En mi rol como Presidenta de la organización mundial de niños de la Iglesia me encanta visitar a las mujeres de la Iglesia. Honestamente puedo decir que, a donde sea que vaya, encuentro mujeres firmes que están dispuestas a defender la verdad y la rectitud; ellas brillan. Las mujeres que conozco me cuentan las historias sobres sus desafíos y pruebas, sin embargo, estas maravillosas hijas de Dios “siguen adelante con firmeza en Cristo.” (2 Nefi 31:20)
Puede ser que en nuestra vida cotidiana, a algunos de nosotros rara vez se nos pida que defiendan, literal o metafóricamente, el evangelio de Jesucristo y su reino aquí en la tierra. Por otro lado, a algunos de nosotros se nos puede pedir que hablemos de manera constante para defender la verdad: tal vez en la escuela, en el trabajo, con amigos o incluso con nuestra familia. Hermanas, les prometo que ya sea en la sala de juntas de su trabajo o en la panadería, en algún momento, como discípulos de Cristo, se les pedirá que expresen lo que saben y creen.
Por lo tanto, ¿cómo reaccionarías si se te presentara una situación en la que tengas que defender a Jesucristo y Su Iglesia? ¿Te quedarás inmóvil? ¿Evitarás la confrontación? Tal como algunos pueden haber experimentado, la tercera y mejor alternativa es presentarse como testigo; puedes estar un poco incómoda al principio, pero como dijo alguna vez el presidente M. Russell Ballard, “es siempre lo que debemos hacer. Siempre.”
El quedarnos inmóviles y perdernos la oportunidad de hacer lo que Jesús haría a menudo resulta en arrepentimiento, no sólo para nosotros sino también para aquellos que podrían haberse beneficiado con nuestras palabras. A veces, ese compromiso representa un riesgo mucho mayor; tan difícil como es defender la verdad, es mucho más difícil vivir con las consecuencias del fracaso moral.
Puede ser útil recordar el consejo sabio del Elder Jeffrey R. Holland, en su discurso “El costo y bendiciones del discipulado”:
“Un día se encontrarán ante el llamado de defender su religión o quizás hasta soportar un poco de maltrato personal por el simple hecho de ser miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. En esos momentos se requerirá de parte de ustedes tanto valentía como cortesía.”
Hablar no es fácil. ¿Estuvieron todos de acuerdo con el Salvador cuando enseñó Su doctrina aparentemente nueva a los judíos? Por supuesto no. ¿Toleró Él los pecados de ese tiempo y que en la actualidad vemos de manera tan desenfrenada ante nosotros? No, no se quedó en silencio. Él fue valiente en sus proclamaciones y declaraciones porque sabía que estaba cumpliendo la voluntad de su Padre. No todos estuvieron de acuerdo con lo que Él enseñó, pero Él defendió la verdad. Tenía enemigos, pero Él los amaba y siempre trataba a los demás con amabilidad. Su ejemplo es supremo.
Existe, tal como lo demostró el Salvador, una poderosa diferencia entre mostrar amor sincero hacia alguien versus tolerar lo que está hace una persona, por lo tanto podemos amar a una persona y no apoyar sus elecciones. Tal como dijo el Elder Holland, podemos mostrar cortesía y respeto al mismo tiempo que seguimos abordando temas con los que estamos en desacuerdo.
Así mismo, debemos hacer juicios apropiados para protegernos a nosotros mismos y a nuestras familias. Alma enseñó que podemos ser valientes pero no prepotentes (Alma 38:12).
¿Recuerdas cuando Alma entró en la tierra de los zoramitas? Estos eran antiguos miembros de la Iglesia de Dios que se habían convertido en disidentes. En lugar de tomar armas para luchar contra estos disidentes, Alma se dio cuenta de que “como la predicación de la palabra tenía gran propensión a impulsar a la gente a hacer lo que era justo —sí, había surtido un efecto más potente en la mente del pueblo que la espada o cualquier otra cosa que les había acontecido— por tanto, Alma consideró prudente que pusieran a prueba la virtud de la palabra de Dios.” (Alma 31:5). Ten en cuenta que las palabras que se hablan son más poderosas que cualquier otra arma que pudieras usar.
Algunos de nuestros mejores momentos siendo articulados y con mayor influencia, vienen por medio de la forma en que vivimos, siendo felices en una familia, felices de ser obedientes, felices en la manera en que nos vestimos, servimos y trabajamos. A veces parece que está cada vez más de moda el bromear de manera degradante sobre niños, esposos, profetas, etc., que esa puede ser otra oportunidad para que cada uno de nosotros hable al respecto.
Recientemente, la hermana Sharon Eubank enseñó: “Cada una de nosotras necesita expresar mejor las razones de nuestra fe. ¿Cómo se sienten acerca de Jesucristo? ¿Por qué permanecen en la Iglesia? ¿Por qué creen que el Libro de Mormón es Escritura? ¿De dónde obtienen su paz? ¿Por qué importa que el profeta tenga algo que decir en 2017? ¿Cómo saben que él es un profeta verdadero? Utilicen su voz y su poder para expresar lo que sienten y saben, en los medios sociales, en conversaciones tranquilas con sus amigos, en charlas con sus nietos. Díganles por qué creen, cómo se sienten, si alguna vez dudaron, cómo salieron adelante, lo que Jesucristo significa para ustedes.”
Tus palabras tienen el poder de influir para bien en la personas. Cada uno de nosotros puede, uno por uno, defender la verdad, defender la rectitud y defender lo bueno y la decencia. Así que deposita toda tu confianza en Él: levántate, habla y brilla.
Adaptado de un discurso dado en la Conferencia de Mujeres de BYU en mayo de 2018.
Este artículo fue escrito originalmente por Joy D. Jones, y fue publicado por mormonhub.com bajo el título: “Stand Up, Speak Up, and Shine”