En la novela de C. S. Lewis de 1950, “El león, la bruja y el ropero”, la primera de sus siete Crónicas de Narnia en siete volúmenes, cuatro niños son enviados a vivir a la casa de campo de un profesor anciano durante el bombardeo alemán a Londres de 1940-1941 conocida como el “Blitz”.
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Mientras explora la antigua casa, la menor de las niñas, Lucy, ingresa en el mundo paralelo de Narnia a través de un mágico ropero. Más adelante, sin embargo, sus hermanos no creen en su fantástico relato.
Más tarde, cuando su hermano Edmund la sigue en una segunda visita a Narnia, ella está feliz de que él ahora puede confirmar su historia. Sin embargo, por razones lamentables (¡lee el libro!) Edmund dice que Narnia es una simple fantasía.
Preocupada por la apasionada insistencia de Lucy en su extraña afirmación, los dos hijos mayores piden consejo al profesor, quien les sorprende:
“¿Cómo saben ustedes”, le preguntó a Peter y Susan, “que la historia de su hermana no es verdadera?”
Le recuerdan la declaración de Edmund de que él y Lucy sólo habían estado “imaginando”.
El profesor concedió ese punto. Pero luego plantea una pregunta importante: “La experiencia que ustedes tienen, ¿les hace confiar más en su hermano o en su hermana? ¿Cuál de los es más sincero?”
Los niños mayores responden que, hasta la reciente historia de Lucy sobre entrar en otro mundo llamado “Narnia” a través de un ropero mágico, seguramente habrían considerado que ella era más sincera que Edmund. Pero, repiten, su historia simplemente no puede ser cierta.
“Esto es más de lo que yo sé”, respondió el profesor. Sin embargo, agrega, “acusar de mentirosa a una persona en la que siempre se ha confiado es algo muy serio. Muy serio, ciertamente”.
Los dos niños mayores admiten que temen que Lucy no sólo haya estado mintiendo sobre sus experiencias en Narnia. Tal vez, de hecho, su hermana pequeña esté loca.
El profesor descarta esa opción: “No tienen más que mirarla para darse cuenta que no está loca”.
“Hay sólo tres posibilidades”, explicó él, “su hermana miente, está loca o dice la verdad. Ustedes saben que ella no miente y es obvio que no está loca. Por el momento, y a no ser que se presente otra evidencia, tenemos que asumir que ella dice la verdad.”
De manera conocida, Lewis utilizó una variación de este mismo argumento en su libro “Mera Cristianidad” en 1952. Sin embargo, aquí no se centró en las experiencias de la ficticia Lucy Pevensie, sino en lo que él llamó “lo realmente insensato que la gente suele decir” sobre Jesús de Nazaret, es “Estoy dispuesto a aceptar a Jesús como un gran maestro moral, pero no acepto su afirmación de que era Dios.”
C.S. Lewis declara:
“Eso es precisamente lo que no debemos decir. Un hombre que fue meramente un hombre y que dijo las cosas que dijo Jesús no sería un gran maestro moral. Sería un lunático en, en el mismo nivel del hombre que dice ser un huevo escalfado, o si no sería el mismísimo demonio. Tienes que escoger.
O ese hombre era, y es, el Hijo de Dios, o era un loco o algo mucho peor. Podéis hacerle callar por necio, podéis escupirle y matarle como si fuese un demonio, o podéis caer a sus pies y llamarlos por Dios y Señor. Pero no salgamos ahora con insensatez es paternalistas acerca de que fue un gran maestro moral. Él no nos dejó abierta esa posibilidad. No quiso hacerlo.
Nos encontramos, pues, con una alternativa aterradora. O este hombre del que hablamos era (o es) justamente lo que Él dijo ser o, si no, era un lunático o algo peor. Bien: a mí me parece evidente que no era ni un lunático ni un monstruo, y que, en consecuencia, por extraño o terrible o improbable que pueda parecer, tengo que aceptar la idea de que Él era y es Dios.”
El trilema de Lewis es una reminiscencia de la explicación de Sherlock Holmes en la historia de Sir Arthur Conan Doyle en 1890 “El signo de los cuatro”:
“Cuando todo aquello que es imposible ha sido eliminado, lo que quede, por muy improbable que parezca, es la verdad.”
No obstante, el trilema de Lewis no considera la posibilidad de que los escritores del Nuevo Testamento puedan haber tergiversado a Jesús. Quizás Él mismo nunca afirmó ser divino.
Sin embargo las afirmaciones de José Smith, como las afirmaciones que corroboran las de los Tres Testigos, los Ocho Testigos y otro número significativo de afirmaciones, no son antiguas ni fragmentos ni ambiguas. Claramente, por lo tanto, el trilema de Lewis se puede aplicar adecuadamente a ellos.
Este artículo fue escrito originalmente por Daniel Peterson y fue publicado originalmente por ldsliving.com bajo el título “What C.S. Lewis Can Help Us Understand About Jesus Christ and Joseph Smith”