Imagínate si los misioneros del Libro de Mormón, Amón y Aarón hubieran podido enviarse mensajes de texto entre sí en los días de preparación mientras servían entre los lamanitas.
Si Aarón y Amón se hubieran comunicado en tiempo real, creo que Aarón probablemente se habría sentido frustrado con su misión. Mientras Amón tenía experiencias poderosas, él solo se enfrentaba al constante rechazo.
Los misioneros en diferentes partes del mundo hoy en día podrían experimentar sentimientos similares.
Uno puede ser asignado un lugar donde muchas personas están preparadas para ser bautizadas mientras que el otro a servir en un lugar donde ocurren pocos bautismos.
Si ambos comienzan a comparar sus resultados, un misionero puede desanimarse. Ante esta situación, Mormón nos recuerda lo siguiente:
“Pues resultó que fue su suerte haber caído en manos de gente más obstinada y más dura de cerviz”. (Alma 20:30)
Piensa en esa frase: “Pues resultó que fue su suerte, [la de Aarón]”
Estas frases dejan claro que no era que Amón fuera un mejor misionero que Aarón, simplemente sucedió que a él le tocó la obra más difícil.
A veces en nuestras vidas, ya sea en el campo misional o en otras áreas, veremos esta misma situación.
Tal vez tus hijos no sean tan perfectos como los de la hermana de tu barrio, podría ser fácil desanimarse y pensar: “Soy un fracaso como padre”.
Puede que tal vez “resultó que fue [tú] suerte” fue recibir algunos espíritus especiales que Dios sabía que amarías, incluso si no siempre actúan como tú lo deseas.
Es fácil mirar de reojo y comparar nuestros resultados con los de los demás, especialmente en un mundo de redes sociales donde parece que todos tienen una vida mejor que la tuya.
Sin embargo, Amón y Aarón no comparaban sus resultados y nosotros no deberíamos hacerlo tampoco. Como enseñó el élder Dieter F. Uchtdorf, del Cuórum de los Doce Apóstoles:
“El Señor no espera que trabajemos más duro de lo que podamos. Él no compara nuestro esfuerzo con el de los demás, ni tampoco nosotros debemos hacerlo. Nuestro Padre Celestial sólo nos pide que demos lo mejor de nosotros, que trabajemos con toda nuestra capacidad, sin importar cuán grande o pequeña sea”.
A medida que seguimos este consejo, hacemos lo mejor para nosotros y permitimos que el Señor nos ayude, encontraremos paz y esperanza en Jesucristo.
Fuente: LDS Living
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