Sierra Leona, México, Texas, Florida, Puerto Rico, Lousiana, Las Vegas, California, Somalia… el número de desastres naturales en los meses anteriores es asombroso.
Pareciera que cuando uno termina el otro comienza, es terrible y devastador de una forma completamente nueva y la gran cantidad de recursos de ayuda necesarios para los afectados continúa aumentando.
Pero a pesar de que estos desastres han sido desgarradores, hay algo que creo que es peor:
La respuesta despectiva y fría que insinúa que “debe ser una señal de los últimos tiempos”.
Todos sabemos que en los últimos días la tierra temblará y se tambaleará como un borracho (DyC 88: 87), y también vendrá la voz de las olas del mar que se precipitan allende sus límites, (DyC 88:90), y el sol esconderá su faz y se negará a dar luz; y la luna será bañada en sangre; y las estrellas se irritarán extremadamente, y se lanzarán hacia abajo como el higo que cae de la higuera (DyC 88:87), y todas las cosas estarán en conmoción. (DyC 88:91).
Pero eso no nos da una excusa para sentarnos, y observar el sufrimiento humano con un leve interés y un vago sentido de simpatía, simplemente porque “cosas como estas seguirán sucediendo”.
Todas estas personas son seres humanos, son nuestros hermanos y hermanas espirituales, que están sufriendo. ¿Crees que a ellos realmente les importan las diferencias políticas, o raciales o económicas cuando su mundo se acaba de romper a pedazos?
Ellos están sufriendo, están hambrientos, están muriendo, y a muchas personas ni siquiera les importa.
Afortunadamente, aún hay personas que sí se interesan, y la iglesia continúa dando ayuda a aquellos que están necesitados, inspirandonos a hacer lo mismo.
¿Quién no ha sentido una chispa de esperanza al ver tantas fotos de las camisas amarillas de las “manos que ayudan” que usan los miembros y los misioneros de la iglesia? ¿Quién no sintió amor al ver a los líderes de la Primera Presidencia asistir a Houston y Puerto Rico y compartir palabras de paz y consuelo a los miembros de allí? Y eso ni siquiera contando el fondo de ayuda humanitaria de la iglesia y las donaciones de comida y ropa.
Por eso es tan decepcionante ver a algunos miembros escondidos detrás de las pantallas de televisión, lejos de estos conflictos, juzgando y mostrando poca compasión. Algunos culpan a los gobiernos, otros culpan a la clase socioeconómica y algunos culpan “a las señales de los últimos tiempos”, pero eso no significa que no debemos hacer nada al respecto.
Sé que lo que está pasando actualmente en el mundo es aterrador y al mismo tiempo abrumador. No es difícil ver que esta escritura se haga realidad donde dice: “…el temor vendrá sobre todo pueblo”. (DyC 88:91).
Pero aún tenemos que honrar nuestros convenios y debemos sufrir con los que sufren y consolar a los que necesitan de consuelo. (Mosíah 18:8).
No hay condiciones en esos convenios. No hay un “si” es que no se aprovechan de nosotros ó “si” es que demuestran que son autosuficientes. Nuestros convenios nos dicen que debemos servir a los demás sin importar el tiempo ni ninguna otra excusa.
Y en realidad, no se necesita de mucho para servir a los demás. Tal y como dijo la hermana Bonnie L. Oscarson en la conferencia general, podemos hacer donaciones al fondo humanitario de la iglesia, ó podemos donar una ofrenda de ayuda generosa. También podemos ir a las páginas de la iglesia para encontrar formas para servir a los refugiados en nuestras propias comunidades. Podemos organizar kits de aseo, donar sangre, regalar nuestra ropa usada o artículos del hogar a otras organizaciones, crear un programa de recolección de alimentos, ser voluntarios en una institución de caridad o en un hospital local, y la lista puede continuar respecto al servicio que podemos ofrecer en nuestras comunidades y en el exterior.
No faltan oportunidades de servicio en “estos últimos días” y necesitamos estar listos para dar de nosotros mismos en cualquier capacidad que podamos.
Tal y como dijo el Presidente Monson en su discurso de la conferencia general de octubre del 2009: “¿en el mundo he hecho bien?
“Estamos rodeados por aquellos que necesitan nuestra atención, nuestro ánimo, nuestro apoyo, nuestro consuelo, nuestra bondad, ya sean miembros de nuestra familia, amigos, conocidos o extraños. Nosotros somos las manos del Señor aquí en la tiera, y tenemos el mandamiento de servir y elevar a Sus hijos. Él cuenta con cada uno de nosotros…”
“…De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos, mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis”. (Mateo 25:40)
Este artículo fue escrito originalmente por Katie Lambert, y fue publicado en ldsliving.com, con el título: “Why We Need to Stop Brushing Off Recent Disasters as “Signs of the Times”