Como hijos amados del Dios Altísimo, tenemos una conexión y privilegios especiales que en momentos sagrados se revelan a nuestro entendimiento.
Uno de estos momentos llega cuando se otorgan las bendiciones del sacerdocio. Esta bendición es brindada por un hombre digno que posee el poder y la autoridad de Dios para actuar en Su nombre, es decir el sacerdocio.
En ocasiones, estas bendiciones otorgadas por medio de la imposición de manos son asistidas por ángeles…
La ayuda de los ángeles para los hijos de Dios
Cuando los ángeles vienen a ayudarnos o a socorrernos de alguna manera, es porque se les ha dado la autoridad divina de Dios para hacerlo. El presidente Joseph F. Smith declaró:
“[El sacerdocio] es la autoridad que se ha dado en esta época en que vivimos por ángeles y espíritus ministrantes de los cielos, directamente de la presencia de Dios Omnipotente”.
Nuestra familia siempre seguirá siendo nuestra familia, ya sea que nos encontremos en este o en aquel lado del velo. Nuestros familiares que han fallecido, nos cuidan y, con frecuencia, les es permitido socorrernos y ayudarnos.
Una habitación llena de ángeles
Charles Harper compartió una experiencia enternecedora al ser socorrido por ángeles al dar una bendición del sacerdocio. El compartió:
“Mis padres iban de camino a visitar a la familia de mi papá cuando de pronto tuvo un ataque al corazón. Somos conversos a [La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días], y papá y yo éramos los únicos en la familia que habíamos sido bendecidos con el sacerdocio. Recibí una llamada telefónica pidiendo que fuera a darle una bendición a mi papá.
Me sentí tan solo en el cuarto del hospital cuando puse mis manos sobre su cabeza para darle la bendición… sin embargo, al poner mis manos, me di cuenta de que la habitación estaba llena de poseedores del sacerdocio que estaban presentes para ser parte de la bendición.
Los esfuerzos de mi madre por encontrar a nuestros antepasados dieron como resultado la ordenación [al sacerdocio] de varios miembros de la familia que han fallecido y que se encontraban en la habitación para ayudarme a ungir y bendecir a mi papá. No los vi, pero pude sentirlos y supe que estaban allí”.
La bendición de un abuelo
Un buen amigo mío, Matt Hill, me contó una vez que su hermana le pidió que le diera una bendición del sacerdocio. Ella todavía no estaba casada y le preocupaba el paso de los años sin tener un cónyuge a su lado. Ella necesitaba guía.
Cuando Matt puso sus manos sobre su cabeza y empezó a darle la bendición, sintió fuertemente que su abuelo le estaba dando la bendición a través de él. El expresó:
“El mensaje le decía que tratara de relajarse y que las cosas se darían a su debido tiempo y que ella encontraría a su esposo.
Finalmente, eso fue lo que pasó, ella se casó. El mensaje, sin embargo, en ese momento era exactamente lo que ella necesitaba escuchar para tener esperanza y fue brindado por su amoroso abuelo desde el otro lado [del velo]”.
Un testigo del otro lado del velo
Ronald Barnes me contó una experiencia inusual que tuvo. El escribió:
“Mi esposa, Colleen y yo teníamos a nuestras dos hijas, Tara y Laura, cuando ella estaba embarazada de nuestro tercer hijo. En diferentes ocasiones durante el embarazo, Colleen sintió que algo andaba mal con el bebé. En cada ocasión, le daba una bendición del sacerdocio diciéndole que todo estaría bien.
Cuando nació nuestro hijo, Michael, descubrimos que él tenía un nudo en su cordón umbilical. De haberse ajustado el nudo, podría no haber sobrevivido.
Cuando nuestro hijo, Michael, tenía unos 6 años, nos contó sobre algo que sucedió antes de que él naciera. Al principio, dijo que estaba rodeado por una luz rosa, luego que estaba en nuestra sala de estar, observándonos.
Estábamos vestidos con nuestra ropa de domingo. Las hermanas de Michael estaban sentadas en el sofá y yo estaba de pie ante Colleen con las manos en la cabeza como si le estuviera dando una bendición.
Creo que él vio una de las veces que bendije a su futura madre porque sabía que algo no estaba bien. Siento que la bendición que vio realmente le salvó la vida”.
Una bendición sanadora
Debra McCracken me relató el maravilloso descubrimiento que presenció durante una bendición del sacerdocio. Ella compartió:
“Hace varios años tropecé y me caí mientras regresaba al trabajo después de almorzar. Fue extremadamente doloroso y tuve que ser operada para que pudieran reemplazar parcialmente mi hombro derecho…
Una noche durante mi segunda estancia en rehabilitación, un amigo cercano de la familia y mi esposo vinieron a darme una bendición. Estaba cansada y adolorida y me preguntaba cómo iba a continuar con la recuperación.
Cuando pusieron sus manos sobre mi cabeza, tuve la sensación familiar que te recorre el cuerpo que solo el Espíritu Santo puede dar, y sentí la presencia de cuatro hombres detrás de mí, no solo de dos. Sentí que uno de ellos era mi padre, quien había fallecido hace unos años, pero no tenía ni idea de quién era el otro hombre.
De repente, me sentí abrumada al darme cuenta de que era mi hermano menor, quien había fallecido el mismo día en que nació hace muchos años. Nunca lo conocí, pero siempre pensé en él como si fuera un bebé.
Me di cuenta de que era él, un adulto en el mundo de los espíritus, y estaba siendo participe de la bendición. Esta ha sido una de las experiencias más espirituales y reconfortantes de mi vida”.
Compañeros en ambos lados del velo
Una hermosa cita del élder Jeffrey R. Holland, Cuórum de los Doce Apóstoles, hace eco de estas historias cuando dijo:
“… el Espíritu Santo, los ángeles en el cielo [y] familiares en ambos lados del velo… [existen] todos estos compañeros y más para nuestra jornada terrenal…”.
Se nos dan como compañeros espirituales y, en ocasiones, podemos sentirlos con nosotros…
Una promesa cumplida
Don Woods compartió una experiencia asombrosa que tuvo con su padre que había fallecido y que regresó para darle una bendición del sacerdocio.
Él y su padre habían tenido una relación muy cercana. La noche anterior a su muerte, su padre lo llamó a la una y media de la mañana diciéndole las muchas cosas que él tenía que hacer en su vida y le expresó la razón por la que tenía que morir en ese momento.
Le dijo a Don que estaría con él y lo ayudaría cuando él pasara por problemas de salud. Más adelante, Don se enfermó de gravedad de fibrosis quística y tuvo una obstrucción intestinal severo. El relató:
“En agosto de 1992, una noche a las tres de la mañana, cuando empecé a sentir mucho dolor… y las inyecciones de morfina administradas cada dos horas no estaban ayudándome, exclamé: “Señor, ¿qué hice mal?”, también exclamé con lágrimas: “¡Papá, me prometiste que estarías aquí!”.
De repente, mi padre estaba al lado de mi cama y sentí que me ponía las manos sobre la cabeza. A los pocos segundos, tuve la sensación de que alguien vertía algo caliente sobre mi cuerpo. Cayó desde mi cabeza a mis pies y el dolor desapareció. Mi padre sonrió para luego pasar a retirarse. Al día siguiente comencé a expulsar los cálculos”
Cada uno de estos acontecimientos que compartimos con estos ángeles, ya sea que nos percatemos de ello o no, son una muestra del amor que Dios tiene por cada uno de nosotros.
Nuestros seres queridos que han fallecido han venido y vendrán del otro lado del velo para cuidar de nosotros y fortalecernos en nuestros momentos de necesidad. Es uno de los privilegios que disfrutamos como hijos amados del Dios Altísimo.
Fuente: Meridian Magazzine