Esta historia ha sido compartida por Luis de Ciudad de México, México.
El rumbo que a veces toma la vida puede ser inesperado.
No era una persona cristiana, ni mucho menos de fe. Había atravesado experiencias que me hicieron adoptar una actitud bastante dura frente a Dios y todo lo que se consideraba religioso.
Mi yo de hace 4 años se rehusaría a creer el tipo de persona que soy ahora.
¿Cómo pasó?
Un accidente cambió mi vida y me llevó a encontrarme con los misioneros Santos de los Últimos Días, quienes me ayudaron a encontrar un nuevo propósito y una relación más profunda con Dios.
Tal vez no sepa por qué ocurren las cosas, pero sé que suceden por una razón. El Señor me dio la oportunidad de encontrar respuestas a las preguntas que tenía y eso para mí es suficiente.
Un encuentro inesperado
En abril de 2019, tuve un accidente mientras jugaba fútbol. Al caer mientras corría, me disloqué la muñeca.
Aunque fui de emergencia al hospital, tenía la idea de que todo se solucionaría rápido.
Estaba equivocado.
De repente, empecé a sentir un dolor muy fuerte en la parte abdominal inferior derecha.
Los resultados mostraron que tenía apendicitis y debían operarme en ese momento.
Sentí mucha frustración, las cosas durante ese mes no habían salido como lo esperaba y lo único que me faltaba era esto.
Horas después, desperté en una sala postoperatoria. Luchando contra la anestesia pude ver que había otro joven en el mismo lugar.
Decidí ignorar todo y solo regresar a dormir.
Cuando desperté nuevamente, vi que el chico que estaba en la cama de al lado estaba orando. Rápidamente sentí incomodidad, pensaba que sería un fanático cristiano.
Por curiosidad, le pregunté su nombre y de qué lo habían operado. Me dijo que se llamaba élder Gallardo y que lo habían operado de apendicitis.
Se notaba que era una persona amable y, sin darme cuenta, comenzamos a entablar una conversación casual sobre nuestras experiencias.
A medida que hablábamos, me compartió que vivía en mi pequeña ciudad porque estaba prestando servicio como misionero para La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.
En ese momento, algo resonó en mí mientras escuchaba sus palabras, pero decidí ignorarlo.
Sin pensarlo, le expresé que no creía que Dios existía y que nada en mi vida me había mostrado lo contrario, a pesar de que por un tiempo había orado.
Se quedó en silencio, luego me respondió:
“No sé por qué suceden las cosas, lo que sí sé es que, de alguna manera, esta es la respuesta que usted esperaba. De todas las habitaciones en las que pudo estar en este hospital, terminó compartiendo una conmigo.
El Señor no puede controlar nuestras acciones, pero puede preparar el camino para nosotros. No soy el mejor de Sus siervos, pero realmente sé en mi corazón que Él le ama, de eso no tengo dudas”.
Con sus mejores intenciones, ese misionero compartió su testimonio y su amor por Jesucristo.
¿Misioneros en mi puerta?
Después de unos días, me dieron de alta.
Comencé a reflexionar sobre mi propia vida y a cuestionar mis creencias.
Aquella conversación había sacudido mi visión del mundo y ahora me encontraba abierto a explorar nuevas ideas y perspectivas.
¿En verdad había preparado el camino? No podía ser así de fácil, simplemente no podía creerlo.
Dos semanas después, dos misioneros tocaron la puerta de mi casa.
Por un momento tuve miedo.
No sabía cómo me habían encontrado, no le había dado mis datos al élder que conocí en el hospital y no sabía cómo estos misioneros habían llegado a mi casa.
Les pregunté a qué venían y me dijeron que tenían “un mensaje de Dios para mí”.
Sin poder controlarme, me puse a llorar. Era un sentimiento que no podía negar, simplemente no podía negarlo.
Después de varias semanas de estudio y reflexión, tomé la decisión de convertirme a La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.
El 9 de noviembre de 2019 me bauticé y no me arrepiento de mi decisión.
Mi encuentro con el misionero en el hospital había sido el catalizador de mi despertar espiritual y el punto de inflexión en mi vida.
Me sumergí en las enseñanzas y principios de la Iglesia, y experimenté una transformación interna que cambió mi perspectiva sobre la vida y mi relación con Dios.
He encontrado un sentido de propósito y dirección en mi fe. Las enseñanzas de Jesucristo han influido en mis decisiones y acciones diarias. He experimentado una paz interior y una conexión espiritual que nunca antes había sentido.
No volví a ver al élder Gallardo, pero esa conversación quedará en mi memoria para siempre.
Es un recordatorio de que a veces las circunstancias más inesperadas pueden llevarnos por caminos que nunca imaginamos, abriendo nuestro corazón y mente a experiencias espirituales que nos transforman.