Los pensamientos son quizás mucho más peligrosos que cualquier arma de guerra. En ellos se almacenan nuestros anhelos y deseos profundos que tarde o temprano se convertirán en nuestras acciones futuras. Pero, ¿qué hay de malo en eso?
El problema es que cada día nuestra mente es bombardeada por notificaciones, preocupaciones y comparaciones que, sin darnos cuenta, buscan contaminar nuestros pensamientos. Esto hace que controlar la mente sea una batalla diaria que parece que vamos perdiendo.
Durante la Conferencia General de Octubre de 1964, el élder Ezra Taft Benson declaró:
“No solo eres responsable ante Dios de tus actos, sino también de controlar tus pensamientos”.
Esto significa que nuestra mente es donde se define quién gobierna nuestro corazón: si Dios o el enemigo, y no podemos aceptar pensamientos negativos que nos conduzcan al pecado. Entonces, ¿qué podemos hacer para ganar esa batalla?
Reconocer las impresiones del enemigo

Muchos creen que es fácil reconocer a Satanás porque piensan que se manifiesta escandalosamente, pero él sabe que hacer eso sería muy evidente. Es por eso que en vez de tentarnos en el ruido, él escoge adormecernos espiritualmente con sutilidad.
El profeta Nefi enseñó sobre esto:
“Y a otros los pacificará y los adormecerá con seguridad carnal, de modo que dirán: Todo va bien en Sion; sí, Sion prospera, todo va bien. Y así el diablo engaña sus almas, y los conduce astutamente al infierno”.
¿No es eso lo que pasa cuando dejamos que lo externo controle nuestra mente? El enemigo se vale de medios modernos y sencillos como las redes sociales para distraernos y adormecernos.
La adicción a la distracción y la ansiedad también son otras formas mediante las cuales el enemigo busca ocupar nuestra mente. Así que lo mejor que podemos hacer es ser conscientes de las impresiones sutiles del enemigo y detenerlo antes de que llegue a nuestros pensamientos.
Dominar la mente con el poder de Cristo

Si bien la fuerza de voluntad es necesaria para controlar nuestra mente, lograrlo es posible solo al unir nuestros esfuerzos con la fuerza de Dios. El profeta Moroni afirmó:
“Sí, venid a Cristo, y perfeccionaos en él, y absteneos de toda impiedad, y si os abstenéis de toda impiedad”.
Su enseñanza nos recuerda que lo único que nos ayudará a vencer la batalla de la mente es ocuparla en Cristo y centrar nuestros pensamientos en venir a Él. Aquí hay tres maneras sencillas de comenzar a ganar esta batalla con la fuerza de Cristo:
- Filtra tus pensamientos: Si llega un pensamiento, pregúntate: “¿Esto viene de Dios o de Satanás?”. Si no te acerca a Cristo, no vale la pena.
- Llena tu mente de luz: Si tus pensamientos te hacen sentir vulnerable, estudia las escrituras, escucha música edificante o haz algo que te lleve a Jesucristo, la mayor fuente de luz.
- Ora con intención: Ora para pedir ayuda a fin de alinear tus pensamientos con los del Salvador. Como dijo el Salvador:
“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar”. (Mateo 11:28)
La verdad de una mente en paz

Una mente en paz es aquella que sabe cómo dirigir los pensamientos negativos, no aquella que siempre está libre de ellos, porque es imposible no tenerlos nunca. El apóstol Pablo lo explicó claramente:
“Llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo”.
La guerra de pensamientos tendrá su fin cuando cultivemos una mente predispuesta a obedecer a Cristo. Para lograrlo, podemos empezar pensando con fe, agradeciendo en lugar de quejarse y perdonando en vez de guardar rencor.
Si te estás esforzando y aún así sientes que estás perdiendo la batalla, no te desanimes porque cada vez que eliges venir a Cristo, estás entrenando tu mente para escucharlo y Él es quien dará fin a esa batalla en tu mente.



