Cuando se trata de las relaciones que tenemos con las personas que nos rodean, el mejor consejo que se nos ha dado vino de la boca del Salvador:
“Porque de tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su Hijo Unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna”.-Juan 3:16
Siempre que me encuentro en medio de una pregunta aparentemente irreconciliable o en un conflicto incómodo, me vuelvo a Jesucristo y siento consuelo gracias a la paz y el amor que emanan de Él. Su amor, por mí, llena ese vacío.
También te puede interesar: “10 veces en las que el pdte. Dallin Oaks dijo lo que necesitabas escuchar“
El amor de Jesucristo fue la respuesta que recibí cuando una amiga cercana me dijo que se estaba alejando de la Iglesia.
Antes de esta decisión, ella había compartido sus preguntas conmigo, pidiendo mi opinión al respecto y confiándome sobre el dolor que estaba sintiendo.
Su dolor era real, sus preguntas eran sinceras y me sentí honrada de poder escucharla. Sin embargo, las palabras que le compartía con frecuencia no parecían llegar a su corazón. Terminaba nuestras conversaciones sin saber cómo ayudarla.
Durante una conversación en particular, ella me hizo una pregunta sincera sobre algo de lo que personalmente no estaba tan segura. Mi amiga se dio cuenta de lo difícil que fue para mí responder esa pregunta. Recuerdo que me dijo: “Tú realmente no crees en eso. Sé que no es así”.
Ella tenía razón.
Después de esa interacción, sentí que me alejaba cada ves de ella y de nuestra amistad. Me sentía incómoda hablando de asuntos espirituales con ella y me sentía frustrada por nuestras diferencias de creencias y mi propia falta de respuestas. Caí en la desesperación.
Lentamente dejé de hacerle preguntas sobre cómo se sentía con el Evangelio por miedo a no tener las respuestas. Empecé a pensar que éramos demasiado diferentes para ser amigas.
Pasaron algunos meses antes de que me diera cuenta de que al buscar sus respuestas (y las mías), había perdido de vista la respuesta más importante: Dios ama demasiado al mundo, Dios ama a mi amiga.
En su discurso de la Conferencia General de octubre de 2020, el presidente Dallin H. Oaks, Primer Consejero de la Primera Presidencia, nos recordó:
“La enseñanza del Salvador de amar a nuestros enemigos se basa en la realidad de que todos los seres mortales son hijos amados de Dios”.
Él terminó su mensaje recordando la perspectiva que brinda este conocimiento:
“Saber que todos somos hijos de Dios nos proporciona una visión divina del valor de todas las personas”
Esas palabras me impactaron. Por supuesto, esta enseñanza es una verdad fundamental. Sin embargo, me di cuenta de que en mi respuesta a la transición de mi amiga, había pasado por alto esta verdad.
Saber que mi amiga, independientemente de nuestras diferencias y creencias, es una hija amada del Padre Celestial cambió todo para mí.
Habían pasado meses desde que me sentí muy distante de ella, pero inmediatamente la llamé después de darme cuenta de lo sucedido y le compartí el amor de Dios.
Pude explicarle la razón por la que me había distanciado de ella. Le expliqué porqué me dolía sentir que algo tan precioso para mí no fuera tratado con reverencia. Afortunadamente, ella fue comprensiva y ambas nos disculpamos.
Hablamos sobre lo importante que era nuestra amistad y cómo nuestras similitudes eran más fuertes que nuestras diferencias. Le dije que me gustaría comprender su punto de vista y a la vez mantener mis estándares y mi fe, y que esperaba que pudiéramos seguir apoyándonos mutuamente.
Quedé muy agradecida cuando ella aceptó mi invitación.
Así como Zoram fue el “amigo fiel” de Nefi (2 Nefi 1:30), yo aspiro a ser una preciada amiga para ella, sin importar nuestras diferencias.
Estoy agradecida por el amor de Dios, agradecida de que sea tan puro, tan poderoso y tan penetrante que pueda estar con nosotros aun en conversaciones un tanto difíciles.
Estoy agradecida de que el amor de Dios esté disponible para cada persona. Estoy agradecida de que el amor de Dios nos permita amarnos los unos a los otros por completo. Es un amor celestial e indescriptible.
Fuente: churchofjesuschrist.org