Una noche de casualidad vi un programa de televisión llamado “Intervención”. El programa mostraba a los adictos y sus familias y los terribles detalles de sus vidas.
Un episodio compartió la historia de una joven adicta a la heroína que comía comida para gatos y vivía en una casa abandonada llena de basura.
Su familia vivía cerca y quería acogerla, pero ella no deseaba lidiar con sus constantes discusiones sobre su consumo de heroína. Así que prefirió vivir entre montones de basura y depender de la prostitución.
A medida que el programa avanzaba, la familia entera se reunió y decidió terminar cualquier contacto con ella hasta que decidiera ingresar a rehabilitación. Fue entonces cuando comencé a prestar más atención.
En lugar de dejarlos e irse del lugar, la joven miró confundida a su familia. No estaba segura de cómo afrontar esa decisión unánime. Finalmente, empezó a llorar y aceptó ingresar a un centro de rehabilitación. Había esperanza.
Una camioneta la recogió y condujo cientos de kilómetros hasta el centro de rehabilitación. Oré para que pudieran superar eso.
Mientras oraba, me di cuenta de que no solo estaba orando por ellos, estaba orando por mi familia. Ya no era sólo su historia, era la mía. Después de 24 horas, ella se escapó del centro.
Una lucha contra la adicción
Apagué la televisión, me senté frente a la pantalla y lloré. Por ellos. Por mí. Por mi hijo. Por todos los que se encuentran esclavos de la adición. Me sentí desesperado. Yo había pasado por aquella situación en diferentes ocasiones con mi hijo.
Empecé a preocuparme porque pensé que ese monstruo era demasiado fuerte o tal vez mi hijo era demasiado débil.
Sabía gracias a mi investigación que las tasas de éxito de los mejores programas de rehabilitación estaban en el rango del 5-10%. Conocía innumerables historias de recaídas y muertes, pero muy pocas historias de éxito.
Mi temor más grande, mientras lloraba esa noche, era que para mi amado hijo, el día de su salvación pudiera haber pasado. Perdí la esperanza de que algún poder fuera capaz de salvarlo de las decisiones que tomó en el pasado.
La promesa del Capitán Moroni
Pero esa desesperanza se convirtió en fe cuando comencé a comprender la promesa del Capitán Moroni.
Probablemente estés familiarizado con la promesa que hace el profeta Moroni en los últimos versículos del Libro de Mormón. Es una promesa inequívoca de que si te atienes a ciertos principios, puedes estar seguro de recibir un testimonio del Libro de Mormón que “te manifestará la verdad de las cosas” (Moroni 10:4).
Para cualquiera que piense que nunca superará la adicción, o para cualquiera que se preocupe de que no haya salida para su ser querido, el Capitán Moroni hace una promesa igualmente inequívoca.
Nos muestra cuán irrelevante es el poder del enemigo en lo que respecta a predecir el éxito o el fracaso en las batallas más significativas de nuestras vidas.
¿Crees que la heroína es fuerte, que nunca podrás dejar la adicción? ¿Es la mezcla tóxica de pornografía y masturbación demasiado poderosa? ¿Temes que el alcohol esté integrado en tu propia estructura celular y nunca desaparezca? Si es así, el capitán Moroni tiene una promesa para ti.
Los capítulos 46-62 de Alma hacen referencia a un total de diecinueve batallas. En cada una de ellas los nefitas debieron haber perdido. Y de hecho, así fue en algunas de ellas.
Por ejemplo, en la segunda invasión lamanita, las furiosas hordas de invasores mataron a decenas de miles de nefitas y conquistaron la mayoría de las ciudades del este: Moroni, Nefia, Lehi, Omner y Mulek. Y, sin embargo, en otras ocasiones, la abrumadora ventaja de los lamanitas no conduce a la pérdida de los nefitas.
La ayuda y guía del capitán Moroni a los nefitas
La lección aquí es que lo que predice el éxito o fracaso no tiene nada que ver con la fuerza del enemigo, depende de la conducta de los nefitas. Moroni repetidamente le aseguró a su pueblo que las abrumadoras fuerzas de los lamanitas no fueron la razón por la que estaban perdiendo la guerra:
“Sí, de no haber sido por la guerra que surgió entre nosotros;… [si] hubiésemos unido nuestras fuerzas como previamente lo hemos hecho… si hubiésemos avanzado contra ellos con la fuerza del Señor”. -Alma 60:16
Moroni finalmente pudo ayudar a los nefitas a recuperar su libertad porque su atención principal estuvo en la conducta de los nefitas en lugar de la fuerza de los lamanitas. Y ese también es nuestro desafío.
No podemos proteger a nuestros seres queridos de una esclavitud que anhelan. No podemos luchar contra los lamanitas cuando los nefitas están ansiosos por rendirse ante ellos.
Cuando obligamos a nuestros hijos a ir a rehabilitación, alejamos a sus traficantes de drogas o peleamos sus batallas por ellos, siempre fracasaremos.
Pero cuando primero consideramos cómo nuestras acciones afectan la condición espiritual de nuestros seres queridos, nos aseguramos de tener éxito. El primer consejo para ayudarlos es negarnos a asumir la responsabilidad de aquellos a quienes estás tratando de ayudar.
Esta es la premisa de Moroni: La fuerza del enemigo es irrelevante. Si luchas a la manera de Dios, la victoria está asegurada.
Es la condición de los nefitas, no la fortaleza de los lamanitas, lo que determina el resultado. Incluso contra un “enemigo que [es] innumerable”. (Alma 58:8).
Entendiendo la promesa de Moroni
Moroni nos enseña que cuando peleamos bien y al lado del Señor, ganamos cualquier batalla. Solo debemos tener en cuenta que los principios que enseña Moroni son evidencia de la resiliencia de nuestra alma. Requiere fe, paciencia, valor y un tipo de amor que pocos de nosotros tenemos al pelear en la batalla.
A medida que comienzas a explorar los principios de Moroni para combatir la adicción, ten esto en cuenta: No importa cuán incómodo te haga sentir, tu principal consideración debe ser el efecto que tus acciones tendrán en la condición espiritual de tu ser querido.
Si tus acciones solo socavan su albedrío o aumentan su resistencia a tus esfuerzos bien intencionados, perderás. Pero si te niegas a pelear las batallas de alguien que no desea pelear, si sigues los principios de Moroni y respetas su albedrío, la victoria no solo es posible, sino que tarde o temprano será inevitable.
Fuente: Meridian Magazine