El concepto de “sin dolor, no hay ganancia” (“no gain, no pain” traducido literalmente) resuena claramente en la sociedad en asuntos como el ejercicio físico, el autocontrol dietético o la disciplina financiera.
Sin embargo, cuando se trata de nuestro progreso eterno, a veces vemos esto de manera diferente.
Creencias erradas
También te puede interesar: El silencio de los cielos: Cuando tus aflicciones no duran por un breve momento
He notado una creencia significativa, aunque en gran parte tácita, entre los miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días relacionada con este tema.
La creencia es la siguiente: “si vivimos con la suficiente rectitud, evitaremos serios desafíos”.
Asimismo, está presente una teoría complementaria: “aquellos que experimentan dificultades significativas en sus vidas deben haber hecho algo mal”.
Me avergüenza admitir que también he tenido tales creencias en el pasado.
Estas suposiciones simplemente no son ciertas.
No hay nada en las palabras de los profetas antiguos o modernos que apoye la idea de que, si somos obedientes, evitaremos la adversidad.
Por el contrario, el horno de la aflicción es uno de los elementos clave del progreso eterno para aquellos en el camino del convenio.
Los fieles siempre encontrarán oposición periódica, dificultades, tragedias y desilusiones, independientemente de lo obedientes que sean. Esa es una de las formas en que llegamos a ser como nuestro Padre Celestial.
Fe significa confiar en Dios en los buenos y malos momentos
En la Conferencia General de octubre de 2020, el élder Jeffrey R. Holland enseñó lo siguiente:
“El punto es que la fe significa confiar en Dios en los buenos tiempos y en los malos, aunque eso incluya algo de sufrimiento hasta que veamos Su brazo revelarse a nuestro favor.
Aquello puede ser difícil en nuestro mundo moderno, cuando muchos han llegado a creer que el mayor bien de la vida es evitar todo sufrimiento, y que nadie debe angustiarse por nada.
Pero, esa creencia jamás nos conducirá a ‘la medida de la estatura de la plenitud de Cristo’”.
El mayor bien en la vida definitivamente no es evitar todo sufrimiento, sino soportar bien las dificultades que surgen por nuestras propias decisiones o por las pruebas celestiales.
Entonces, ¿Cuál es la recompensa para los justos?
Si no se puede evitar las pruebas por tener un buen comportamiento, ¿cuál es el punto de ser obediente?
Tal razonamiento ha existido desde los días de los profetas de la antigüedad, que observaron lo siguiente con respecto al Israel descarriado:
“Habéis dicho: Por demás es servir a Dios. Y, ¿qué aprovecha que guardemos su ley y que andemos afligidos delante de Jehová de los ejércitos?
Decimos, pues, ahora: Bienaventurados los soberbios; sí, los que hacen lo malo son prosperados; sí, tientan a Dios y escapan”. (Malaquías 3: 14 -15)
Parece que incluso en los días de Malaquías hubo quienes sintieron que la obediencia estaba sobrevalorada.
Obediencia sobrevalorada
Permíteme ser claro, la obediencia no está sobrevalorada, especialmente cuando se trata de manejar los desafíos de la vida. Alma le enseñó a su hijo Helamán:
“Porque sé que quienes pongan su confianza en Dios serán sostenidos en sus tribulaciones, y sus dificultades y aflicciones, y serán enaltecidos en el postrer día”. (Alma 36: 3)
Considera lo que Alma no dijo. No dijo que el obediente evitaría pruebas, problemas y aflicciones. Alma dijo que los obedientes serían sostenidos en sus pruebas, problemas y aflicciones. Hay una diferencia significativa.
Mientras más pruebas pases, más fuerte te volverás
Para explicar esto, utilizaré una analogía. Hace muchos años, tomé una clase de levantamiento de pesas en la universidad. Uno de los requisitos de la clase era aumentar la cantidad de peso que se podía levantar desde el comienzo del semestre hasta el final.
Cuando comenzó la clase, hicimos una prueba para determinar cuánto peso podíamos levantar con todas nuestras fuerzas. Con el tiempo, a medida que practicamos y entrenamos, nos hicimos más fuertes.
Un día, un amigo me sugirió que agregara peso a mi barra. No estaba seguro, apenas podía hacer algunas repeticiones con el peso que ya tenía. Pero, de todos modos, lo hice.
Luché y jadeé mientras mis brazos temblaban, sentí que estaba a punto de dejar caer la barra sobre mi pecho. Sin embargo, mi amigo se agachó y agarró la barra.
Mi amigo me proporcionó la fuerza suficiente para complementar mis esfuerzos, de modo que pude levantar completamente el peso. No eliminó mi prueba.
Al igual que Alma le enseñó a Helamán, mi amigo me apoyó en mi prueba para que pudiera completar la tarea.
Debido a mis desafíos, me volví más fuerte y, finalmente, pude levantar mucho más peso de lo que podía al comienzo del semestre.
A medida que nos esforcemos por guardar nuestros convenios, recibiremos la misma ayuda del Padre Celestial.
“Pedid al Padre con toda la energía de vuestros corazones, que seáis llenos de este amor que él ha otorgado a todos los que son discípulos verdaderos de su Hijo Jesucristo; para que lleguéis a ser hijos de Dios; para que cuando él aparezca, seamos semejantes a él”. (Moroni 7: 48)
Fuente: LDS Living