Hay ocasiones en las que ir a la Iglesia, nuestro lugar de refugio, se siente como una tarea difícil debido a lo incómodo que uno puede llegar a sentirse, no por el evangelio que se vive, sino por las personas que parecen enfocarse solo en criticar y juzgar a los demás..
Sé que no soy la única persona que ha pasado por esto.
¿Cuántas veces hemos sentido el peso de las críticas, especialmente dentro de las paredes de nuestra Iglesia y comunidad de fe? ¿Por qué, en un espacio donde se celebra el amor y la gracia, nos sentimos tan juzgados e inadecuados?
Es fácil sentirse juzgado o inadecuado cuando las miradas y los comentarios negativos parecen multiplicarse. Sin embargo, es importante recordar que la Iglesia es un lugar de gracia, crecimiento y aceptación, no de perfección.
Encontraremos todo tipo de personas, con diferentes defectos y virtudes, que, dentro de todo, se esfuerzan por ser mejor cada día.
Es natural querer rendirse cuando enfrentamos críticas constantes, incluso cuando sabemos esta gran verdad. Nos hace cuestionar si estamos haciendo lo suficiente para recibir el respeto de los demás o si somos dignos de pertenecer.
De esto, aprendí una lección muy significativa, que cambió mi vida: Si las personas te critican por como te ves, por como hablas o por cómo te comportas, recuerda que el Salvador no hace lo mismo. Todos somos bienvenidos en Su Iglesia.
Vamos a la Iglesia por Él. Aceptamos el evangelio por Él, porque tenemos la certeza de que, con Su ayuda, todo estará bien.
Jesús, siendo el Hijo de Dios, sufrió críticas y rechazo. Pasó por todo eso para saber cómo socorrernos. Si el Hijo de Dios enfrentó oposición, ¿por qué esperar que nuestro camino sea fácil?
¿Cómo podemos superar estas dificultades?
1. Recuerda tu propósito: ¿Por qué vas a la Iglesia? ¿Cuál es tu relación personal con Dios? Recuerda que tu fe es un viaje personal y no se basa en lo que digan los demás.
2. Enfócate en tu crecimiento: La Iglesia es un lugar para crecer espiritualmente, renovar nuestras promesas con Dios y acercarte más al Salvador. Ignora las habladurías, tu sabes cuál es la verdad de tu situación y tus circunstancias. Céntrate en mejorar tu relación con Dios y en servir a los demás.
3. No te compares: Aunque sea difícil, evita caer en la comparación. Cada persona tiene su propio camino espiritual, sus desafíos y defectos que superar. Del mismo modo, evita caer en críticas destructivas hacia quienes te han ofendido.
4. Perdona: Aprender a perdonar a quienes te critican es liberador. Recuerda que todos somos pecadores y necesitamos la gracia del Salvador. En última instancia, las acciones de estas personas dice más de ellas que de ti.
5. Habla con alguien: Si te sientes abrumado, habla con tus líderes, tus familiares o un amigo de confianza. Ellos pueden ofrecerte apoyo y consejo.
La Iglesia es un hospital, no un museo
Lo cierto es que la Iglesia no es un lugar para personas perfectas, sino para pecadores que necesitan sanidad. Todos estamos en diferentes etapas de nuestro caminar con Cristo.
Esto no justifica su comportamiento, pero sí nos abre los ojos a la realidad de la naturaleza humana. Poco a poco, cada una de estas personas cambiará para bien.
Las críticas pueden doler, pero no tienen por qué definirnos. Al recordar nuestro propósito, enfocarnos en nuestro crecimiento y perdonar a quienes nos lastiman, podemos superar cualquier obstáculo y experimentar la verdadera libertad en Cristo.
Y tú, ¿qué opinas al respecto? ¿Qué consejos reconmendarías? Comparte tu experiencia en los comentarios.