Cuando Dios quita algo de nuestra vida no lo hace con la intención de herirnos, lo hace por nuestro bien. Sin embargo, es cierto, ese proceso no suele ser de felicidad.
Normalmente, en ese proceso nos llenamos de dolor, tristeza, frustración y podemos llegar a deprimirnos. No obstante, todo es porque Dios sabe mejor que tú lo que te conviene.
Frecuentemente, escucho a personas decir: “Dios me está castigando, por eso me quitó a tal persona de mi vida” o “yo pequé y por eso Dios me está haciendo pagar por mis errores”.
Dios es un Dios de amor, perdón y compasión. Dios no busca castigarte, pero sí necesita quitar de tu vida lo que te puede atrasar o desviar del camino.
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¿Te has dado cuenta de que la única forma de que te crezca una cabellera sana y abundante es cortarla?
Bueno, así pasa con tu vida… para que experimentes un avance y crezcas íntegramente, Dios revisará qué personas o cosas te pueden atrasar e impedir que des buenos frutos.
Me gusta mucho este versículo:
“Él corta todas mis ramas que no dan fruto. Poda y limpia cada rama que da fruto para que así produzca más”. (Juan 15: 2)
Debes analizar tu vida frecuentemente y ver qué está impidiendo tu crecimiento.
No obstante, es más efectivo ser selectivos y analizar minuciosamente quién entra a tu vida y con qué intención lo hace. De ese modo, ese proceso de renovación, no será tan doloroso.
Dios tiene claro que, si sigues en contacto con esos pensamientos, esas relaciones tóxicas, jamás podrás llegar al lugar que Él tiene reservado para ti y mucho menos podrás gozar de las bendiciones que preparó para ti.
El Padre Celestial es consciente de tu vida y necesidades.
El dolor momentáneo no te dejará ver el propósito. Sin embargo, con el tiempo te darás cuenta de que fue necesario que tuvieras esa experiencia.
Por favor, no te aferres a lo que Dios dijo que se tenía que ir, no te causes más daño.
Mejor suéltalo porque, aunque duela, lo que vendrá será mucho mejor que lo que hoy tienes que entregar.
Hoy ten la convicción de que tus lágrimas se convertirán en alegría.
“Convertiste mi lamento en danza; me quitaste la ropa de luto y me vestiste de fiesta”. (Salmo 30:11)
Fuente: eres_escogida