Algunas maneras en que podemos extender amor y aceptación a nuestros hermanos y hermanas LGTBQ. Todos podemos ayudarnos mutuamente en mayor capacidad a través del Evangelio de Jesucristo si todos estamos dispuestos a abrirnos y compartir con ellos.
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Cuanto más pasan los años, más me doy cuenta de que la vida es un viaje interesante. Es un viaje que nos enseñará de manera constante y frecuente si es que estamos dispuestos y abiertos a aprender en lo que respecta al amor y la aceptación incondicional.
Cuando asistía a Ricks College hace mucho tiempo, conocí y me enamoré de una persona increíble, se llamaba Ivan. Salimos juntos hasta que se fue a servir una misión. Salimos después de que él regresó de su misión y antes de irme a mi misión. Después de terminar la misión perdimos contacto el uno con el otro. Él se fue a estudiar a Utah State y yo fui a la Universidad Brigham Young.
Pasaron los años y ambos seguimos con nuestras vidas. Luego, casi 30 años después, nos volvimos a encontrar durante una reunión política. Rápidamente nos pusimos al día sobre nuestras vidas, hijos, etc. No hace falta decir que el rumbo que pensamos que tomaría nuestra vida en aquellos años en Ricks College había cambiado de manera dramática y positiva.
Ni Ivan ni yo estábamos ejercíamos en el campo de la ciencia política, campo en el que ambos nos habíamos graduado. Ivan trabajaba en recursos humanos y yo en el campo de la salud mental.
Mientras hablábamos, le revelé a Ivan que el próximo tema de mi próximo programa de radio sería la atracción hacia personas del mismo sexo dentro de una comunidad basada en la fe. Ivan sintió que mi tema era emocionante y me preguntó si me gustaría que hubiera algunos oradores invitados en mi programa, señalando que tenía algunos en mente.
Yo, por supuesto, dije: “Sí. Eso sería genial, gracias. ¿A quién tienes en mente?”
Sin perderse un segundo, Iván dijo: “A mí.”
Estoy segura de que en ese momento mi cerebro debió haberse detenido, pero sin dudarlo le dije: “¡Así que fue por ti y no por mí cuando estábamos en Ricks College! ¿Sabes lo locamente enamorada que estaba de ti en ese entonces? Nunca pude entender por qué nuestra relación no progresó. Me preguntaba a menudo qué era lo que nos estaba deteniendo. !Me siento tan aliviada!”
Ivan sonrió y dijo: “Eres la primera persona en responder de esa manera después de saber que soy gay.”
Sonreí, agregando: “¡Oh Iván, te quiero! No importa que seas gay. ¡Eres mi amigo!”
Durante los próximos años, e incluso hasta el día de hoy, Ivan y yo aún compartimos una amistad increíble. Iván se siente cómodo hablando conmigo sobre sus desafíos, sus perspectivas sobre cómo los miembros de la Iglesia pueden ser más inclusivos, lo que quiere en la vida y todo lo que se esfuerza por hacer.
Por ejemplo, hace unas semanas compartió conmigo que hubo un domingo en el que no estaba demasiado emocionado por asistir al Quórum de Elderes porque la lección era sobre cómo apoyar a tu cónyuge, algo que él no tiene.
Ivan luego me comentó: “Todo lo que necesitaba cambiar en el título de esa lección era cómo apoyar a las personas que son importantes en tu vida. Entonces ahí hubiera considerado a mis hijos y me hubiera sentido incluido y dispuesto a asistir.”
Gracias a Ivan y a mi práctica clínica en cuanto al tema, obtuve una mejor visión de las complejidades que enfrentan muchos con su identidad sexual, y estas complejidades se extienden más allá de las letras definitorias LGBTQ. En este proceso de aprendizaje, me he dado cuenta de que al final del día, independientemente de la sexualidad identificada, lo que más busca la gente es amor y que otros se tomen el tiempo de conocerlos como personas, en lugar de ser juzgados o de ser ‘arreglados’.
Ellos anhelan ser vistos por quienes son en verdad, ser invitados a cenar, ser incluidos en las conversaciones, sentir que son bienvenidos en las actividades diarias de los barrios y ramas. Ellos desean ser incluidos, al igual que el resto de nosotros.
Todos podemos ayudarnos mutuamente en mayor capacidad a través del Evangelio de Jesucristo si todos estamos dispuestos a abrirnos y compartir y a reconocer que la vida es realmente complicada, intrigante, emocionante, solitaria, esperanzadora, estresante, confusa, feliz, triste, y que hay no hay respuestas fáciles a muchos de nuestros problemas.
Me pregunto qué tan diferente sería la adoración dominical si todos nos diéramos cuenta de que nuestras capillas no son santuarios para aquellos que quieren parecer perfectos, sino que son hospitales llenos de aquellos que verdaderamente buscan dirección y propósito en la vida dentro del Evangelio de Jesucristo.
Muchos de nuestros hermanos y hermanas tienen la realidad de que su identidad sexual no es heterosexual, pero eso no los hace malos, extraños, raros, locos o que necesitan una cura. Los hace humanos en un mundo complicado en el que los espíritus inmortales están alojados en cuerpos mortales.
Mientras buscan su lugar, lo que piden es amabilidad, comprensión, amor y amigos que estén dispuestos a darles un abrazo, un apretón de manos, un oído atento, una invitación a cenar e inclusión.
La verdad es que nuestro Salvador está ahí para todos nosotros y todas nuestras imperfecciones. Sí, hay quienes vienen a la mesa sacramental buscando comprender su identidad sexual, y hay quienes vienen con otras complejidades y desafíos. Todos vienen a ser amados.
Muchos de mis pacientes, amigos e incluso colegas han compartido conmigo que ahora, más que nunca, se sienten incluidos y deseados en sus barrios y estacas. Lamentablemente, algunos que buscan entender su identidad sexual personal me han compartido que a menudo se sentían juzgados, mal entendidos, excluidos, solos, evitados y, a veces, el tema de las conversaciones negativas. A algunos incluso se les ha pedido que abandonen las reuniones de la Iglesia.
Recordemos que el Salvador invitó y continúa invitando a todos a venir a Él. Mi corazón se entristeció cuando estos miembros compartieron sus experiencias conmigo.
Cuando buscamos ministrar a la manera del Señor, significa que buscamos ministrar con amor, no con juicio. Hay mucho que no entendemos acerca de la sexualidad humana y sus componentes genéticos, pero lo que sí sabemos, independientemente de cómo uno se identifique sexualmente, es que tienen el deseo de ser amados y entendidos.
Nuestro Salvador ha dado el ejemplo perfecto, buscaba a las personas y las invitaba gentilmente a que vinieran a Él para que pudieran conocer Sus verdades, Su amor y Su aceptación.
Aquí hay algunas maneras en que podemos extender ese amor y aceptación:
1. Reconocer y regocijarnos en nuestras similitudes
Primero, podemos darnos cuenta de que aquellos que identifican su sexualidad como algo diferente a la heterosexual son más parecidos a aquellos que se identifican como heterosexuales.
Por ejemplo, independientemente de nuestra sexualidad, todos deseamos sentirnos incluidos, necesitados, deseados, escuchados y comprendidos. Todos necesitamos conversaciones, contacto físico y conexión con las personas de manera apropiada.
2. Tómate el tiempo para escuchar
Me refiero a cuando veo a mis amigos cuya sexualidad es diferente a la mía para darles un abrazo, para decirles cuánto los amo y me preocupo por ellos. Me tomo el tiempo para escuchar tanto las alegrías como los desafíos en sus vidas mientras se toman el tiempo para escuchar la mía.
3. Sé consciente de los hermanos y hermanas LGBTQ cuando preparas tu clase
Cuando me toca dar la clase, ya sea en la Escuela Dominical o en la Sociedad de Socorro, tengo en cuenta a los que estarán en mi clase, por lo que me esfuerzo por dirigir la lección de tal manera que todos puedan sentirse incluidos.
Por ejemplo, una lección titulada “Cómo amar a su esposo” puede excluir a aquellos que no tienen esposos, mientras que el título “Cómo edificar relaciones similares a las de Cristo con quienes nos rodean” incluirá a todos.
4. Extiende llamamientos siempre que te sea posible
Como líderes de organizaciones, es importante invitar a aquellos que no estén activos en la Iglesia en este momento o cuestionen si desean permanecer como miembros de la Iglesia a medida que atraviesan el proceso de comprensión en cuanto a su identidad sexual a servir en llamamientos que les permitan sentirse incluidos sin que sientan una carga sobre ellos.
5. Dar amor y apoyo, siempre
Cuanto más paso el tiempo con mis amigos cuyas sexualidades son diferentes a las mías, más veo nuestros puntos en común que las diferencias. En esa área en común, respeto abiertamente sus diferencias sexuales, su identidad sexual y aprecio cuando se sienten cómodos hablando conmigo sobre el viaje personal de su identidad sexual.
Sé que no estoy en sus zapatos, pero puedo amar los zapatos en los que caminan y ofrecer mi apoyo mientras vayan a través de una experiencia más compleja y personal.
6. Admite lo que no sabes. No necesitas ser un experto. Necesitas ser un amigo
Soy sincera sobre el hecho de que puede que no tenga muchas respuestas, que no entiendo completamente por lo que están pasando, pero saben que les ofrezco amor independientemente de la dirección que sientan que deben tomar sus vidas. También saben que compartiré con ellos mis sentimientos personales con respecto a las doctrinas de Cristo.
7. Haz tu mejor esfuerzo y eso será suficiente
A menudo pienso que como miembros de la Iglesia dejamos que nuestras cabezas nos guíen en lugar de nuestros corazones. Muchos de nosotros deseamos ser solidarios, pero tememos que podamos decir algo incorrecto o hacer algo incorrecto. Puedo decirte hacer un esfuerzo y pedir perdón si dices o haces algo incorrecto es más fácil que guardar silencio y abandonarlos.
En la ministración, el amor y el deseo de hacer nuevos amigos para toda la vida se necesitan mucho más que las respuestas y consejos.
Este artículo es una adaptación y fue escrito originalmente por Christy Kane PhD, CMHC y fue publicado originalmente por ldsliving.com bajo el título “7 Ways We Can Better Love and Accept Our LGBTQ Brothers and Sisters”