Por alguna razón, si un miembro de la Iglesia tiene algún tipo de vello facial, es probable que tenga que escuchar algún tipo de comentario al respecto de algunos miembros de su barrio o estaca.
En caso de que hubiera alguien que no lo supiera… tener barba o cualquier tipo de vello facial no te hace malo, indigno o rebelde. Ni siquiera te hace estar a la moda, ser del mundo o insubordinado. Simplemente te hace una persona a la que le gusta usar barba.
No estoy tratando de defender o justificar mis propias acciones al escribir esto porque nunca me he dejado crecer la barba. No es lo mío. (Además, no sé cómo algunos hombres pueden aguantar la fase donde la barba es áspera y pica sin volverse locos).
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Me siento mal por aquellos que quedan atrapados en la lucha de lo que a veces definimos como el orden no escrito de las cosas, es decir la cultura que tenemos como miembros de la Iglesia.
¿Por qué no podemos aprender del consejo que el Salvador le dio a Samuel cuando dijo que “porque Jehová no mira lo que el hombre mira, pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón”.
Un día, yo ya tenía algunos meses de haber regresado de la misión, asistí a una reunión sacramental con uno o dos días de no haberme afeitado y fui regañado por un líder local de la Iglesia. Ese líder se acercó lentamente a mí, examinó mi cara y me reprendió frente a mi familia, mis amigos y también algunos no miembros. Extraño, ¿verdad?
Los que presenciaron el hecho estaban confundidos, yo estaba avergonzado y no pude evitar sentir que no quería volver a asistir a una reunión con esa persona en la vida.
¿Estaba ofendido? Sí. ¿Debería haberme ofendido? Probablemente no. Siempre es más difícil de lo que parece cuando estás en esa situación.
Yo generalmente me afeitaba, especialmente para las reuniones. Todavía estaba en modo misional. No estaba tratando de ser rebelde. Simplemente había olvidado mi afeitadora en la bolsa con la que viajaba.
Literalmente no había necesidad de hacer lo que hizo ese líder. Es el tipo de cosas que hace que una persona con un testimonio débil se vaya cuesta abajo.
Pero ya no me preocupo por mí mismo en ese tipo de situaciones. Estoy más preocupado por otras personas a las que he visto pasar por la misma experiencia, o quizá peor, en los momentos más inoportunos de su crecimiento espiritual.
Una promesa de amistad
Recientemente tuve una reunión con Bryce, un amigo y socio, en Utah que también estaba enseñando algunas clases en BYU. Tenía una gran barba y bromeé diciendo que nunca había visto a un profesor de BYU con una barba tan larga… o con barba para ser exactos.
Él bromeó diciendo: “Soy profesor auxiliar.”
Nos reímos un poco juntos y le pregunté: “¿Cuánto tiempo has dejado crecer tu barba?”
¡Alrededor de 8 años fue su respuesta!
La barba de este hombre tenía un significado, y fue la historia que me contó más tarde en una reunión donde me explicó el porqué y los detalles detrás de su barba. Es la historia que nadie que lo ve caminando por los pasillos de la Iglesia podría imaginarse.
Verás, este hombre regresó a casa de su misión antes de tiempo. No porque fue un mal misionero, sino porque se enfermó, se enfermó de gravedad. Tenía cáncer.
Regresó a casa para combatir el cáncer y recuperarse. Cuando llegó a casa, comenzó a seguir los tratamientos y, como suele ser el caso, su cabello comenzó a caerse.
Cuando las personas contraen cáncer u otras enfermedades, a menudo se hacen amigos de personas que tienen la misma enfermedad.
Pueden identificarse entre sí, ponerse metas y empatizar entre sí. Bryce hizo tres buenos amigos durante este tiempo de confusión y dolor.
En sus propias palabras, me dijo que “hicieron una pequeña promesa antes de que comenzaran su tratamiento, sabiendo que las cosas serían difíciles y que perderían cabello debido al tratamiento. Por lo que, en lugar de afeitarse la cabeza y la cara, como muchos hacen antes de que su cabello y vello facial comience a caerse por sí solos, decidieron que mientras estuvieran lo suficientemente sanos como para dejarse crecer la barba, lo harían hasta el día de su muerte”.
Vieron sus barbas como una señal de salud. Una señal de progreso. Una señal de esperanza. Una señal de su promesa como amigos.
Al final, de los cuatro amigos que intentaron dejarse crecer la barba, solo uno sobrevivió. Este hombre que se sentó frente a mí vivió para contar la historia. Fue el único de los cuatro que sobrevivió. Sus tres amigos perecieron por la enfermedad.
Y así mantuvo su barba, ocho años después, como un recordatorio de esa terrible experiencia y los amigos que había perdido. Luchó y sobrellevó muchos desafíos físicos y espirituales. Luchó hasta llegar al templo.
Y, sin embargo, lamentablemente, me contó algunas de sus interacciones posteriores con otros miembros de la Iglesia que cuestionaron su dignidad debido a su deseo por mantener esta barba.
No debería ser así.
Amar y no criticar
Otro amigo mío, un amoroso miembro fiel de la Iglesia, ha usado barba durante los últimos 15 años. Me dijo una vez que usa barba porque le ayuda a sentirse más cómodo consigo mismo. No es muy alto y tiene desafíos con su peso. También ha perdido todo su cabello. Dijo que su barba ayuda a cubrir su papada.
Puedes reírte un poco mientras lees esto, pero para muchas personas, la inseguridad es real.
Otro amigo nuestro que lleva el nombre de McConkie sirvió una misión en nuestra ciudad natal.
Fue uno de los mejores misioneros que he conocido. Atento, amable, trabajador, diligente. Cuando llegó a casa de su misión, continuó dedicando su vida a amar y servir a los demás. Él es literalmente uno de los mejores hombres que he conocido. Pero… tiene barba.
¿Esa barba cambió quién era él por dentro? ¿Limita su potencial como discípulo de Cristo?
Mientras nuestros corazones estén unidos como uno solo, no todos necesitamos tener el mismo aspecto.
Todas nuestras fotos y videos de Cristo lo representan con barba. José Smith no tenía barba, pero Brigham Young sí. Los siete profetas que siguieron a Brigham Young tenían barba. David O. McKay decidió que no la tendría. Los siguientes 8 profetas hicieron lo mismo. Nunca sabremos si volverá a ocurrir otro cambio cultural en el vello facial.
Pero una cosa es segura. El Salvador no quiere que juzguemos a alguien que no se “ve” como los demás. Él desea que nos esforcemos por ser como Él y “miremos el corazón” de las personas, que los recibamos con los brazos abiertos sin criticarlos.
Este artículo fue escrito originalmente por Greg Trimble y fue publicado originalmente por gregtrimble.com bajo el título “Having a Beard Doesn’t Make You Evil, Unworthy, or Rebellious”