Con tantos cambios en la Iglesia que parecen suceder cada semana, es fácil perderse en los mismos anuncios.
En el último año, hemos visto un torbellino de cambios y actualizaciones con respecto a la forma en que hacemos las cosas como parte del Evangelio restaurado de Jesucristo: la ministración, el aumento en el énfasis en el Salvador como parte del nombre de la Iglesia, los cambios en los planes de estudio, las numerosas actualizaciones de los programas misionales, los cambios en la manera en que los misioneros se comunican con sus familias y el cambio a un estilo de adoración centrado en la familia y apoyado por la Iglesia, sólo por nombrar algunos.
Después de todo, durante su gira por América del Sur en 2018, el Presidente Russell M. Nelson dijo: “Si creen que la Iglesia ha sido restaurada por completo, solo están viendo el inicio”.
El Presidente Nelson recientemente le dijo a Arizona Republic que estos cambios fueron inspirados y fueron el resultado de la revelación de nuestro Padre Celestial. Dijo: “Mientras estemos vivos, cambiaremos. Con esperanza, para mejor.”
¡No es de extrañar que nuestro profeta nos aconsejara que tomemos nuestras vitaminas!
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Sin embargo, con frecuencia, nos perdemos en los más recientes ajustes o, incluso, especulamos sobre lo que vendrá y no podemos evitar preguntarnos: ¿Nos centramos tanto en “cuáles” son estos cambios que a veces pasamos por alto el “por qué” detrás de ellos?
El Presidente de BYU, Kevin J. Worthen contó la siguiente historia en la Conferencia de la Mujer de BYU en mayo de 2018:
“Había una vez un guardia suizo que trabaja en la frontera de Austria. Trabajó ahí durante muchos años y se enorgullecía de su trabajo.”
“Una mañana, un hombre austriaco llegó a la frontera, en bicicleta. En la parte delantera de su bicicleta había una canasta llena de arena. Otro guardia lo habría hecho pasar, pero el guardia suizo no lo hizo. En cambio, sacó un peine especial que guardaba para ese propósito y comenzó a examinar cuidadosamente la arena en la canasta.
Sospechaba que el austriaco podría ser un contrabandista. Sin embargo, al no encontrar nada más que arena, dejó entrar al hombre.”
“Lo mismo sucedió el día siguiente y el día después de ese. A pesar de que nunca encontró nada, siguió buscando, día tras día, durante 30 años. Finalmente, un día, el guardia suizo habló con el hombre austriaco. ‘Debo hacerle una pregunta que he tenido en mente por muchos años. Este es mi último día de trabajo. Hoy me jubilaré. Todos estos años, sospeché que usted era un contrabandista. Ahora, se lo pregunto porque debo saberlo, ¿realmente es un contrabandista?’”
“El hombre austriaco dudó y el guardia suizo lo tranquilizó, ‘No se preocupe. Le doy mi palabra de honor de que no lo perseguiré. Pero, debo saberlo.’”
“Bueno”, dijo el austriaco. “Entonces, se lo diré. Sí, soy un contrabandista.”
“¡Ajá!”, dijo el guardia. “¡Lo sabía! Pero, todos los días que revisaba su canasta solo encontraba arena. Pero, dígame, por favor, ‘¿qué es lo que ha estado pasando de contrabando?”
“El austriaco respondió, ‘paso bicicletas de contrabando.’”
¿Nos concentramos tanto en examinar detenidamente la arena que pasamos por alto la bicicleta? ¿Nos centramos tanto en analizar cada cambio que no entendemos la razón detrás de por qué se está implementando cada uno de ellos?
El Presidente Russell M. Nelson nos mostró la bicicleta en el discurso que compartió en la Conferencia General de abril de 2018. “Nuestro mensaje al mundo es sencillo y sincero: invitamos a todos los hijos de Dios en ambos lados del velo a venir a su Salvador, recibir las bendiciones del santo templo, tener gozo duradero y calificar para la vida eterna.”
Entonces, ¿cuál es la bicicleta? – Llevar almas a Cristo.
El Presidente Worthen continuó:
“Si no entendemos eso, correremos el riesgo de desviar nuestro rumbo y pronto nos centraremos en la arena de la canasta y no en la bicicleta. Esto no solo hará que perdamos entusiasmo y energía a medida que nos estanquemos en los detalles, sino que también puede provocar que no reconozcamos ni aprovechemos todas las herramientas que se nos han proporcionado para ayudarnos, tanto en la implementación de la nueva visión de [estos cambios] y, lo que es más importante, en la gran obra de exaltar a todos los hijos de Dios.”
Nos arriesgamos a “pasar por alto la bicicleta” al centrarnos mucho en “cuáles” son los cambios en lugar del “por qué” de esos cambios. Cuando gastamos nuestros esfuerzos examinando cuidadosamente los detalles arenosos de lo que constituye exactamente una visita de ministración o la frecuencia con la que un misionero puede o debería llamar a casa, nos convertimos en el guardia suizo y perdemos de vista el panorama general.
Cuando comprendamos el propósito total de por qué los hacemos en primer lugar, seremos más constantes y efectivos en nuestros esfuerzos de acercar a las personas a Cristo.
El Presidente Worthen dijo que cuando nos centramos en el objetivo final de estos cambios, en lugar de los detalles menos importantes, “encontraremos que otras enseñanzas y programas de inspiración divina forman parte de la misma obra sagrada y que todos los aspectos de la obra pueden combinarse de maneras nuevas y poderosas para lograr ese objetivo final.”
Al tener en cuenta el propósito más amplio de estos cambios, comenzamos a ver cómo trabajan juntos para nuestro bien a medida que nos esforzamos por acercarnos más a Cristo y avanzar en la obra de salvación en ambos lados del velo.
Este artículo fue escrito originalmente por Ashli Kristine Hansen y fue publicado en ldsliving.com con el título “Changes in the Church: Are We Missing Blessings by Focusing on the ‘What’ Instead of the ‘Why’?”