La lección que un niño aprendió cuando sus compañeros desafiaron sus creencias de fe

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Una de las mentiras que todos escuchamos al principio de nuestras vidas es la creencia de que las pequeñas desviaciones del camino estrecho y angosto son insignificantes.

Esos primeros encuentros con la influencia del enemigo nos brindan una base que nos ayuda a enfrentar desafíos futuros. Esto nos ayuda a limitar en gran medida el poder de satanás cuando toca nuestra puerta.

Esto podría parecerse a una pelea contra Goliat, o a las batallas previas que tuvo David en su experiencia como pastor de ovejas al enfrentarse a osos y leones.

Imagen: Canva

Cuando los israelitas fueron desafiados por el campeón filisteo, Goliat, nadie tuvo el valor de enfrentarlo, incluido Saúl, quien “de hombros arriba era más alto que cualquiera del pueblo” (1 Samuel 9:2).

Cuando David entró en el campamento y escuchó el desafío de Goliat al Dios de Israel, David le dijo a Saúl: “No se desaliente el corazón de ninguno a causa de él; tu siervo irá y peleará con este filisteo” (1 Samuel 17:32).

Saúl no estaba convencido.

“No podrás tú ir contra aquel filisteo, para pelear con él, porque tú eres un muchacho, y él un hombre de guerra desde su juventud”. -1 Samuel 17:33

Imagen: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días

David había obtenido victorias anteriores contra enemigos menores, y esas victorias le dieron la fe y el valor necesarios para enfrentar el peligro presente:

“Tu siervo era pastor de las ovejas de su padre; y cuando venía un león o un oso y tomaba algún cordero de la manada, salía yo tras él, y lo hería… Fuese león o fuese oso, tu siervo lo mataba; y este filisteo incircunciso será como uno de ellos… Jehová, que me ha librado de las garras del león y de las garras del oso, él también me librará de manos de este filisteo”. -1 Samuel 17:34–37

Cuando estaba en el tercer año de secundaria, estuve bajo la influencia de una brillante profesora de inglés. Era exigente con sus alumnos, siempre insistiendo en que defendieran clara y minuciosamente cualquier posición que tomaran.

Un día, mientras debatíamos sobre la Divina Comedia de Dante, expresó que las religiones cristianas enseñan que los seres humanos son enviados a dos lugares después de la muerte, el cielo y el infierno.

Imagen: Beatriz AG

Yo levanté la mano y dije: “No todos los cristianos creen eso”. Pensé que ese sería el final de mi aporte, pero ella respondió: “¿Qué religión cree en algo diferente?”. No tenía salida. Respondí brevemente con las enseñanzas de la Iglesia sobre los tres grados de gloria.

Luego se volvió hacia la clase y dijo:

“Alumnos, ¿hay alguien aquí que desee hacerle una pregunta al Sr. Wilcox co respecto a su posición?”

Estaba aterrado. La clase estaba llena de los mejores estudiantes de la escuela. Eran inteligentes y confiados y venían de muchas religiones.

Me sentía tanto académica como socialmente fuera de mi alcance. Yo era el único Santo de los Últimos Días del salón y no recibiría apoyo adicional.

Lo que sucedió después fue un debate que abarcó todo el período de clase mientras estudiante tras estudiante buscaba desafiar mis creencias.

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Recuerdo haber sentido que había tomado una mala decisión al levantar la mano al inicio de la clase. La maestra no dijo una palabra durante la mayor parte del período; simplemente dejó fluir las preguntas y los argumentos mientras se sentaba en su escritorio y observaba.

Seguí mirando el reloj y oré para que sonara la campana. Sentí que estaba haciendo un mal trabajo al defender mis creencias.

Minutos antes de que terminara el período, la maestra dio fin a las preguntas y con sus palabras convirtió esa experiencia aterradora en una lección que nunca olvidaré. Ella dijo:

“Todos han pasado un buen momento a expensas del Sr. Wilcox, pero me gustaría preguntarles a cada uno de ustedes si hubieran podido defender sus creencias de la manera en que lo ha hecho él. El día de hoy, todos hemos sido testigos de un raro acto de valentía moral, y felicito al Sr. Wilcox”.

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Apenas podía creer lo que estaba escuchando. Viniendo de ella, era el mayor cumplido que había recibido. Ella me enseñó ese día que podía y debía defender mis valores y creencias.

A lo largo de mi vida, han surgido situaciones más delicadas y apremiantes donde los desafíos han sido más severos y críticos, pero el recuerdo de ese día me ha fortalecido. Pienso que el Señor pudo haber tenido algo que ver con los eventos de ese día.

Tal vez, sabiendo lo valioso que sería esto a lo largo de mi vida, el Señor motivó a una maestra a soltar a los leones y osos de su clase sobre un joven. Estoy agradecido por la fuerza que me dio.

Al tomar algo de valor, todos podemos defender nuestras creencias así como los principios que vivimos, ya sea de otras personas o de los ataques del enemigo.

Fuente: LdsLiving

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