¿Crees en Dios, en una Fuerza, en un Creador? No sé qué creer, pero me agrada la idea de que exista un Dios.
Mi esposo y yo nos mudamos recientemente, y mientras desempacaba, encontré una caja con mis antiguos diarios.
Me gustaría compartirles el extracto de una entrada de diario que escribí cuando tenía 16 años. Fue aproximadamente un año después de que mi madre muriera de cáncer y antes de que conociera el Evangelio.
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“¿Crees en Dios, en una Fuerza, en un Creador? No sé qué creer, pero me agrada la idea de que exista un Dios. Me gusta creer que hay alguien que me ama, se preocupa por mí, me protege y desea que haga Su obra.
Vuelvo a leer esa oración y me doy cuenta de que escribí “Me gusta creer” en lugar de “Me gusta la idea”. Es curioso que quieras escribir algo y luego acabes escribiendo otra cosa.
No puedo evitar preguntarme sobre lo que hay en mi subconsciente. A veces pienso que Dios es solo otra cosa que los humanos inventamos para sentirnos mejor, porque ¿quién no quiere ser amado?
¿Quién no quiere tener la protección de una Fuerza divina? ¿Quién no desearía creer que en tiempos de desesperanza uno puede contar con Dios?
Pero si dijera que creo en Dios, me gustaría poder decirlo desde lo más profundo de mi alma. Quiero que sea una verdadera creencia.
La fe es en lo que se basa toda religión. No creo que haya ninguna forma real de probar que Dios existe. No necesito que nadie más lo crea o lo valide. La única persona con la que estoy luchando es conmigo misma.
Ahora estoy llorando. En este momento de mi vida, quiero creer. Algo me impulsa a pensar tanto en esto que me cuesta conciliar el sueño por las noches”.
Después de leer esto, mis ojos se dirigieron a la parte superior de la página donde había escrito la fecha: agosto de 2005.
Recordé que fue en septiembre de 2005 cuando me hice amiga de algunos misioneros retornado que me hablaron de la Iglesia.
Después de asistir a la Iglesia durante varios meses y hacer muchas preguntas al respecto, decidí que era tiempo de reunirme con los misioneros.
Me bauticé unas dos semanas después; fue el día más feliz de mi vida.
Mucha gente pensó que mi conversión sucedió rápidamente; dos semanas no parecían lo suficientemente largas.
Sin embargo, la verdad es que mi conversión comenzó mucho antes de conocer a los misioneros o incluso de conocer La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.
Como lo testificó la entrada de mi diario, durante mucho tiempo el Padre Celestial había estado ablandando mi corazón y ayudándome a prepararme para recibir el Evangelio.
Ahora me doy cuenta más plenamente de la verdad en las palabras que Alma pronunció sobre la fe:
“Y ahora bien, como decía concerniente a la fe: La fe no es tener un conocimiento perfecto de las cosas; de modo que si tenéis fe, tenéis esperanza en cosas que no se ven, y que son verdaderas”.-Alma 32:21
Cuando escribí esa entrada en mi diario, no tenía un conocimiento perfecto de las cosas, pero tenía el deseo de creer.
“Mas he aquí, si despertáis y aviváis vuestras facultades hasta experimentar con mis palabras, y ejercitáis un poco de fe, sí, aunque no sea más que un deseo de creer, dejad que este deseo obre en vosotros, sí, hasta creer de tal modo que deis cabida a una porción de mis palabras”.– Alma 32:27
Es fácil olvidar los milagros que ocurren en nuestra vida. Es fácil olvidar cómo el Padre Celestial responde nuestras oraciones. Leer esto me ayudó a recordarlo.
Esto es un testimonio para mí de que nuestro Padre Celestial no se olvida de nosotros, que nos conoce personalmente y que nos ayudará si ejercemos fe.
Ahora puedo decir que hay una forma de conocer la verdad. Ahora puedo decir desde lo más profundo de mi alma que sé que Dios vive.
Fuente: churchofjesuschrist.org