El Concilio de Nicea y el Credo Niceno jugaron un papel importante en organizar las religiones cristianas ortodoxas tal como las conocemos hoy. Pero, ¿qué relevancia tiene con La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días?
Para empezar, debemos entender completamente lo que ocurrió en el Concilio de Nicea e identificar qué hizo de este evento una parte fundamental del cristianismo pasado y moderno.
¿Qué sucedió en el Concilio de Nicea?

El concilio fue convocado por el emperador Constantino el Grande en el año 325 d.C. Los sínodos o concilios de obispos se reunieron en el primer concilio ecuménico para hablar de varios puntos y aclarar las diferencias sobre lo que consideraban la verdadera doctrina.
Uno de los principales desacuerdos giraba en torno a la naturaleza de Jesucristo y del Padre.
Un líder llamado Arrio enseñaba a sus seguidores que Cristo era solo una criatura creada por Dios el Padre de la nada. Su argumento sostenía que todo había sido creado por el Hijo y que este no existía antes de que el Padre lo creara.
Además, Arrio creía que el Hijo tenía el albedrío para elegir entre el bien y el mal y que la divinidad de Dios el Padre era mucho mayor que la del Hijo.

El Concilio consideraba que Arrio interpretaba incorrectamente las Escrituras y quería dejar claro que sus enseñanzas eran erróneas.
San Alejandro de Alejandría sostenía la creencia de que el Hijo de Dios compartía la misma divinidad que el Padre y que era coeterno con Él; de lo contrario, no podría ser el Hijo.
Gran parte del debate se centró en la terminología de las palabras “nacido”, “creado” y “engendrado”. Arrio creía que básicamente significaban lo mismo, sin embargo otros, que seguían las enseñanzas de Alejandro, pensaban que su significado era diferente.
El resultado del concilio contradecía el argumento de Arrio y finalmente concluyó que el Hijo de Dios es coeterno y consustancial con el Padre.

Otro tema que abordaron fue la fecha de la celebración de la Pascua. En el Concilio, se redactó un credo para formalizar la decisión tomada y establecer otros mandatos que la iglesia cristiana de la época deseaba conservar como canon.
Así, la declaración del primer concilio de Nicea fue la siguiente:
“Creemos en un solo Dios, el Padre todopoderoso, creador de todas las cosas visibles e invisibles; y en un solo Señor, Jesucristo, el Hijo de Dios, Unigénito nacido del Padre, engendrado del Padre antes de todos los siglos. Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado y no creado; siendo de la misma naturaleza del Padre; por quien todas las cosas fueron hechas, tanto lo que hay en el cielo como en la tierra, que por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación descendió, se encarnó y se hizo hombre, padeció, resucitó al tercer día y subió a los cielos, de donde vendrá a juzgar a vivos y muertos; y creemos en el Espíritu Santo”.
Para los miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, esto puede parecer un poco familiar.
El Credo de Nicea vs. los Artículos de Fe

Al comparar el Credo de Nicea con losArtículos de Fe, se encuentran algunas similitudes.
Los Artículos de Fe fueron escritos por el profeta José Smith y, generalmente, los Santos de los Últimos Días los memorizan desde pequeños.
Tomemos una parte del Credo de Nicea y compáremosla con el primer artículo de fe:
Credo de Nicea:
“Creemos en un solo Dios, el Padre todopoderoso… y en un solo Señor, Jesucristo… y en el Espíritu Santo”.
Primer artículo de fe:
“Nosotros creemos en Dios el Eterno Padre, y en su Hijo Jesucristo, y en el Espíritu Santo”.
Aquí, la diferencia entre ambas declaraciones es mínima.

Ahora, comparemos lo que se dice en el Credo con el tercer artículo de fe:
Credo de Nicea:
“…que por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación descendió, se encarnó y se hizo hombre, padeció, resucitó al tercer día y subió a los cielos, de donde vendrá a juzgar a vivos y muertos…”
Tercer artículo de fe:
“Creemos que por la expiación de Cristo, todo el género humano puede salvarse, mediante la obediencia a las leyes y ordenanzas del Evangelio”.
Aunque existen muchas diferencias entre estas dos declaraciones, podemos decir que se complementan mutuamente.

Los Santos de los Últimos Días están de acuerdo en el Credo en que Jesús, el Hijo de Dios, vino a la tierra, nació como hombre, sufrió en la cruz, resucitó y subió a los cielos. También creen que Jesús es el Unigénito del Padre y que ambos son creadores.
Lo que el tercer Artículo de Fe añade es la expiación que Cristo llevó a cabo antes de su muerte en la cruz.
Mitos del Credo de Nicea

Existe el mito de que en este concilio se decidió la doctrina de la Trinidad, es decir, la creencia de que Dios el Padre, Jesucristo y el Espíritu Santo son tres personas en un solo Dios.
Aunque esta idea fue discutida por algunos teólogos a finales del siglo II y principios del siglo III d.C., el concepto de la Trinidad no se estableció formalmente como una doctrina por los cristianos ortodoxos hasta el año 362 d.C.
Para los miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días la creencia de la Trinidad se basa en que está compuesta por tres personajes distintos: Dios el Padre, Jesucristo y el Espíritu Santo.
Además, el Padre y el Hijo tienen cuerpos tangibles de carne y huesos, tal como se relata en la Primera Visión de José Smith, mientras que el Espíritu Santo es un personaje de espíritu sin carne ni huesos (Doctrina y Convenios 130:22–23). Estos tres personajes no son un solo Dios, pero son uno en perfecta unidad y armonía de propósito y doctrina.
Entonces, ahora ya sabemos que el Concilio de Nicea desempeñó un papel clave en el establecimiento del modelo de creencia cristiana. Podemos estar agradecidos por aquellos hombres que, en su época, se preocuparon de que no hubiera dudas sobre la naturaleza de Dios el Padre y de Jesucristo.
Fuente: ThirdHour.org




Queridos amigos de MasFe::::
Vuestra intención de ser conciliadores (nunca mejor dicho) está genial. Hace ya mucho que nuestra Iglesia evita los debates teológicos con nuestros hermanos católicos, ortodoxos o evangélicos, porque nos unen muchas más cosas que las que nos separan.
Aun así, yo creo que tampoco hay que pasarse, o con tanto «buenismo» acabaremos diciendo que Hitler era un filántropo porque protegió la música de Wagner e hizo muy buenas carreteras.
Hace ya muuuuchos años la Iglesia publicó la obra en tres tomos James L. Barker «The Divine Church», que se dio como manual del sacerdocio durante una época. No hay otra obra más completa sobre la Gran Apostasía.
En el segundo tomo se dedican dos capítulos a la controversia de Arrio, y tres capítulos al Concilio de Nicea. Y Barker muestra (basado además en fuentes católicas como Bardy y Boulenger-De la Fuente) que justamente ese Concilio tan maravilloso de 325 es la consagración de la Apostasía: tenemos un emperador sanguinario convocándolo, organizándolo, y estableciendo qué es «doctrina pura» y qué no.
De ahí nace el concepto de que el Padre y el Hijo son un Dios, no en propósito (como sostenemos nosotros y como dice la Biblia) sino «homoousios», la misma sustancia, ese gran misterio que sostuvo «San» Atanasio, respaldado por Osio de Córdoba y presuntamente respaldado por «San» Silvestre, el supuesto «papa» de Roma, que ni siquiera fue al famoso Concilio. El teologema del «homoousios» fue finalmente impuesto por el Emperador.
Ese «misterio incomprensible» era anti-arriano, puesto que Arrio defendía que el Hijo fue engendrado por el Padre, y que no era el Padre (justo lo que pensamos nosotros). Pero el Emperador Constantino, que seguía siendo pagano y siguió adorando al Sol (mira sus monedas) fue bautizado por un obispo arriano: Eusebio de Nicomedia, y sus descendientes fueron arrianos también, hasta Teodosio.
El Concilio de Nicea tuvo una virtud quizá, que fue ayudar en la preservación de la Biblia (aunque nadie la podía leer, pero bueno, se conservó más o menos).
Pero tuvo muchíííísimos inconvenientes gravísimos: 1) consagró el cesaro-papismo y el gobierno tiránico de la Iglesia ; 2) inició la «superioridad» del celibato sobre la vida marital (el famoso Canon tercero); 3) se consagró la idea de que un sacerdote malvado podía seguir siendo sacerdote (mira cuántas desdichas ha traído esto en los miles de casos de pedofilia), porque lo contrario era seguir la «herejía» donatista, puesto que Donato de Cartago (y con mucha razón) predicó que sólo los sacerdotes dignos podían administrar los sacramentos (eso se parece más a «lo nuestro», ¿no?)
En resumen, yo creo que hay que ser consecuentes con la Historia, y reconocer que, si no hubiese habido Apostasía, no habría hecho falta una Restauración. Podemos tender mil lazos con nuestros amigos católicos y luteranos, pero no a costa de sostener incongruencias doctrinales.
En fin, si habéis llegado hasta esta línea, muchas gracias. Me encantan vuestros vídeos de historia de nuestra Iglesia, pero en estos apartados mi sugerencia es que contéis con especialistas. Os mando un abrazo grande,,,
Gracias por compartir tu análisis tan detallado, Luis. Valoramos tu perspectiva sobre la historia de la Iglesia y la importancia de conocer los hechos con precisión. Coincidimos en que la Restauración fue necesaria y que es fundamental estudiar la historia con criterio y respeto. Agradecemos tus comentarios y la sugerencia de contar con especialistas para abordar estos temas en mayor profundidad. ¡Un abrazo grande!