El 11 de septiembre del 2001 fue un día desastroso no sólo para Estados Unidos y las miles de víctimas y héroes que perdieron sus vidas esa fatídica mañana de verano en Nueva York, fue un día desastroso para todos aquellos que creen en la libertad y la paz.
El mundo occidental tiende a pensar que el tema de la religión es anticuado, pasado de moda y poco relevante en sociedades que están preocupadas por “asuntos más importantes” que lo espiritual, pero el 11 de septiembre cambió la forma de concebir sobre qué es lo más importante en esta vida.
18 años después del atentado del 11 de septiembre
Los cobardes ataques el 11 de septiembre nos estremecen aún hoy, 18 años después. El mundo quedó perplejo, nadie podía y puede hasta ahora entender el porqué de estas acciones hacia personas inocentes.
En un mundo de desconcierto, dolor y falta de esperanza en especial para aquellos que tuvieron a un ser querido en esos atentados terroristas y para todo aquel que necesitaba una respuesta contundente que explique porque tanto odio, se necesitaba una voz inspirada para consolar a las millones de personas que se enfrascaban en el pesimismo, la venganza y el odio como respuesta a estos terribles hechos en Nueva York.
La voz de un Profeta
Gordon B. Hinckley (1910 -2008) era entonces el presidente de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días y era considerado por sus miembros como un profeta, vidente y revelador. En la Conferencia General de Octubre del 2001, reunión semianual mundial de los miembros de la Iglesia, todos esperaban escuchar que decía el profeta de la iglesia sobre el tema.
Gordon B Hinckley habló claro y dio consuelo en cada uno de sus discursos durante dicha Conferencia General, en sus discurso final declaró:
“No es necesario recordarles que vivimos en tiempos peligrosos. Quisiera hablar en cuanto a estos tiempos y nuestras circunstancias como miembros de la Iglesia.
Tienen ustedes plena conciencia de los acontecimientos acaecidos el 11 de septiembre, hace menos de un mes. A raíz de ese despiadado y atroz ataque nos vemos precipitados a un estado de guerra.
Nosotros, los de esta Iglesia, sabemos algo en cuanto a ese tipo de grupos. En el Libro de Mormón se habla de los ladrones de Gadiantón, una despiadada organización secreta, vinculada con juramentos, empeñada en la maldad y la destrucción. En aquella época, hicieron todo lo posible, mediante cualquier medio, de acabar con la Iglesia, de atraer a la gente con la sofistería y a tomar control de la sociedad. Vemos la misma cosa en la situación actual.
Somos gente pacífica; somos seguidores del Cristo que fue y es el Príncipe de Paz. Pero hay ocasiones en las que tenemos que defender la rectitud y la decencia, la libertad y la civilización, tal como Moroni congregó a su pueblo en su época para defender a sus esposas y a sus hijos y la causa de la libertad (véase Alma 48:10).
A 18 años de aquel discurso, muchas cosas todavía son aplicables a nosotros, vivimos en una guerra espiritual contra la verdad y la paz, el presidente Hinckley en ese entonces declaró: “Nuestra seguridad yace en el arrepentimiento. Nuestra fortaleza proviene de la obediencia a los mandamientos de Dios” y así es hasta hoy y para siempre.
Hoy que recordamos a las víctimas inocentes de ese terrible atentado terrorista podemos recordar también que aún cuando estos son tiempos difíciles es por medio de la religión que podemos encontrar sentido a nuestra vida y sobre todo podemos hacer que nuestra relación con Dios sea más cercana.