Imagen de portada: “Relief Society Healing”, Anthony Sweat
Aunque esta pregunta puede responderse con un simple sí o no, todavía no estaría del todo correcta. La respuesta sería sí, pero también no.
En ese tiempo, José Smith había organizado recientemente la Sociedad de Socorro para mujeres dentro de la Iglesia de Cristo. El profeta José Smith organizó a las hermanas, apartándolas en sus respectivos oficios en la organización “bajo la autoridad del sacerdocio según el modelo del sacerdocio”.
Tal como lo hacemos hoy, ciertamente las mujeres de la época del profeta José también sintieron y conocieron el poder y la autoridad del sacerdocio que provenía de actuar dentro de sus llamamientos y asignaciones.
El presidente Dallin H. Oaks expresó:
“No estamos acostumbrados a hablar de que las mujeres tengan la autoridad del sacerdocio en sus llamamientos de la Iglesia, pero, ¿qué otra autoridad puede ser?
Cuando a una mujer, joven o mayor, se la aparta para predicar el Evangelio como misionera de tiempo completo, se le da la autoridad del sacerdocio para efectuar una función del sacerdocio.
Ocurre lo mismo cuando a una mujer se la aparta para actuar como oficial o maestra en una organización de la Iglesia bajo la dirección de alguien que posea las llaves del sacerdocio.
Quienquiera que funcione en un oficio o llamamiento recibido de alguien que posea llaves del sacerdocio, ejerce autoridad del sacerdocio al desempeñar los deberes que se le hayan asignado”.
Con respecto a dar bendiciones, José Smith enseñó que las hermanas podían administrar bendiciones con el poder y la autoridad inherentes a sus funciones como creyentes y seguidoras de Cristo, de la misma manera que el Señor enseñó en el Nuevo Testamento y en Doctrina y Convenios.
“Y estas señales seguirán a los que creyeren… sobre los enfermos impondrán sus manos, y sanarán”. -Marcos 16: 17-18
“Por tanto, así como dije a mis apóstoles, de nuevo os digo que toda alma que crea en vuestras palabras y se bautice en el agua para la remisión de los pecados, recibirá el Espíritu Santo.
Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre harán muchas obras maravillosas; en mi nombre echarán fuera demonios; en mi nombre sanarán a los enfermos; en mi nombre abrirán los ojos de los ciegos, y destaparán los oídos de los sordos; y la lengua de los mudos hablará”. -DyC 84: 64-70
José enseñó a las mujeres:
“Con respecto a la imposición de manos por parte de una mujer, no podría haber ningún pecado en ello si Dios autoriza la sanación; no podría haber pecado en una mujer que pone las manos sobre el enfermo… no es pecado para cualquiera que lo realice y que tiene fe o para el enfermo que tiene fe para ser sanado por dicha bendición”.
Entonces sí. Las mujeres de la época del profeta José Smith efectuaron bendiciones mediante la imposición de manos con poder y autoridad de Dios.
Pero a la vez no, las mujeres no fueron ordenadas al oficio del sacerdocio de Melquisedec. Las bendiciones que brindaron fueran mediante el poder de su fe en Jesucristo.
Eliza R. Snow, la segunda presidenta de la Sociedad de Socorro, explicó:
“Las mujeres pueden dar bendiciones en el nombre de JESÚS, pero no en virtud del sacerdocio”.
La práctica de la “imposición de manos” entre las mujeres cesó en un esfuerzo por seguir la directiva dada en Santiago 5:14:
“Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren ellos por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor”.
La directiva actual en el Manual de la Iglesia dice que “solamente los poseedores del Sacerdocio de Melquisedec pueden bendecir a los enfermos o afligidos”, pero esto realmente no limita la forma en que las mujeres pueden ejercer su fe o sus dones espirituales de sanación.
El presidente Boyd K. Packer enseñó:
“He llegado a saber que la fe es un poder real, no sólo una expresión o creencia. Hay pocas cosas que sean más poderosas que las oraciones fieles de una madre recta”.
Las oraciones de fe siguen siendo poderosas. Tengamos cuidado de no tomar a la ligera las bendiciones disponibles para todos nosotros, hombres y mujeres por igual, mediante la oración fiel y los dones del Espíritu que acompañan a todos los discípulos de Cristo que han recibido fielmente el Espíritu Santo.
Esforcémonos siempre por “vivir a la altura de [nuestros] privilegios, [para que] no se pueda impedir que los ángeles sean [nuestros] compañeros”.
Fuente: LdsDaily