A veces, queremos empezar todo dando pasos agigantados, comenzar con un buen salario, una carrera, casas, etc.
Lo que a menudo olvidamos es que es necesario comenzar de a poco. Está bien soñar en grande, pero ¡es muy importante tener paciencia y diligencia a diario!
Jesucristo es el ejemplo perfecto cuando pienso en esto. No atrajo a las multitudes de inmediato y transmitió su mensaje.
Por el contrario, comenzó con cosas pequeñas. Enseñó a uno aquí, a dos allá… Y su ministerio se dio a conocer hasta que efectivamente logró llevar su mensaje a miles de personas y sigue haciéndolo hoy.
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De manera similar, lo hizo Noé. Cuando se enteró de que debía construir un arca, invitó a todas las personas para que se unieran a él; sin embargo, también tuvo que comenzar de a poco.
Nefi en el Libro de Mormón es otro gran ejemplo. Necesitaba construir un barco para cruzar un inmenso mar y no lo hizo de inmediato. Buscó mineral, para poder construir las herramientas y, después, construir el barco. ¡Tenía que empezar de a poco!
María, la madre de Jesús, también comenzó con cosas pequeñas. No es que ella soñara con ser la madre del Salvador. Pero, cuando se enteró, lo hizo poco a poco, a diario.
Al igual que estos ejemplos, si nos detenemos para pensar en este tema, hay varios otros mencionados en las Escrituras, tanto antiguas como modernas.
Necesitamos actuar de manera similar, no intentar correr antes que aprender a caminar.
Los grandes cambios no ocurren de la noche a la mañana. Se necesita un esfuerzo diligente y constante para lograr los sueños que tenemos, ya sea sirviendo una misión, formando una familia o comenzando una carrera.
Podemos pedir el consejo del Señor en todo lo que hacemos, también podemos pedirle que nos dé paciencia y sabiduría para tener éxito.
¡Tú puedes lograrlo! ¡No te desanimes! Si las cosas no están yendo bien, cambia el plan, pero no la meta. Recuerda que por medio de cosas pequeñas y sencillas se realizan grandes cosas. ¡Ánimos!
Fuente: Mais Fe