El otro día me llené de emoción cuando me senté a firmar el contrato de arrendamiento de mi nuevo departamento, con un período de contrato de sólo un mes. Cada mes, este mismo contrato de arrendamiento se renueva, sin embargo no estoy bajo ninguna obligación.
Estoy agradecido por no tener la presión de tener un contrato de todo un año… ¿y si después de todo, que pasa si me desagrada el lugar? ¿Qué pasa si de alguna manera me hice rico y quiero comprar una casa? ¿Qué pasa si me caso dentro de un mes y ya no necesito el apartamento? Bueno, quizás la primera opción es la única realista, aún así, es bueno saber que no tengo esa presión.
Siento exactamente lo mismo sobre el contrato que cada uno de nosotros firmó en el cielo. Espera… un contrato, en el cielo… ¿con nuestros nombres? Sí. La prueba de este contrato se encuentra en tres palabras que aparecen en todas nuestras bendiciones patriarcales: Tribu de (agrega el nombre de la tuya aquí).
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La mejor parte de este contrato es que se nos prometen algunas bendiciones bastante significativas (como la Vida Eterna), sin embargo no estamos obligados a cumplir con este contrato.
Como siempre, la elección es nuestra, ya sea que nos ciñamos o no a este contrato durante toda la vida o un mes. Nuestro Padre Celestial nunca nos hará hacer algo que no elijamos hacer. Sin embargo, cuando lo hacemos, nuestras vidas pueden cambiar para siempre.
Entonces, ¿qué es este contrato? ¿Cómo firmamos nuestros nombres? ¿Y cuáles son las bendiciones que vienen al cumplirlo? Bueno, todo comenzó antes de que naciéramos.
La vida premortal
La mayoría de nosotros podemos compartir lo poco que sabemos sobre lo que sucedió antes de venir a esta tierra. Hubo un concilio en los cielos, el plan fue presentado ante nosotros, Lucifer se rebeló y tomó un tercio de los ejércitos del cielo con él, y el resto de nosotros elegimos quedarnos y seguir a Cristo. Eso es esencial en el Plan de Salvación.
Comprender de dónde venimos nos permite comprender quiénes somos y en quién podemos convertirnos.
Por supuesto, hay mucho más en la historia que la simple elección de venir a esta tierra. Esa fue la elección más importante, pero fue sólo una de las muchas que afectarían nuestras vidas aquí en la tierra.
De hecho, las diferentes elecciones que hicimos realmente ayudaron a determinar qué tipo de vida viviríamos cuando viniéramos a la tierra en este “estado de probación” (Alma 12:24), o un proceso que llamamos preordenación.
Desafortunadamente, la preordenación es a menudo un término que se equipara libremente con la capacidad de Dios para prever en quién se convertirán Sus hijos cuando nazcan en esta tierra.
Obviamente, nuestro Padre Celestial nos conoce a la perfección, y quizás sí vio quiénes seríamos, sin embargo, cuanto más aprendo sobre Él y Su plan perfecto, más me convenzo de que la preordenación es muy diferente de lo que la mayoría imagina.
Míralo de esta manera.
Estábamos en el cielo, haciendo lo que sea que teníamos que hacer, y de repente hubo un gran anuncio con los nombres de aquellos que eran “los elegidos de Dios”. La persona que estaba junto a ti no fue elegida, a pesar de que ambos decidieron venir a la tierra.
Eso es una pena, pero lo bueno es que tú sí hayas sido elegido. De alguna manera, nuestro Padre Celestial sabía que ibas a ser mejor que algunos de tus amigos. Felizmente que Él puede ver el futuro.
Bueno… no es exactamente así como sucedió todo. De hecho, no es así como sucedió. Tal vez el profeta Alma pueda darnos una mejor idea.
“Y esta es la manera conforme a la cual fueron ordenados… por causa de su fe excepcional y buenas obras, habiéndoseles concedido primeramente escoger el bien o el mal; por lo que, habiendo escogido el bien y ejercido una fe sumamente grande, son llamados con un santo llamamiento…
mientras que otros rechazaban el Espíritu de Dios a causa de la dureza de sus corazones y la ceguedad de su mente, cuando de no haber sido por esto, hubieran podido tener tan grande privilegio como sus hermanos.” (Alma 13: 3-4, énfasis añadido)
Tomada fuera de contexto, esta escritura podría usarse muy fácilmente para describir lo que pasamos aquí en la tierra. Cuando elegimos el bien, somos bendecidos y se nos dan responsabilidades. Sin embargo, lo que es realmente sorprendente es que Alma no estaba hablando de nuestra vida en la tierra… él estaba hablando de la vida premortal.
Parafraseando el resto del sermón de Alma, él enseñó:
“Cuando estábamos todos en el cielo, todos estábamos en el mismo nivel, éramos iguales. Todos tuvimos la misma oportunidad de crecer y progresar. Sólo unos pocos de nosotros tomamos las decisiones correctas porque teníamos una gran fe y anhelábamos hacer todo lo bueno que éramos capaces de hacer. Son esos pocos los que fueron llamados y preparados en la vida premortal para aceptar llamamientos sagrados en este mundo.”
Este principio nos brinda una historia diferente. La preordenación de Dios tiene mucho más que ver con lo que nosotros elegimos, que con lo que fue elegido para nosotros.
Albedrío. Siempre tendremos albedrío en el plan de Dios. Y así, con las opciones ante nosotros, estábamos listos para firmar un contrato en los cielos.
Nuestro contrato – La casa de Israel
La primera parte de cualquier contrato o acuerdo es entender el interés común de ambas partes. El apartamento era de interés común en mi contrato; mi arrendador quería que se le pagara por eso y yo quería vivir en él.
¿Qué interés común tendríamos con Dios?
Te daré una pista: es un antiguo dominio de las Escrituras. Está en la Perla de Gran Precio, en Moisés para ser exactos. Está en el capítulo uno. Está en el versículo 39. Ya deberías saberlo. ¡SÍ! La inmortalidad y la vida eterna del hombre. Ese es EL gran propósito que nos une a todos.
Queremos disfrutar de la vida eterna, nuestro Padre Celestial quiere que todos tengan la oportunidad de disfrutarla.
Entonces, el plan perfecto fue creado para lograr este interés común. Viviríamos en la tierra, seríamos probados y luego juzgados de acuerdo con lo que hicimos mientras vivíamos en ella (y, como extensión, lo que hicimos en la vida premortal y lo que haremos en el mundo de los espíritus).
Lucifer se rebeló y como nos muestran las Escrituras, se libró una batalla. Otro acontecimiento esencial en el Plan de Salvación. Como ya lo habíamos visto, fue una combinación de elecciones, no una sola elección, lo que nos hizo ser parte de los elegidos de Dios.
Eso plantea la pregunta… ¿qué elegimos exactamente?
Todos odian esta respuesta, pero la verdad es que no lo sabemos. Sabemos algo sobre la preexistencia, pero en realidad, es casi nada.
Todo lo que sabemos es que Lucifer fue vencido y expulsado. Tomamos decisiones que tenían implicaciones para el futuro. Y ahora vivimos en la tierra, viendo las consecuencias de nuestras elecciones.
Una vez más, sin embargo, las Escrituras salvan el día con una pequeña mirada a la importancia de nuestras elecciones. En Apocalipsis, en medio de todos los símbolos e historias abstractas, Juan deja una cosa muy clara: Lucifer fue vencido en los cielos por la “sangre del Cordero” y por “la palabra de su testimonio” (Apocalipsis 12:11).
Esa fue la parte esencial que jugamos. Testificamos, en nombre del plan y en nombre del Salvador.
Fuimos parte de esa lucha, se lo contamos a nuestros amigos, familiares, vecinos y, básicamente, a todos los que conocíamos. El plan de Dios era perfecto, y Cristo podría ser y sería el Salvador para toda la humanidad.
Ahora, mientras se desarrollaba el plan, Dios sabía que necesitaría mensajeros; personas que compartirían las leyes y mensajes eternos que ayudarían a los hombres a obtener la inmortalidad y la vida eterna… y he ahí, el contrato fue creado.
Dios “eligió” a los que lucharon por Cristo, en lugar de seguirlo pasivamente. Hizo una promesa con este grupo elegido: ellos podrían obtener la vida eterna si hacían todo lo posible para ayudar a otros a hacer lo mismo.
Se abordó el interés común y se establecieron los parámetros.
En la tierra, llamamos a este grupo y a este acuerdo “La Casa de Israel” y “El convenio Abrahámico”. Esas tres palabras en nuestras bendiciones patriarcales significan exactamente lo que hicimos y quiénes éramos antes de venir a esta tierra.
Es uno de los temas más comentados en las Escrituras, parece que casi todos los profetas hacen referencia al grupo elegido por Dios y al contrato que ellos (y nosotros) hicimos.
Las bendiciones del contrato
Aparte de todo lo que podemos leer en las Escrituras acerca de las promesas que se hacen con la simiente de Abraham (el sacerdocio, su posteridad, la tierra Prometida), creo que hay bendiciones aún mayores que vienen al ser parte de la Casa de Israel.
Puedo imaginar una de las conversaciones entre Dios y Su Hijo mientras se preparaban para que la gente viviera en la tierra:
– Hijo mío, nadie que venga a la tierra podrá cumplir plenamente con lo que les fue instruido que hagan.
– Lo sé, pero Padre, mira todo lo que están haciendo ahora. Algunos luchan por mí y me aman. Hacen lo que pueden para ayudar a que nuestra obra progrese. Con toda la maldad que habrá en el mundo, necesito seguidores. Necesito amigos que me quieran y sigan luchando por mí en esa vida.
– Hagamos un convenio con ellos. Como se esforzaron diligentemente aquí, les daremos el evangelio antes que a los demás. A medida que compartan con otros lo que comparten aquí, los bendeciremos con el poder para vencer la maldad y al adversario. Los enviaremos como mensajeros en todo el mundo, para continuar testificando de tu sacrificio como mi Hijo Unigénito.
– Lo más importante, a medida que cometan errores, recordarán lo que he hecho por ellos. La obra que me envías a hacer no será fácil, pero sé que valdrá la pena.
Como siempre, tenemos la libertad de elegir. Dios nunca nos hará ser mensajeros o seguir Sus mandamientos. El plan se basa en el albedrío.
A medida que cumplimos con nuestro acuerdo, podemos estar seguros de que Cristo estará con nosotros en cada paso del camino. Él necesita que seamos Sus mensajeros y que peleemos por Él como lo hemos hecho antes. Por encima de todo, Él confía en nosotros para que seamos Sus amigos y guerreros.
Personalmente, no necesito ninguna otra razón para cumplir con mi parte del contrato que firmé en los cielos.
Este artículo fue escrito originalmente por Conner Johnson y fue publicado originalmente por thirdhour.org bajo el título “The Contract We Signed in Heaven, and Why We Should Stick to It”