a tiempo.
La advertencia de un misionero
Warren Hacket también recuerda una experiencia en la que su vida fue librada un peligro terrible.
“Cuando servía la misión en Ciudad Guzmán, México, en 1969, las mañanas eran bastante frías y el piso de cemento era frío. Una mañana dejé mis zapatos debajo de mi cama para poder ponérmelos rápidamente y evitar lo helado del piso.
Mi compañero ya estaba en la cocina del otro lado del departamento. Cuando comencé a ponerme el primer zapato, escuché una voz que decía: “¡Élder, vacíe su zapato!”. Todavía estaba despertando, pero volteé el zapato y de él cayó un pequeño escorpión.
Los pequeños son los más peligrosos y habría sido una picadura muy dolorosa y podría haber tenido graves consecuencias. Unos minutos más tarde, mi compañero regresó a la habitación y le pregunté cómo sabía que había un escorpión en mi zapato.
Él no tenía ni idea de lo que estaba hablando y definitivamente no me había dicho nada. Sé que lo que me protegió ese día fue la advertencia de los ángeles”.
A veces, el papel de los ángeles es simplemente protegernos del daño hasta que sea nuestro momento de dejar este mundo.
Más que una mano que ayuda
Murl Caillouet relata una maravillosa experiencia en la que estaba convencida de que un ángel le salvó la vida cuando era pequeña.
“Hace sesenta años, cuando era niña, casi me ahogo. Algunos de mis hermanos y yo fuimos a nadar a un río. Quedé atrapada en la corriente y me alejé demasiado de la orilla.
Mi hermana mayor y mi hermano menor pudieron nadar cerca de mí, pero debido a la fuerte corriente, no pudieron llegar hasta donde estaba. Ellos gritaron pidiendo ayuda, orando que alguien que estuviera pescando pudiera oírlos.
Cada vez que podía llegar a la superficie, ellos pensaron que sería la última vez que lo haría. Después de llegar a la superficie en innumerables ocasiones, quedé tan cansada que apenas podía moverme.
Me hundí hasta el fondo del río y me quedé sentada, sin poder moverme, esperando morir, esperando haber sido una buena niña. Todavía puedo ver y sentir la arena. Después de lo que pareció ser mucho tiempo, ¡fui empujada hacia la superficie!
Cuando era niña no entendía lo que me estaba pasando. Me preguntaba quién me estaba empujando. Cuando me empujaron por encima del agua, me colocaron justo al lado de un bote.
Me asombró que cuando llegué a la superficie, a pesar de lo ancho que era el río, había un bote en el mismo lugar. Un pescador y su hijo escucharon los gritos de ayuda y me sacaron del agua.
Más tarde, a medida que crecía, quise saber quién me empujó a la superficie, y el Espíritu confirmó que había sido un ángel, pero no sabía quién era. Espero algún día conocer a mi ángel, a quien se le dio la oportunidad de ayudarme a que sea posible que experimente las cosas de esta vida”
Todo es por amor
Hay un hermoso pasaje de las Escrituras en Alma 24 que dice:
“Y el gran Dios ha tenido misericordia de nosotros… porque él ama nuestras almas así como ama a nuestros hijos; por consiguiente, en su misericordia nos visita por medio de sus ángeles”.
¡Dios AMA nuestras almas! ¡AMA a Sus hijos! La intervención de los ángeles es solo una de las formas en que Él muestra Su amor.
Con un poder invisible, los ángeles pueden darnos aterrizajes suaves, prevenir accidentes o salvarnos de ahogarnos.
Y a veces, solo a veces, cuando el velo es demasiado delgado, podemos darnos cuenta de su ayuda.
Fuente: latterdaysaintmag.com