Aunque cuestionar nuestra manera de ministrar puede incomodar un poco, vale la pena reflexionarlo. Ministrar no es una lista de tareas que debemos cumplir por obligación, es una forma real de mostrar el amor de Cristo. Y eso implica actuar con intención, valentía y compasión.

Como dijo la hermana Michelle D. Craig:

“Cada uno de nosotros, si somos sinceros, siente una brecha entre dónde estamos y quiénes somos, y dónde queremos estar y quiénes queremos llegar a ser. Anhelamos tener una mayor capacidad personal. […] Estos sentimientos los da Dios, y crean un apremio para actuar”.

Si alguna vez sentimos que nuestras asignaciones de ministración no están funcionando o no son tan efectivas como deberían, tal vez es hora de revisar qué está pasando. Estas ideas pueden ayudarnos a entenderlo y mejorar.

A veces pensamos demasiado en nosotros

Cuando escuchamos la palabra “egoísmo”, pensamos en alguien que no comparte, que es indiferente o que simplemente no le importa. Pero el egoísmo en personas buenas suele verse más como “estar demasiado ocupados” o “quedarnos en lo cómodo”.

Como enseñó el élder Jeffrey R. Holland:

“El verdadero amor florece cuando nos preocupamos más por otra persona que por nosotros mismos”.

ministración; abrazo; servir; amar; cuidar; sociedad de socorro
Todos somos bienvenidos en la familia de Dios. Imagen: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días

Pero, ¿cómo podemos empezar a ministrar con más intención? Aquí compartimos algunas ideas sencillas que pueden marcar una gran diferencia:

  • Ora pensando solo en las necesidades de la persona a quien ministras. Pregúntate: ¿Qué puede estar necesitando hoy? ¿Cómo puedo ser una respuesta a su oración?
  • Haz algo que no necesariamente te interese a ti, pero que sabes que a ellos les encanta. A veces, un pequeño gesto que demuestra que los conocemos y los valoramos puede fortalecer un vínculo y abrir puertas al Espíritu.
  • Intenta servir con una pequeña acción diaria. No tiene que ser algo grande. Un mensaje, una sonrisa, una nota escrita a mano o incluso un recuerdo espontáneo pueden ser formas simples y poderosas de ministrar.

A veces lo que sentimos es miedo

No siempre es fácil acercarse a alguien. El miedo no siempre se ve como pánico, muchas veces se camufla como inseguridad, ansiedad leve o evitación. Tememos incomodar, equivocarnos o que la otra persona no responda como esperamos.

Imagen: Canva

La confianza espiritual se fortalece al actuar. Mientras más lo intentamos, más natural se vuelve. Y si confiamos en Cristo, podemos superar cualquier barrera emocional o social que nos limite.

Una forma de vencer el miedo a ministrar es actuar apenas sintamos ese pequeño impulso del Espíritu, sin esperar que todo salga perfecto. Podemos acercarnos con sencillez y confianza, recordando que incluso el Salvador fue rechazado en muchas ocasiones, pero eso nunca lo detuvo. Él siguió ministrando con amor, y nosotros también podemos hacerlo, paso a paso.

Ministrar es parte del discipulado

ministrar

No existe una forma “única” de ministrar bien. Pero sí queda claro que ministrar implica amar como lo haría Cristo. Y eso requiere práctica, disposición y humildad.

Cuando reconocemos nuestras debilidades sin escondernos detrás de excusas, el Señor nos ayuda a crecer. Todos podemos mejorar si dejamos de centrarnos tanto en nosotros y empezamos a ver con ojos espirituales a quienes nos rodean.

Porque al final, ministrar no es solo un deber. Es una forma de cambiar el mundo, un acto sencillo a la vez.

Fuente: LDS Living 

Video relacionado