Hace años, mi esposo y yo intentábamos ayudar a uno de nuestros hijos a dormir cuando estaba enfermo.
Después de muchos intentos para que se durmiera, nos acostamos con él abrazándolo, pero luego nos dimos cuenta de que él estaría mejor si lo dejábamos dormir solo.
Con nosotros allí, nuestro hijo de dos años estaba más enfocado en la atención que le brindábamos que se despertaba cada vez que movíamos nuestros brazos cansados.
Nuestra intervención fue en realidad una distracción que le impedía tomar el descanso que necesitaba. Él no estuvo para nada feliz cuando lo pusimos en su cuna y lo dejamos. Estoy segura de que estaba pensando: “¡Oigan! ¡No me siento bien! ¿¡Por qué nadie viene a abrazarme cuando estoy triste!? … ¿¡Hola!? ¿Hay alguien ahí?”.
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¿Con qué frecuencia nos hemos encontrado en una situación similar con nuestro Padre Celestial?
Me imagino que sería como intentar comunicarse con alguien por radio en medio de una emergencia: “¿Hola? ¿Alguien me escucha? ¡¿Alguien puede ayudarme?!”
Puede que estemos afrentando una prueba terrible que queremos que acabe. Estamos listos para ser libre de todo eso, o al menos, estamos listos para que alguien se entere de nuestros desafíos y nos ayude…. Solo que esa ayuda no parece llegar, sentimos que nadie nos escucha.
Créeme, escuché a mi hijo en esas noches. Escuché con la respiración contenida cada queja suya, cada tos y cada llanto. Me hubiera encantado abrazarlo, pero sabía que eso no lo ayudaría. Anhelaba estar con él y poder solucionarlo todo.
¿Acaso no son estos los sentimientos de nuestro Padre Celestial? Sé que cada oración es escuchada. Estoy bastante segura de que Él escucha con más atención cuando nos encontramos pasando dificultades, al igual que yo cuando mis hijos no se sienten bien.
Sin embargo, en ocasiones, una respuesta o rescate inmediato no es lo más conveniente para nuestro beneficio o progreso personal. En otras ocasiones, el Señor puede considerar oportuno enviarnos un mensaje más rápido
Me encantaron las palabras de la hermana Susan H. Porter, de la Presidencia General de la Primaria, en la Conferencia de Mujeres de BYU de 2021, cuando compartió cuando su esposo se enfermó mientras estaban sirviendo en Moscú.
Ella explicó la seguridad y la calma que sintió incluso cuando todo parecía desmoronarse. La hermana Porter compartió que Dios no nos dejaría desamparados, aunque a veces no podamos reconocer eso en el momento de los hechos.
Pero incluso cuando no recibimos ninguna respuesta, debemos seguir adelante.
Tengo una lista de discursos y libros que me ayudan a encontrar fuerzas para seguir avanzando. Cuando necesito fortalecer mi testimonio, uno de los libros a los que recurro es “No One Can Take Your Place” de Sheri Dew.
Esta cita que me llamó mucho la atención el otro día mientras la leía:
“A medida que Satanás desata cada vez más su furia contra el Padre y el Hijo, al desatar su furia contra todos los que están determinados a “ser testigos de Dios en todo tiempo, en todas las cosas y en todo lugar” (Mosíah 18: 9), tenemos el desafío de hacer una vez más lo que hemos hecho antes: mantenernos fieles a Dios y a Jesús y no doblegarnos ante sus ataques.
En pocas palabras: En la preexistencia durante las circunstancias más difíciles, sostuvimos fielmente a nuestro Padre y a Su Hijo, y no vacilamos. La pregunta para nosotros hoy es: ¿de qué manera volveremos a hacer lo mismo?”
Esta cita de Sheri Dew inmediatamente me hizo pensar en una escena de la película “Avengers: Endgame”. Comencé a ver lecciones de vida poderosas y paralelos espirituales en aquella escena que pueden ayudarnos a avanzar incluso cuando nos sentimos solos.
Lecciones del Capitán América
En una de las escenas finales de “Avengers: Endgame”, el Capitán América se encuentra solo frente a un gran ejército de villanos. Se ve bastante golpeado, agotado y exhausto.
Me pregunté cómo me sentiría si fuera él, enfrentándome a un enorme ejército de seres superpoderosos dispuestos a destruirme. O, si yo hubiera estado en el lugar de Frodo y Samwise o Harry, Ron y Hermione dándome cuenta de la gran tarea que tengo frente a mí y de todos los peligros por delante.
Una de mis escrituras favoritas durante tiempos de prueba dice:
“Así que, no temáis, rebañito; haced lo bueno; aunque se combinen en contra de vosotros la tierra y el infierno, pues si estáis edificados sobre mi roca, no pueden prevalecer”.– Doctrina y Convenios 6: 34
Sin embargo, ante lo que parece ser dolor y angustia, ¿dudaríamos? ¿Correríamos? ¿Qué harías tú?
Creo que un indicador de nuestra capacidad para avanzar inquebrantablemente está en lo cerca que estamos tratando de estar del Salvador. Si nos hemos distanciado de Él al no guardar los mandamientos, entonces no entenderemos cómo es que podemos confiar siempre en Él.
La fuerza y el valor que vienen del Salvador
Por eso es imperativo que nos esforcemos por permanecer cerca del Salvador. Nunca sabemos cuándo pueden ocurrir esos ataques, por lo que debemos desarrollar constantemente nuestra relación con nuestro “Gran Hermano”.
Cuanto más cerca de Él estamos, más fuertes somos. Sabemos que Él está ahí. Sabemos que es constante. Doctrina y Convenios 88:63 nos dice:
“Allegaos a mí, y yo me allegaré a vosotros; buscadme diligentemente, y me hallaréis; pedid, y recibiréis; llamad, y se os abrirá”.
¿Lo recordamos siempre? Tenemos el poder de tomar decisiones que nos acerquen más a Él.
La oración es esencial para acercarnos al Salvador y sentir la fuerza y el valor que solo Él puede brindarnos. En un discurso titulado “Mejorando nuestras oraciones”, el élder Joseph B. Wirthlin dijo:
“Cada persona en la tierra vivió en cierto momento en los reinos celestiales. Caminamos con nuestro Padre Celestial. Lo conocimos. Escuchamos Su voz. Lo amamos.
Y aunque estábamos ansiosos por venir a la tierra y continuar nuestro crecimiento, debemos haber lamentado la separación que lo acompañaría. . . Cuánto debemos haber anhelado estar cerca de nuestro Padre Celestial, cuanto debemos haber deseado poder llegar a Él y conversar con Él.
Sin duda, nuestra separación de nuestro Padre Celestial se suavizó cuando Él prometió que a medida que lo buscáramos en oración, Él se acercaría a nosotros”.
Piensa en eso por un minuto. Piensa en aquella partida de nuestro hogar celestial, llevando con nosotros promesas de “estaremos en contacto”.
Por mucho que sintamos dependencia de la comunicación con nuestro Padre Celestial, piensa en cuán grande es su deseo de que nos acerquemos a Él y le pidamos su apoyo y ayuda.
La Guía de Estudios de ls Escrituras dice:
“La finalidad de la oración no es cambiar la voluntad de Dios, sino obtener para nosotros y para otras personas las bendiciones que Dios está dispuesto a otorgarnos, pero que debemos solicitar a fin de recibirlas”.
Casi al final de la película de “Avengers: Endgame”, a pesar de que el Capitán América es superado en número por miles, él muestra su fuerza y valor y comienza a dirigirse a aquella batalla contra el mal.
Mientras lo hace, escucha un pequeño mensaje en su auricular que le indica que no está solo. Cuando avanzamos inquebrantablemente en la batalla, ¿acaso no somos también bendecidos con un pequeño mensaje en nuestra mente que nos hace saber que no estamos solos?
Los cielos nos están animando
En el caso del Capitán América, él sí pudo recibir esa ayuda de manera rápida. Después de escuchar el mensaje en su auricular, pronto se ve rodeado y sostenido por el resto de su equipo. Aunque no se habían visto anteriormente, todos aparecen en su momento de necesidad, pero solo después de que él avanzó hacia la batalla.
La escena en la que todos los demás superhéroes acuden a su rescate me recordó una cita del discurso, “En tiempos de tribulación”, del élder Jeffrey R. Holland:
“En el evangelio de Jesucristo, tenemos ayuda de ambos lados del velo.
Nunca debes olvidar que … si pudiéramos abrir nuestros ojos, veríamos caballos y carrozas de fuego hasta donde nos alcance la vista, avanzando a una velocidad impresionante para protegernos.
Estos ejércitos celestiales siempre estarán allí, en defensa de la simiente de Abraham”.
Incluso cuando no podamos ver o no podamos sentir la influencia de ese “Gran Hermano” que está a nuestro lado para protegernos, debemos recordar que Jesús está allí.
En el discurso “Recuerden el camino de regreso a casa”, el élder José A. Teixeira, de los Setenta, dijo:
“Dios es plenamente consciente de cada uno de nosotros y está listo para escuchar nuestras oraciones. Cuando recordamos orar, hallamos Su amor sustentador, y cuanto más oramos a nuestro Padre Celestial en el nombre de Cristo, más traemos al Salvador a nuestra vida y mejor reconoceremos la senda que Él ha marcado hacia nuestro hogar celestial”.
Puede que ese camino no sea fácil. Puede que nos lleve a enfrentar algunas batallas o puede que sea un camino difícil.
Sin embargo, podemos saber que si nos esforzamos por andar por el camino que Él ha trazado, se nos proporcionará la ayuda celestial que necesitamos.
Él siempre estará ahí. Estoy muy agradecido por la paz y la fuerza que puedo encontrar en Él cuando lo busco por medio de la oración.
Fuente: ldsliving.com